Preux et audacieux: Una partida de En Garde!®por e-mail

 

REAL CRÓNICA DE AGOSTO DE 1657
(Número 375)

Somos Dragones, señor. ¿Qué esperaba?
Capitán Desvalls, de la Guardia de Dragones

GACETA MILITAR

Mardyk

Falta poco para el amanecer. Las órdenes de despliegue se dieron la noche anterior y los Dragones del Gran Duque Maximiliano de Valois forman en el flanco izquierdo. Por lo visto el mariscal no encontró oportuna su idea. "¡Ayyyy, Alexandre!", se dice. "¿A quién se le ocurre? Siempre vas a ser un pardillo."

Su cadena de pensamientos se ve interrumpida por la llegada de un enlace al trote.

-¿Teniente Coronel de l'Oie? Órdenes de batalla- le dice, al tiempo que le entrega un sobre lacrado.

-¡Un poco de luz, rápido! -pide, al tiempo que ve al enlace entregar otro sobre al oficial al mando de la unidad de infantería a su flanco derecho. Su asistente le trae una vela y el Teniente Coronel lee en voz queda:

Órdenes de ultima hora: la Guardia de Dragones formará desmontada tras el Tercer Fronterizo y avanzará tras ellos. Cuando la distancia sea la adecuada, montarán rápidamente y cargarán por el Rey y por Francia contra el fuerte de madera, que arrebatarán a los españoles.

Nota final: estarán solos, no esperen ayuda.

La batalla

Finalmente el sol empieza a asomar tras las colinas mientras Alexandre de l'Oie arenga a sus tropas:

-Escuchadme bien. Vamos a formar desmontados tras esa línea de infantes, procurando mantener gachas las cabezas de nuestras monturas. A mi orden montaremos, adelantaremos a la infantería, formaremos y cargaremos contra el fuerte de madera que está enfrente nuestro a la derecha. ¿Está bien claro? Ah, una cosa más: vamos a estar solos. Tal vez os esté llevando a una devotio. Sólo por esta vez, miraré unos momentos hacia atrás por si alguien quiere largarse.

Se da la vuelta y, tras unos segundos, vuelve a girarse y una sonrisa de satisfacción llena su rostro. Se acerca a su primer capitán y le comenta:

-Parece que no se mueve nadie.

La respuesta es rápida:

Somos Dragones, señor. ¿Qué esperaba?

Ante eso no hay respuesta posible. De l'Oie da una palamada en el hombro de su capitán y vuelve a dirigirse a las tropas:

-Dragones, hoy vamos a la muerte o hacia la gloria, y la gloria tiene un precio que se paga con sangre. ¡Vosotros sois la sangre de Francia! ¡Haced que por cada gota derramada el enemigo derrame un quintal!

Cuando llega el momento, el aviñonés hace avanzar su montura entre dos infantes mientras aúlla: ¡Conmigo, mis dragones! ¡Por Francia, por el Rey y por la Gloria!

El resto es historia. Los artilleros españoles, viendo venir la avalancha, abandonaron el fuerte de madera para refugiarse en la construcción principal, dejando los grandes cañones a merced de los franceses. Dos días después, a las 12 en punto, caía la fortaleza de Mardyk.

* * *

El amanecer iba cubriendo los diferentes escenarios de la campaña. No muy lejos de allí, en los alrededores de Dunkerque, Charles Batz-Castelmore arengaba a las tropas para prepararlas para los combates más cruentos y sangrientos de esta campaña.

-Caballeros, el enemigo tiene prisioneros a varios oficiales y camaradas de armas, incluso a nuestro Ministro de Estado. La operación de rescate está en manos de nuestros mejores oficiales, y os puedo asegurar que son los mejores porque esos mismos hombres han liderado y conseguido liberarme de mi propio cautiverio en numerosas ocasiones.

»Nuestra misión será atacar las filas enemigas a sangre y fuego, sin darles tregua y provocando el mayor número de bajas que hayan tenido nunca. Tenemos el deber de luchar con más coraje si cabe, pero siempre con estrategia y cabeza para que nuestros ataques sean más eficaces y letales. Que el pavor recorra sus filas y que sepan que sólo la muerte o la huída pueden ser sus opciones. A por ellos sin piedad.

