Preux et audacieux: Una partida de En Garde!®por e-mail

 

REAL CRÓNICA DE JULIO DE 1656
(Número 362)

En la unión está el éxito.
Barón Jacques de la Touché, Coronel de la Guardia Real

GACETA MILITAR

En el frente... La tristeza domina el ánimo, las buenas acciones de muchos no son capaces de borrar la imagen del desdichado fin de dos de los hombres más destacados de aquella campaña: Monsieur Guillaume du Foix, Barón du Foix, General del Segundo Cuerpo de Ejército de su Majestad y Monsieur Louis Pointe, miembro de los Coraceros de Su Alteza Real el Delfín de Francia. Ambos entregaron sus vidas con arrojo y valentía. El Segundo Cuerpo de Ejército quedaba en manos del propio Mariscal al haber caído su mando directo.

El Barón De la Touché se había personado directamente para despachar las nuevas con el Mariscal, informando de la triste pérdida. En actitud de firmes, escuchaba en silencio los lamentos de su superior:

-Estos malditos españoles se están cobrando demasiadas vidas, De la Touché. Hay que conseguir que el ánimo no decaiga en nuestras tropas. Una panda de campesinos y de tropas de dudosa reputación no pueden minar la convicción de los hombres de Francia.

-Lo entiendo, señor. Si me dais la autorización, yo mismo me encargaré de mantener el espíritu de las tropas bien alto. Permitidme que mande a buscar al Padre Touril para que oficie una misa en memoria de los caídos, y os aseguro que conseguiré la mayor unidad que nunca hayáis visto en un frente. La Brigada de Guardias se encargará de los actos del funeral.

Una sombra de duda apareció en el rostro del Mariscal.

-¿Estáis seguro de que no se generarán problemas entre los hombres? Más con su ánimo actual...

-Maréchal, si conozco bien a los oficiales, mantendrán la compostura y demostrarán tanta unidad que el resto de tropas verá en la unión el éxito. La Guardia Real formará un pasillo presentando sus armas y los respetos a los caídos, El Mayor Dusel me confirmó la presencia de una representación de los Mosqueteros del Rey para lanzar las salvas de honor con sus mosquetes, y me juego la mano a que el Mayor Du Guerrier elegirá a un buen grupo de hombres de la Guardia del Cardenal que portarán sendos ataúdes por el centro del pasillo de la Guardia Real, hasta depositarlos en la tierra que los ha de acoger. ¡Por el tridente de Neptuno que sí! Luego, una arenga de Vuestra Excelencia, y los hombres de Su Majestad sólo pensarán en devolver por mil las bajas al enemigo...

-Sea pues -cedió el Mariscal-. Disponedlo todo, ¡pero si algo sale mal conoceréis mi furia!


Tal y como estaba previsto, llegó al frente el Padre Orland Touril, que se personó ante el cuerpo de mando. Todo dispuesto... Las tropas representantes de cada regimiento formando y la Brigada de la Guardia pareciendo una única unidad...

Los hombres de Du Guerrier, serios, regios, sin una mala cara. Llevando ambos féretros. Quiénes mejor que ellos, hombres al servicio del Cardenal y de Francia y, por ende, a Dios, para portar los cuerpos de los finados en su último viaje, camino del merecido descanso eterno.

La Guardia Real, cuerpo que representa al propio Rey de Francia, estoicos, firmes, rindiendo sus armas al paso de los féretros.

Y los Mosqueteros del Rey, con Dusel, dando la orden de disparar las Salvas de Honor.

El Aide del 2º Ejército, De la Touché, un paso por detrás del Mariscal, atento a todo, a cualquier detalle por minúsculo que este fuera... Quizás defecto profesional, pero pudo percatarse de cómo el propio Mayor Du Guerrier, antes de apartarse del féretro del General Guillaume Du Foix, depositaba disimuladamente entre las manos del caído la pequeña figura de un caballo de ajedrez de color rojo. Nada que ver con el carmesí de la Guardia del Cardenal. Aquello era algo personal, y tampoco tenía que ver con la consabida rivalidad de los Regimientos. Era algo que iba a acompañar en su último viaje a Guillaume. El secreto estaría bien guardado.

-Que un rayo de Zeus me parta si ese hombre no le guardaba respeto a Guillaume -murmuró De la Touché-.

Tras la ceremonia y la arenga, los hombres gritaron enfervorecidos. Querían venganza y los enemigos de Francia se la iban a proporcionar...

