REAL CRÓNICA DE AGOSTO DE 1658 (Número 388)
No confundamos escoceses con asturianos. Bastante pena tienen ambos ya con que los confundan con irlandeses y gallegos.
Gamin de la Chausée, Teniente General de la Policía
GACETA MILITAR
Empezamos esta crónica con una largamente esperada noticia: finalmente, Dunkerque ha sido tomada. A pesar de las malas artes de traidores y conspiradores, la intervención directa de Su Majestad en la campaña ha hecho posible que esta importante plaza quede finalmente en manos francesas. Destacó la labor de Charles Batz-Castelmore compilando, consolidando y valorando los informes de los exploradores y tropas de reconocimiento, buscando el flanco más debilitado para preparar cuidadosamente el ataque final a las posiciones enemigas.
De hecho, la presencia de nuestro Rey en la campaña no le hizo descuidar los asuntos de Estado, cosa que puede atestiguar Cael de Rouen, que fue llamado por Su Majestad a Dunkerque para despachar diversos asuntos relacionados con el gobierno del Reino. Ha trascendido que uno de los asuntos tratados ha sido la concesión de diversos títulos nobiliarios a quienes se han destacado en las campañas de esta primavera y verano: André du Guerrier y Bernille Nienau fueron nombrados Chevaliers d'Honneur, y Charles Batz-Castelmore obtuvo el título de Viscomte de Castelmore. Sin embargo, no todo han sido buenas noticias: Renné Gade Hércule Delaveau han resultado gravemente heridos en la operación de rescate, aunque su evacuación a París para reponerse de sus heridas no resultó tan mala noticia, teniendo en cuenta que la fortificación defendida por el 5º Regimiento Fronterizo dejó de tener sentido estratégicamente hablando una vez la fortaleza principal cayó en poder de nuestras tropas.
* * *
Del diario del Mayor Alain de la Debâcle, de los Dragones del Gran Duque Maximiliano de Valois:
24 de agosto del año del Señor de 1658
Otro mes en campaña, donde he de decir que apenas nos hemos movido. No sé si es que el coronel de mi regimiento estaba preocupado por mi frágil estado de salud, pero nuestro batallón de dragones ha sido destinado a posiciones en retaguardia y no hemos visto acción alguna.
Yo he hecho caso de mi querido Séneca, que decía en una de sus máximas: "A quien no quieras que tiemble ante un peligro, ejercítalo antes", y he creado un completo y complejo programa de instrucción para mis hombres. LaMouche me dice que soy demasiado exigente, pero creo que, cuando llegue el momento de la batalla, el segundo batallón de los Dragones del Gran Duque Maximiliano estará a la altura de las circunstancias.
A pesar de las horas dedicadas a la instrucción, tengo tiempo de sobras para leer y para meditar. Y pienso en mi amigo Hermeto, que Dios sabe en qué peligrosas indagaciones andará; en Philippe, convaleciente de sus heridas en París. Y en mi amigo regimental Cole Campbell, preso en La Bastilla, aunque todavía no he conseguido averiguar de qué se le acusa. Son tiempos revueltos. Que debemos en parte a mi fallecido enemigo regimental, De La Croix. Espero que el Señor se haya apiadado de su alma y perdonado sus pecados. Yo también tengo algún secreto inconfesable.
Y como para recordármelo, pocos días antes de que levantáramos campo y regresáramos a París, recibí la visita de dos misteriosos caballeros. Traían recado del prelado de mayor rango que los jesuitas tienen en Francia. Considerarían mi deuda para con la orden pagada a cambio de un "pequeño" favor: ayudarles a desembarazarse de cierto personaje que en uno de sus libros (que tendré que leer, por cierto) les ridiculizaba. Sabían que yo le había visitado en la Abadía de Saint-Germain-des-Prés (fruto de mi crisis personal al caer herido el mes pasado) y que tenía acceso a su persona. Me negué en redondo y cuando uno de ellos me preguntó por mis motivos, le respondí con una frase que ese personaje me dijo en nuestro breve encuentro, y que desde entonces resuena en mi cabeza: "Le coeur a ses raisons que la raison ignore".