* * *

Horas más tarde, cuatro figuras embozadas en ropas oscuras se acercaron a las trincheras del ejército que asediaba la ciudad. Sus caras mostraban frustración mientras otro grupo se acercó a ellos, con varios caballos a punto.

-¿No habéis conseguido liberar a los presos? -preguntó el coronel Jacques de la Touché, entre los que esperaban al pequeño grupo.

-Había muchos guardias, mi Coronel -contestó el capitán Gade-. Muchos más de los que esperábamos, y no parecían hacer mucho caso al fingido incendio en nuestras trincheras, estando más alerta que de costumbre.

-Habría sido un suicidio intentarlo -añadió el teniente coronel de l'Oie-. Los asediados deben de aburrirse mucho si ponen tantos guardias, y precisamente donde queríamos entrar. Habéis observado si el resto del perímetro estaba también tan vigilado?

-Francamente, parecían avisados del intento -siguió el capitán Gade-. Mi Coronel, me temo que algún espía les avisó. O eso, o están realmente muy alerta en todo momento, pero creo que se debería iniciar una investigación a ver si alguien les dio el aviso. ¿Os corresponde a vos como Teniente General de Policía, o la justicia militar es quien debe investigarlo?

La discusión siguió casi toda la noche en la tienda del coronel. Los hombres que habían participado en la frustrada misión pudieron descargar su frustración entre comentarios y bebida. Aunque no se podía descartar que el hecho de tener tan importantes presos como el Ministro de Estado y el de Ciencias fuera la causa, casi todos estaban convencidos de que algún espía les había avisado...

Cuando más enfrascados estaban en discutir el asunto del espionaje, al extremo de que la paranoia estaba empezando a hacer mella en ellos, un alboroto procedente del exterior les interrumpió. Cuando ya estaban echando mano de las armas para salir a ver qué estaba ocurriendo, la cortina de la tienda se apartó y una figura sonriente apareció en su lugar. Aunque la iluminación de las velas distaba de ser perfecta, no había lugar a dudas sobre su identidad. Los reunidos lanzaron un grito de sorpresa.

-Ya sé que llegamos algo tarde, messieurs, pero es que el camino no ha sido fácil: nos buscaban hasta por debajo de las piedras. Ha sido como patear un avispero: toda la guarnición de Dunkerque andaba detrás nuestro. ¡Espero que nos hayan guardado un poco de vino, porque a fe que buena falta nos hace!

Quien así hablaba no era otro que Cael de Rouen, que fue interrumpido por el Mayor Jean Duprey asomándose por detrás:

-Bonne soir, messieurs. Lo primero que necesitamos es descansar, comer algo, lavarnos y, por supuesto, vino. Mucho vino. Llevamos una semana escondiéndonos y sin probarlo.

-¡Increíble! Ha sido toda una hazaña, mes amis. ¿Han conseguido escapar todos? -preguntó el coronel.

-Los cinco. Aquí estamos, de una pieza, aunque la pieza necesite una buena reparación. Francesco Maria Broglia, Hércule Delaveau y Eugnace-Michel de Laderoute están durmiendo como bebés en un montón de paja de caballería, y nosotros vamos a reunirnos con ellos de inmediato si nos dan su permiso. Phillipe Le Clothes Du Lacoste, que estaba de patrulla, fue el primer rostro amigo con que nos encontramos, y se está encargando de todo. Mañana será otro día y les contaremos nuestra aventura. Mi Coronel, ¡dad orden de que preparen el tocino y las jarras, porque no nos conformaremos con cualquier desayuno!

Abrazos, risas y felicitaciones, pero estaba claro que los dos fugitivos estaban agotados. Se les ofreció una tienda de campaña, pero respondieron que no querían esperar a que la montasen, y que el montón de paja donde ya dormían los tres capitanes evadidos era de lo más confortable. Los reunidos no quisieron insistir, y los dejaron irse.

-Bueno, ahora ya sabemos quiénes eran los culpables del fracaso de nuestra misión de rescate -comentó Léo Hardy le Castel con una sonrisa-. ¡Los estaban buscando a ellos!