Al amanecer siguiente, François Lampourde, que había venido también al frente acompañando al padre Touril, partió de regreso a París con su carro tirado por su fiel Malherbe, llevando de vuelta al sacerdote, a su amigo Damien Moreau, y a la dama de éste, Isabel d'Artois, que había insistido en acompañarles arrostrando los peligros e incomodidades del viaje.

* * *

Jacques de la Touché no andaba desencaminado: el oficio religioso en honor de los caídos y la posterior arenga del Mariscal hizo su efecto. En todos los flancos se lanzó un furioso ataque que mejoró considerablemente las posiciones y, además, supuso un reparto de recompensas: André du Guerrier, le Baron de la Touché y Tessier Dusel recibieron sendas menciones, Alexandre de l'Oie, Charles Batz-Castelmore, Francesco Maria Broglia y Renné Gade recibieron todos una doble mención (veremos si Su Majestad se muestra pródigo el próximo mes en la concesión de títulos), y Robert Domfront, recién llegado al Regimiento de Mosqueteros del Rey, fue ascendido a subalterno. Además, casi todos obtuvieron un importante botín. La nota negativa la dio Jean Duprey, que fue gravemente herido por un trozo de metralla de mortero y tuvo que ser evacuado a París. Esperemos que se recupere pronto de su herida.

* * *

ECOS DE SOCIEDAD

Primera semana

-Es un viaje largo, incómodo y peligroso. No es para que lo haga una dama.

-¿Peligroso? ¿Qué sabrás tú de incomodidades y peligros?

-¡Mucho más de lo que tú podrás saber saber en toda tu vida! ¡Que yo, yo precisamente, tenga que oír eso!

Quienes así discutían eran Damien Moreau y Isabel d'Artois, en el salón de esta última. La dama continuó hablando:

-No me asustan las incomodidades, y no creo que haya peligro alguno si llevamos una escolta suficiente.

-No es sólo eso. Llevarte nos hará viajar más despacio.

-¿Más que con un carro tirado por un burro? Mira, querido -aquí el tono de la dama se dulcificó y adoptó un matiz claramente seductor-. Yo haré cualquier cosa por estar a tu lado, y si me dejas atrás, te seguiré. Te seguiré por mi cuenta, y eso que será peligroso... Y no podrás evitarlo. Te conviene más dejar que te acompañe... Y así me podrás tener vigilada -aquí la dama se acercó al caballero hasta el extremo de aplastarse contra él, y le guiñó un ojo.

-Ya veo que no me queda otro remedio -suspiró el caballero-. Pero necesitarás ropas cómodas y resistentes. Pide a tu doncella alguno de sus vestidos de trabajo. Mañana te recogeré con una montura adecuada.

* * *

Al amanecer del segundo día del mes, un carro tirado por un burro se detuvo frente a la parroquia de Saint Honoré. No iba solo: lo acompañaban dos soldados de la Guardia Real montados a caballo. Frente a la puerta de la iglesia ya se encontraba Orland Touril, quien recibió al conductor con un afable saludo. Pocos metros más allá, un caballo y una yegua, montados respectivamente por Moreau y Isabel d'Artois, también saludaron, ella de forma entusiasta y él sin poder disimular su enfado.

El conductor del carro, que no era otro que François Lampourde, respondió al saludo y, sin mediar más palabras, pues ni la hora ni el motivo del viaje las propiciaban, la comitiva se puso en marcha. Al salir de la ciudad, un pelotón de Dragones se unió al grupo como escolta adicional.

El viaje se hizo largo aunque, probablemente gracias a la presencia de la escolta, no hubo incidentes dignos de mención. Después de una semana durmiendo en posadas unos, dentro del carro otros, finalmente llegaron a su destino: el cuartel general de campaña del Segundo Cuerpo de Ejército. Touril pidió a los dos Guardias Reales que le acompañasen frente al Mariscal, y el resto del grupo se acomodó como mejor pudo para un merecido descanso.

* * *

En cuanto al Théatre Royale, no mucho que decir... Una obra edificante y entretenida, que prácticamente nadie acudió a ver. Unicamente un solitario Phillipe Le Clothes Du Lacoste acudió al estreno de entre los parisinos que conocemos, aunque debemos decir que salió satisfecho de la representación.