Veremos si esto tiene consecuencias a mi regreso a París.
* * *
ECOS DE SOCIEDAD
Primera semana
Desde la tradicional sastrería Le Clothes Du Lacoste se redactaron y enviaron numerosas cartas de pésame dirigidas a distintas familias, como gesto de solidaridad y respeto ante las recientes tragedias. Sin embargo, sólo una de aquellas misivas logró trascender el protocolo habitual y generar cierto revuelo en la opinión pública. Se trataba de la carta escrita por Lucille Le Clothes Du Lacoste a la familia del difunto Christian de la Croix. Aunque todas las cartas fueron publicadas en el tablón oficial de la ciudad —como dicta la costumbre en tiempos de guerra—, ésta en particular encontró su camino hasta la redacción de los Reales Secretarios, donde fue reproducida íntegramente en la crónica.
A la Honorable familia de Monsieur Christian de la Croix,
Dios guarde a Vos y a los vuestros en este trance de dolor,
Con el corazón cubierto de luto y la pluma temblorosa por la pena, me dirijo a Vos, en nombre propio y en representación de la casa y sastrería Le Clothes Du Lacoste, para ofrecer nuestras más sentidas condolencias por el fallecimiento de Monsieur Christian de la Croix, cuya partida ha dejado en muchos hogares un silencio difícil de llenar.
Aunque los últimos actos de Monsieur de la Croix no han de ser celebrados por esta Casa, y su proceder reciente nos ha dejado perplejos, no por ello se ha de borrar la memoria de los muchos bienes que otrora nos dispensó, ni el testimonio de lealtad y estima que por años mantuvo hacia nuestra familia y nuestros oficios.
Fue Christian, en tiempos mejores, no solo cliente de nuestros servicios, sino amigo fiel y protector de nuestras labores. A su generosidad debemos, en parte, el renombre que hoy sostiene esta Sastrería, y sería mezquindad de espíritu no reconocer su mano extendida en momentos clave de nuestro destino familiar.
Guardaremos, pues, el recuerdo de aquel caballero que, con noble gesto y palabra firme, supo tender puente entre nuestras voluntades y los grandes acontecimientos de la época. De su trato cortés y su apoyo sincero daremos testimonio mientras nuestra casa mantenga su nombre y linaje.
Rogamos al Altísimo que otorgue consuelo a vuestra familia, y que, en Su infinita misericordia, acoja el alma de Christian bajo Su eterno amparo.
En la pena compartida y el respeto constante,
Lucille Le Clothes Du Lacoste
Sastrería Le Clothes Du Lacoste
Dado en nuestra Casa, a los siete días del mes de Agosto del Año del Señor de mil seiscientos cincuenta y ocho.
Durante esa misma semana, los hermanos Phillipe y Lucille Le Clothes Du Lacoste asistieron a múltiples ceremonias conmemorativas organizadas en la ciudad. Phillipe, recién regresado del frente, arrastraba varias heridas físicas visibles —y tal vez otra más profunda, imposible de curar con vendas—, pero no dejó de estar presente en cada acto oficial, en cada minuto de silencio, en cada rezo compartido.
Lucille, siempre sobria y elegante, caminaba a su lado como un ancla silenciosa. Juntos representaban una imagen de estoicismo que muchos buscaban imitar: la nobleza no solo de la cuna, sino del carácter.