-Mejor que así sea, sin duda alguna -respondió Tessier Dusel-. Bien, messieurs, hora de retirarnos, creo yo. De lo contrario, mañana estaremos más cansados que ellos. ¡Buenas noches!

* * *

ECOS DE SOCIEDAD

Primera semana

-¡Qué desastre!

Saliendo del Théatre Royale, Bernille Nienau hervía de indignación. La obra que acababa de presenciar era un insulto a la inteligencia del espectador. Aunque estaba solo, no pudo reprimir lanzar la exclamación en voz alta. Era evidente que, desde que le Viscomte de la Touché abandonó el Ministerio de Humanidades, la cosa había ido de mal en peor. ¿O tal vez era simplemente que, ante la falta de público debida a la campaña militar, la dirección del Théatre prefería programar obras de menos calidad? monsieur Nienau tenía esa esperanza. "En fin, el próximo mes lo sabremos", pensó.

* * *

Damien Moreau lanzó un profundo suspiro, levantó la vista del papel y dejó la pluma en el tintero. "Por fin", pensó. "Acabada". Después de una actividad febril, que tuvo el balsámico efecto de mantener su mente ocupada durante el largo cautiverio, su obra teatral "Un voyageur à travers le Voile" estaba concluida. Después de múltiples relecturas y modificaciones, decidió no volver a leerla para evitar enfrascarse en otra espiral de cambios. "Una obra sólo se termina cuando se abandona", pensó.

* * *

Segunda semana

En el cuerpo de guardia de la Bastilla, dos centinelas conversan.

-¿Y qué dices que hace ahora ese loco que el Teniente General de la Policía tiene encerrado?

-No te lo vas a creer: ¡Se ha hecho amigo de las ratas! Hasta les ha puesto nombre. Se pasa los días llamándolas, dándoles de comer... Aparta porciones de su propia ración para compartirlas con ellas. ¿Tú crees?

-Bueno, cada loco tiene sus manías. ¿No se dedicaba a saltar y cacarear como un pollo hace poco?

-Sí, es cierto. Pero hay una cosa que no ha dejado de hacer: por las noches, hasta bien entrada la madrugada, escribe. Luego duerme un rato, y por la mañana de vuelta a las ratas, a darles el desayuno. Está para que lo encierren.

-Bueno, de hecho ya está encerrado. Pero no seas tan duro con él: habría que ver cómo aguantaríamos nosotros estar tanto tiempo prisioneros. ¡Yo, sin mi visita semanal a la taberna, estaría perdido!

-Seguro que es eso -concluyó el segundo guardia con una risotada-. ¡Le faltan mujeres!

* * *

Tercera semana

André du Guerrier suspiró. "Lo bien que me vendrían ahora los muñecos que le regalé a le baron de Dusel", pensó.

Bajó el rapier y se apartó del gran espejo del cuartel de la Guardia del Cardenal. Después de dos semanas de total inactividad, limitándose a breves paseos por las calles de París, du Guerrier ya estaba harto y había ido al cuartel, casi vacío, a practicar al menos algunos movimientos. Podría haberlo hecho en casa, pero necesitaba respirar el ambiente cuartelero aunque éste fuera inusualmente calmado. Sus heridas se curaban a una velocidad exasperantemente lenta. El cirujano le había dicho que era lo normal y que debía tener paciencia, pero sus pensamientos no dejaban de vagar desde sus compañeros, aún en el frente, a Lampourde, encerrado en la Bastilla a la espera de juicio, y de éste al destino final del enigmático, casi legendario, Villiers, cuyo rapier no podía dejar de contemplar cada vez que su mirada se posaba en él, dejado sobre un paño en su mesa de trabajo. "Cuando el cuerpo se ralentiza, la mente se dispara", pensó. "A ver si me repongo pronto y puedo pensar en otras cosas."

En un desierto Les Tuiles Bleues, Marcel du Calais espera sentado frente a una limonada. No tarda mucho en llegar su invitado: un renqueante Nienau que se deshace en excusas por la tardanza. "Esta maldita pierna parece que no quiere sanar del todo", dice. El fraile lo disculpa con un gesto y una sonrisa.

-¿Y bien, monsieur Nienau? Parece que las tropas vuelven de la campaña el próximo mes. ¿Hay planeada alguna fiesta de bienvenida?