* * *

Segunda semana

En el cálido verano de 1656, un suave viento mecía las hojas de los árboles en el parque de las Tuileries. El sol brillaba con intensidad, tejiendo una luz dorada sobre los caminos de grava y las exuberantes áreas verdes. Jean-Luc Picard caminaba con pasos tranquilos, vestido con sus mejores galas. Su atuendo elegante y su porte distinguido le hacían destacar entre la multitud que disfrutaba del día en el parque.

Mientras paseaba, observó una figura esbelta que se aproximaba en dirección contraria. Identificó de inmediato a Mussette d'Envion. Con un gesto caballeroso, inclinó su cabeza y le dirigió una sonrisa amable. Sin embargo, la respuesta que recibió fue un saludo formal y gélido, que dejó una sensación de desconcierto en el aire. No obstante, monsieur Picard no se dejó afectar y continuó su paseo, preguntándose qué podría haber causado tal respuesta en la dama.

Más adelante, el destino jugó su papel y lo llevó a cruzarse con dos damas que paseaban juntas: Magdalène Vien y Daphée Bourtagre. Eran un contraste de belleza y gracia, una visión que iluminaba el parque con su presencia. El picardo no pudo evitar detenerse en seco ante su radiante apariencia y, con una reverencia cortés, les dedicó una sonrisa genuina.

Las damas correspondieron al saludo con elegancia, mostrando una cortesía mucho más cálida que la que había experimentado con la anterior dama. Pronto, una conversación amena se desplegó entre ellos. Magdalène Vien, con su mirada vivaz y chispeante, habló de las últimas tendencias en moda parisina, mientras que Daphée Bourtagre compartía anécdotas sobre la vida en la alta sociedad.

El tiempo pareció detenerse mientras compartían historias y risas en medio del parque. La tarde avanzaba y el sol comenzaba a descender en el horizonte, pintando el cielo con tonos de rosa y naranja. A medida que las sombras se alargaban, monsieur Picard se dio cuenta de que era necesario retirarse, así que sugirió acompañar a las damas a sus casas, cosa a la que ambas accedieron gustosas.

* * *

Tercera semana

Durante la tercera semana, una atípica peregrinación tuvo lugar por las calles de París. Isabel d'Artois, acompañada de dos monjas de las Hermanas de la Caridad, y escoltadas las tres por François Lampourde, se dedicó a visitar a todas las damas de París solicitando ayuda económica para "recuperar una noble y cristiana empresa que nunca debió perderse". Lampourde, afeitado y rapado para la ocasión, con sus ropas recién lavadas, se mantuvo todo el tiempo en un discreto y respetuoso segundo plano mientras Isabel d'Artois explicaba a cada dama el propósito de su visita. Las más jóvenes dudaron, pero a las que llevan más tiempo en París se les iluminaron los ojos con el recuerdo. En general, la expedición obtuvo un discreto éxito.

Aunque hemos dicho que Lampourde se mantuvo discretamente apartado, hubo una excepción: al visitar a Christine Daé, el acadiano pidió a la dama tener un breve aparte. En él, cruzó solamente un par de frases que fueron correspondidas con un gesto de asentimiento. Tras la brevísima conversación, él le entregó un saquito de paño rojo. Aunque desconocemos su contenido, por su forma y por la manera como quedó en la mano de la dama no parece que fuesen monedas ni nada parecido.

Acabada la expedición y contados los ingresos, Isabel d'Artois se los entregó a François Lampourde, quien los agradeció con una leve reverencia.

-¿Y bien, monsieur Lampourde? Debo confesar que yo en vuestro lugar no sabría por dónde empezar. ¿Qué será lo primero que compraréis con este dinero?

Los ojos del interpelado se iluminaron.

-Tejas, muchas tejas... ¡y un par de vigas!

* * *

Cuarta semana

Sabido es que el viejo almacén de la Cofradía de la Caridad llevaba años abandonado y soportando los caprichos del tiempo. Su fachada, una vez imponente, se encontraba ahora cubierta por una pátina de decadencia, y su tejado, en particular, estaba en un estado de deterioro que amenazaba con llevarse consigo la historia que aquel lugar guardaba.

Lampourde y Damien Moreau, dos hombres de espíritu inquebrantable y habilidades artesanales, miraron con determinación la obra que tenían por delante. Se habían propuesto devolverle a La Cofradía su antiguo esplendor y significado. Juntos, comenzaron a recolectar herramientas y materiales necesarios para el desafío que tenían por delante.

A medida que subían por las escaleras de madera crujiente y polvorienta que conducían al tejado, sus corazones latían con una mezcla de emoción y respeto por la tarea que habían asumido. Al llegar a la cima, observaron el panorama que se extendía ante ellos: tejas rotas y desgastadas que parecían desafiar al viento y las inclemencias del tiempo.