-La verdad es que no tengo ni idea, Padre. Seguramente cada Regimiento organizará la suya, a no ser que aparezca alguien que quiera preparar algo a lo grande. Ya se verá durante el próximo mes. ¡Tiempo hay, todavía!

-Antes de que lleguen y se agote la bebida, probad esto, mon ami. Es un destilado de jarabe de arce, típico del Québec. Pero cuidado... ¡es muy traidor!

monsieur Nienau agradece la oferta y se sirve una copa. El licor tiene un toque dulce, pero es realmente fuerte. Es cierto que entra muy bien, y debe ser fácil excederse con él.

-Está muy bueno, aunque no lo veo como sustituto del vino. Es demasiado fuerte...

-Allá se toma principalmente como digestivo. Pero bueno, cambiemos de tema. Contadme cómo os hirieron...

* * *

Cuarta semana

Dos semanas más tarde, Damien Moreau siente que aún tiene algo que decir. Se levanta en mitad de la noche, enciende una vela, toma un papel y lo apoya en el escritorio, moja la pluma en el tintero y escribe un nuevo título en la hoja en blanco:

Retour en Arcadie

* * *

-¿Y bien? ¿Qué tal el loco de la celda del último piso?

-Pues... Cada vez peor. Pidió un barreño de agua, y ahora se pasa el día durmiendo dentro de él. ¡Acabará enfermo!

-Quizás tiene calor... Este mes de agosto está siendo infernal.

-Puede ser, pero ya sabes que el agua es peligrosa. Por los poros de la piel puede entrar cualquier enfermedad. En fin, allá él. Aunque también puede ser que todo forme parte de un plan para escapar, pero ya te digo que no se me ocurre cómo. Aunque caiga enfermo, es evidente que será mucho más fácil traer al físico aquí que sacarlo a él de la Bastilla.

-Yo creo que simplemente está loco, y ya lo estaba cuando lo encerraron. No es aquí donde tendría que haberlo metido el Teniente General, sino en la Salpêtrière, con el resto de locos.

* * *

Bajo el despejado cielo del puerto de Québec, el surnuméraire se encontraba atareado anotando en su cuaderno la carga de todos los barriles de pólvora con destino a la santabárbara, sin que se le pasara ninguno por alto. El aire salino del Atlántico le acariciaba el rostro, mientras observaba con atención la frenética actividad que se desplegaba a su alrededor. El bullicio del puerto llenaba el aire: gruñidos de pesados cabrestantes, el crujir de las velas y el chirriar de las poleas. El galeón, bautizado como La Victoire, se balanceaba con gracia en las calmadas aguas del puerto. Con su mirada inquebrantable, el hombre supervisaba la meticulosa carga del material bélico que se amontonaba en cubierta.

«No era un mal trabajo», pensaba el hombre recordando tiempos más interesantes. Hacía ya años que había abandonado el viejo continente. De vez en cuando rememoraba aquellos días en los que conspiraba en la Citè. Algunas veces le salía bien y otras mal. Como solía decir, «los dados son sabios». Al menos pudo escapar con vida y, pese a haber conocido La Bastilla por dentro, no terminó su días en sus fríos calabozos. Tuvo la astucia de retirarse a tiempo e irse a un lugar donde nadie lo pudiera identificar...

-¡Ah! ¡El Caballero Naranja! ¡Qué agradable sorpresa!

André du Calamar se giró sorprendido, pero en guardia; una destreza desarrollada tanto en el frente como en las lóbregas calles parisienses. Delante suyo vio a un hombre de unos cuarenta años, con algunas pobladas canas tanto en la cabeza como en la espesa barba que se había dejado crecer, más una incipiente andorga que contradecía al esbelto hombre de su juventud. Sin embargo, su noble porte lo delataba.

-¿Valmont? ¿Phillipe Valmont? ¿Qué hacéis vos aquí? Os hacía retirado en aquella cabaña de los Pirineos franceses.

-Ah, mi época de feliz viticultor -recordó con cierta nostalgia-. O al menos, aficionado. Sólo duró aquel lejano año de 1646, pero fue un espléndido año. ¡Dios mío! ¡Ya pasaron diez años de aquello!