Sin perder tiempo, el acadiano y Damien Moreau se pusieron manos a la obra. Con pasos seguros, se movían sobre el tejado, retirando con cuidado las tejas rotas una a una. Cada teja que desprendían era como un fragmento de historia en sus manos, una conexión directa con aquellos que habían vivido y cuidado del edificio en el pasado.

Las manos curtidas de François sostenían su martillo con maestría, mientras que Damien manejaba la palanca con destreza. Juntos, lograron quitar las tejas dañadas y revelaron la madera que yacía debajo, desgastada pero aún sólida. La luz del sol se filtraba a través de las nubes, iluminando su labor en el tejado y recordándoles que estaban restaurando algo más que un simple edificio: estaban restaurando el alma de La Cofradía.

Con las tejas antiguas retiradas, llegó el momento de reemplazarlas por unas nuevas. Cada teja era colocada con esmero, asegurándose de que encajara perfectamente en su lugar. El sonido rítmico de los martillos resonaba en el aire, acompañado por sus susurros de conversación sobre la historia que podría haber ocurrido en aquel veterano espacio.

Pero su labor no se detuvo allí. Al observar las vigas que habían perdido su fuerza con el paso del tiempo, decidieron que también era necesario cambiarlas. Con habilidad y determinación, quitaron las viejas vigas y las reemplazaron con madera fresca, fortaleciendo así los cimientos del edificio y asegurando que su labor perdurara por generaciones venideras.

Con el sol poniente como testigo, François Lampourde y Moreau finalmente bajaron del tejado, mirando con satisfacción su trabajo. La Cofradía de la Caridad había recobrado parte de su antiguo esplendor, y en sus manos quedaba el legado de su compromiso y dedicación.

-Bueno -dijo Lampourde-. La parte fácil ya está. Ahora, ¡a devolverle la vida que nunca debió perder!

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EL CABALLERO DEL MES

El título de Caballero del mes corresponde a:
 

André du Guerrier
Por su perspicacia en investigar la trama relacionada con François Lampourde.

EL PATÁN DEL MES

El título de Patán del mes corresponde a:
 

Jacques de la Touché
Por su inacción como Teniente General de la Policía en investigar los asesinatos ocurridos en París.

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NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES

  • Orland Touril ha sido nombrado Abad de Saint-Denis.

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ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS

  • Dado que en agosto no se asignan cargos, este mes no ha habido anuncios.

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CARGOS PARA EL MES DE AGOSTO
Durante este mes no se renuevan cargos.        

 

------------ Inicio de la estación de OTOÑO ------------


CARGOS PARA EL MES DE SEPTIEMBRE
CargoRequisitosN.S. mínimoQuién nombra
Ministro de Exteriores Brigadier o Barón 10 Min.Estado
Gobernadores Militares Tte.Gral. o superior 8/10*Rey
Aide del Dauphin Capitán 9 Dauphin
Aides de los Generales Subalt./Capt./Mayor(+) 6 Generales
Ayudantes de Regimiento Capitán 3 Coroneles
Vicario General Vicario 12 Arzobispo

(*: El Gobernador Militar de París necesita nivel social 10; los demás, 8)
(+: Para Brigadieres: Subalterno. Para Ttes.Generales: Capitán. Para Generales: Mayor)


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AGRADECIMIENTOS

A Xavier y Enric, por el fragmento de Gaceta Militar.

A Enrique, por el excelente retrato de André du Guerrier que acaba de añadir a la galería de personajes.

NOTAS DE LOS REALES SECRETARIOS

Como seguramente habréis notado, seguimos (bueno, sigo, que esto lo hace sólo Tirs) experimentando con la inteligencia artificial, esencialmente para ahorrarme un poco de trabajo y obtener algunas pautas que luego puedo modificar. Luego, básicamente, me dedico a adaptarlo un poco y, sobre todo, a "quitarle azúcar". Si tenéis curiosidad por ver los textos originales sin editar, incluyendo las peticiones que lancé, los podéis encontrar aquí.

El próximo turno será el último de campaña. Espero que estéis disfrutando del verano/invierno (la verdad es que les envidiamos a los del Sur, lo fresquitos que deben estar ustedes estos días).

FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO

El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 8 de septiembre de 2023, a la medianoche (hora española peninsular).

¡Hasta pronto!

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