-El tiempo pasa para todos.

Un joven marinero interrumpió la conversación para preguntar dónde colocar las cajas llenas de mosquetes y sables. Monsieur Du Calamar le señaló una zona de la cubierta, aún libre, donde podía depositarlas.

-¿Os dirigís a la guerra? -preguntó curioso el Marquis de La Garrigue.

-Estábamos aquí para recuperar Port Royal, pero ha llegado contraorden. Por lo visto ahora somos aliados de la Commonwealth. En mayo se firmó un tratado en París. Combatiremos juntos contra los españoles. Estamos de maniobras, pero en breve zarparemos hacia Europa.

-¡Esos perros ingleses! -exclamó Valmont-. Nunca se puede fiar uno de esos embusteros. ¿Sabéis lo que los árabes dicen de ellos?

Du Calamar se encogió de hombros.

-Si de mañana ves a dos vecinos discutir, ten por seguro que la noche anterior los visitó un inglés.

Ambos rieron la sabia ocurrencia de aquella lejana civilización.

-Pues ya veis, tendremos que fiarnos de ellos e irnos con cuidado. Se rumorean distintos objetivos: Ostende, Nieuwpoort, Gravelinas, Mardique... Incluso comentan conquistar otra vez Cataluña o quizás tomar Porto Longone, así que no sé si nos iremos al Mediterráneo o a La Manche. Supongo que al Canal, que es más apropiado para este buque.

El aroma embriagador de las mercancías impregnaba el ambiente, mezclándose con el característico olor a salitre. André du Calamar dedicó unos minutos a dar nuevas instrucciones a los marineros que subían al barco, indicando con gestos firmes los ajustes necesarios. Su voz ronca resonaba sobre el estruendo del puerto, dando órdenes precisas. Le Marquis de la Garrigue esperó pacientemente, disfrutando de su buen hacer.

-Aún no me habéis dicho qué hacéis aquí -inquirió André, una vez le dejaron un momento de calma.

-Mi buen amigo, y os llamo amigo porque todos los franceses lo son en Nueva Francia, no sólo vos me vinisteis a pedir un favor. Si recordáis, en la primavera de aquel año nos encontramos de nuevo, en la viña del Secretario Real. Fue la última vez que vi a muchos de los parisienses, y aunque tuve la tentación de batirme en duelo con un par de ellos, no podía entretenerme mucho, pues no podía llegar tarde a mi cita con Paul Chomedey de Maisonneuve. Me había estado convenciendo de acompañarlo a Nueva Francia. Pero eso es muy largo de contar y mejor lo haremos otro día. Baste decir que Evelyne y yo nos reconciliamos y decidimos cruzar el gran océano con los retoños.

-¿Y estáis instalados aquí, en Quebec? No os he visto nunca.

-No, aquí estoy buscando lo mismo que vos, ¡más barriles de pólvora! Los iroqueses volverán a atacarnos pronto. Los conseguiré a cambio de las excelentes pieles que nos proporcionan los algonquinos, como siempre. También espero el correo para Montreal. Aprovecho estos viajes para llevar la correspondencia. Pero decidme, ¿no necesitáis soldados para vuestra incursión, sea cual sea finalmente?

-Siempre. Toda ayuda es buena. Nos vendría bien un General.

-No estoy hablando de mí. Mi hijastro, René Lavoisier, ya hace tiempo que tiene edad para una guerra en condiciones. Está cansado de matar iroqueses. Oh, si lo vierais en combate. ¡El ardor guerrero lo invade! Es un militar de la cabeza a los pies. ¡Yo mismo me encargué de su instrucción! Pero también es cierto que necesita foguearse con europeos para aprender de verdad.

-Hablaré con el Capitán. Quizás podamos enrolarlo...

-Os lo agradezco. Así lo haré -respondió mirando de soslayo a Du Calamar -¿Y vos? ¿Tenéis de nuevo problemas con la justicia de París? ¿Me contaréis por fin la verdad de por qué vinisteis a mi aquella vez?

-Mi querido ex-Ministro de Estado, no hay mejor mentira que hablar de los hechos del pasado. Las verdades están en París, no tuve tiempo de llevármelas. Si las queremos, tendríamos que ir a buscarlas a la citè. ¿No queréis volver?

El Marquis soltó una sonora carcajada que hizo volver la cabeza a más de un marinero del lugar.

-No, mi amigo, no- contestó-. Tenéis razón. Lo que pasó en París, se queda en París. Además, aquí los rumores de la citè a veces vienen con seis meses o incluso un año de retraso. Sí que llegó a mis oídos que Guillaume Du Foix había retornado al ejército, pero que falleció en combate. Una desgracia. Era un gran militar, pese a nuestras diferencias. El único que se me escapó, que yo sepa.

Un hombre los interrumpió, hablando brevemente con Phillipe y entregándole el saco de cartas con destino a la Villa de María de Montreal. El Marquís miró si había alguna a su nombre, encontrando efectivamente una a tal propósito. Al ver el remitente se sorprendió, rasgando el sobre de inmediato y olvidándose durante un momento de todo, leyendo con preocupación las nuevas noticias.

Su amigo, por su cuenta, observó con satisfacción cómo la carga se acomodaba de manera ordenada. La Victoire, con su aparejo majestuoso y velas ondeando al viento, estaba lista para zarpar. André du Calamar, con una mezcla de determinación y melancolía en su mirada, se enorgulleció de la labor cumplida. El capitán del galeón, un hombre de aspecto serio con un sombrero adornado con plumas, se acercó al antiguo cadete de la Gascuña. Intercambiaron unas palabras en voz baja, antes de que el capitán asintiera con agradecimiento, volviendo al puente de mando.

-¿Problemas? -Le preguntó a Phillipe al acabar de leer la carta.

-Mi padre... Ese viejo entrometido está reteniendo a mi hijo en la casa natal. Pensé que me había librado de él, pero a pesar de haber un océano de distancia entre los dos, aún es capaz de mover los hilos de la familia.

Durante unos instantes, André Du Calamar reconoció en el rostro de Phillipe a su viejo rival y no al nuevo hombre que Nueva Francia había hecho de él, como si el tiempo no hubiera pasado: el antiguo hacedor de entuertos de París. Luego su rostro se calmó, suspiró y pareció aceptar la situación.

-Viejo amigo -le comentó-, por mucho que uno quiera desentenderse del pasado, el pasado no quiere desentenderse de uno. Debo partir para Montréal, atender las cosas de allí y, quien sabe, igual busque pasaje para Marsella antes de que llegue el invierno. Ese pobre anciano acaba de arruinarme ciertos planes que tenía en marcha. De un plumazo, para ser sinceros.

Los dos viejos parisienses se despidieron con un abrazo, no sin antes demostrar que no ocultaban nada afilado entre sus manos. Era hora de que La Victoire se enfrentara a las inciertas aguas del golfo de San Lorenzo, y André Du Calamar subió por la pasarela al tiempo que ordenaba que la retiraran.

-¡Soltad amarras! -gritó el contramaestre.

Se quedó observando al Marquis, quien se alejaba cantando una vieja canción marsellesa. Cuando desapareció por la calle principal, sus pensamientos se dirigieron entonces a París, mientras su mirada se perdía en el océano que se abría ante sus ojos. ¿Qué estaría ocurriendo allí? Seguramente, cosas mucho más interesantes...

* * *

EL CABALLERO DEL MES

El título de Caballero del mes corresponde a:
 

Renné Gade
Por la preparación del rescate de los prisioneros de guerra y su eficaz liderazgo en la operación.

EL PATÁN DEL MES

El título de Patán del mes queda
 

DESIERTO
Por falta de votos.

* * *

NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES

    • Thibaut Cul-de-sac ha sido ascendido a Capitán de los Coraceros del Delfín

* * *

ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS

    • Cael de Rouen anuncia que se presentará a Gobernador Militar de París (M05)
    • André du Guerrier anuncia que se presentará a Aide de chambre de General 1º (M14A)
    • Tessier Dusel anuncia que se presentará a Aide de chambre de General 2º (M14B)
    • Francesco Maria Broglia anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
    • Gamin de la Chaussée anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
    • Hércule Delaveau anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
    • Jean-Luc Picard anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
    • Renné Gade anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
    • Francesco Maria Broglia anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 1º (M19A)
    • Gamin de la Chaussée anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 2º (M19B)
    • Hércule Delaveau anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 3º (M19C)
    • Jean-Luc Picard anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 4º (M19D)
    • Renné Gade anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 5º (M19E)
    • Thibault Cul-de-Sac anuncia que se presentará a Aide de chambre de Teniente General 6º (M19F)
    • Francesco Maria Broglia anuncia que se presentará a Ayudante regimental de la Guardia Real (M20A)
    • Hércule Delaveau anuncia que se presentará a Ayudante regimental de la Guardia Real (M20A)
    • Renné Gade anuncia que se presentará a Ayudante regimental de la Guardia Real (M20A)
    • Gamin de la Chaussée anuncia que se presentará a Ayudante regimental de los Carabineros de la Reina (M20E)
    • Thibault Cul-de-Sac anuncia que se presentará a Ayudante regimental de los Coraceros del Delfín (M20G)
    • Jean-Luc Picard anuncia que se presentará a Ayudante regimental de los Mosqueteros de la Picardía (M20K)

* * *


------------ Inicio de la estación de OTOÑO ------------


CARGOS PARA EL MES DE SEPTIEMBRE
CargoRequisitosN.S. mínimoQuién nombra
Ministro de Exteriores Brigadier o Barón 10 Min.Estado
Gobernadores Militares Tte.Gral. o superior 8/10*Rey
Aide del Dauphin Capitán 9 Dauphin
Aides de los Generales Subalt./Capt./Mayor(+) 6 Generales
Ayudantes de Regimiento Capitán 3 Coroneles
Vicario General Vicario 12 Arzobispo

(*: El Gobernador Militar de París necesita nivel social 10; los demás, 8)
(+: Para Brigadieres: Subalterno. Para Ttes.Generales: Capitán. Para Generales: Mayor)

 

CARGOS PARA EL MES DE OCTUBRE
CargoRequisitosN.S. mínimoQuién nombra
Capitán Escolta Real Capitán de Guardia Real 9Gobernador Militar de París
Capitán Escolta CardenalCapitán Guardia Cardenal 7Gobernador Militar de París
Abanderado Escolta Real Subalterno Guardia Real 9Gobernador Militar de París
Abanderado Escolta CardenalSubalterno Guardia Cardenal 6Gobernador Militar de París
Chancellor Vicario 11Arzobispo

* * *

AGRADECIMIENTOS

A Àlex, por el documentadísimo relato de la batalla de Mardyk (de este mes y del mes pasado), y a Lluís por el de la reunión en la tienda de campaña, aunque he tenido que añadirle el inesperado final 😉. Y también, aunque con mucho retraso, a Víctor, por este relato que tenía desde hace tiempo en la recámara y no pudimos publicar en su momento. Como es bastante atemporal (y además los rumores de Québec tardan mucho en llegar, o sea que ya nos va bien), lo he puesto hoy para que no se pierda en el olvido.

NOTAS DE LOS REALES SECRETARIOS

Una pequeña aclaración para los fanáticos de la Historia: La batalla de Mardyk en realidad tuvo lugar el día 2 de septiembre de 1657, pero como a nivel de juego septiembre ya no es mes de campaña, me he tomado la "licencia poética" de ponerla un poquito antes, digamos el 31 de agosto, para que nos encaje en la campaña y podamos aprovechar toda la investigación y el relato de Àlex, que ya habéis visto que se ha extendido a lo largo de dos meses.

En general los turnos de agosto suelen ser tranquilos, pero esta vez la operación de rescate y la fuga de los prisioneros ha aportado un poco de salsa. El mes que viene regresan las tropas y además se juzgará a los dos prisioneros de la Bastilla, Damien Moreau y François Lampourde, así que seguro que la cosa se animará. Además, ¡Su Majestad concederá títulos nobiliarios a los que hayan destacado en campaña! (es decir, se realizarán las tiradas para títulos nobiliarios).

FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO

El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 27 de septiembre de 2024, a la medianoche (hora española peninsular).

¡Hasta pronto!

PrincipalVolver a la página principal.


®"En Garde!" es una marca registrada de Margam Evans Limited