La pareja llegó por fin al Cementerio de los Inocentes. Los dos hermanos cruzaron la entrada y se dirigieron a la capilla. Las nubes dominaban el cielo haciendo que la luz del día que entraba por las ventanas fuera tenue y temblorosa como correspondía al evento que se estaba celebrando en ella. Los allí reunidos se mantenían en un silencio gris, el mismo que impregnaba cada rincón de aquella sala, y que sin previo aviso fue atravesado por la voz de Marcel du Calais, serena pero en la cual se podía adivinar un atisbo de emoción, tras la solemnidad obligada del momento:
«Llegaron a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; volcó las mesas de los que cambiaban el dinero y los asientos de los que vendían las palomas, y no permitía que nadie transportara objeto alguno a través del templo. Y les enseñaba, diciendo: «¿No está escrito: "MI CASA SERÁ LLAMADA CASA DE ORACIÓN PARA TODAS LAS NACIONES"? Pero ustedes la han hecho CUEVA DE LADRONES». Los principales sacerdotes y los escribas oyeron esto y buscaban cómo destruir a Jesús, pero le tenían miedo, pues toda la multitud estaba admirada de Su enseñanza.
Marcos 11, versículos 15-18.
»Esta importante lectura -continuó oficiando el padre Marcel- nos habla de la expulsión del templo de los vendedores y los cambistas, porque lo habían convertido en un espacio de comercio y corrupción. La Casa del Señor no puede utilizarse para el enriquecimiento personal, aprovechándose del humilde creyente que busca refugio en el Padre. Jesús denuncia que en vez de facilitar la relación con Dios, los líderes permitían una manera de oprimir al pueblo sencillo. Dios busca oración y justicia, y no hacer del culto, negocio. El templo se había convertido en refugio del corrupto, pero no basta con estar en el templo para quedar libre de todo pecado. Ni puede uno ampararse en el templo para enriquecerse pensando que queda perdonado por pisar suelo sagrado. Y aquel que señala y actúa contra lo que no es justo, será perseguido por quienes obran con injusticia. Así como los sumos sacerdotes y los codiciosos escribas buscaron la perdición del Salvador, los poderosos buscan la ruina de quien justamente lucha contra lo que está mal. Más alabada sea la misericordia del Señor, que perdona a quien, arrepentido de su abuso o temeroso del divino castigo, enmienda sus errores y libera a los inocentes. Si el Padre perdonó a quienes mataron al Hijo, nosotros también podemos hacer del perdón nuestra espada.
»Daos la mano en paz.»
La misa de réquiem por el alma de Christian de la Croix continuó con un momento de recogimiento, mientras monsieur Cornamusa afinaba su viola junto al presbiterio, a punto de interpretar una monodia, acompañado por un buen amigo del joven inventor a las teclas y los pedales del viejo órgano de tubos de la iglesia.
"Lemniscata", la extraña pieza de Hermeto Cornamusa, tuvo el mismo efecto que si los espíritus de los muertos clamaran a través de las cuerdas de la viola del piamontés, una armonía disonante y cambiante en rápidas sustituciones de tritono que iban y venían sin descanso, hasta que su cadencia hechizante in crescendo cesó inesperadamente con una última nota, que pareció quedar suspendida en el aire para siempre. Todos suspiraron profundamente, un poco conmocionados pero sin duda aliviados de que tan insólita composición tuviera un final, fuera como fuera, mientras que un trío de beguinas muy devotas, sentadas en la primera fila, no paraban de santiguarse.
Luego de la interpretación de Hermeto, el padre Marcel prosiguió con la comunión, un padrenuestro como última oración y la bendición final a los escasos asistentes: una dama muy apenada que mantuvo oculto su rostro durante toda la misa con un oscuro voile de deuil, acompañada por su joven doncella; el caballero Hermeto Cornamusa que había encargado la misa de difuntos, también con claras señales de afligimiento; Lucille Le Clothes du Lacoste, quien vestía de riguroso negro con una gorguera sencilla de lino, sin bordados, conjuntada con una basquiña española que transmitía solemnidad, modestia y respeto; su hermano Phillippe también acudió al acto, vestido con el uniforme de Capitán de la Guardia de Dragones, sin que trascendiera si fue por mera formalidad o si quería dar a entender algún mensaje con esto; más las tres beatonas mencionadas que habían entrado de casualidad, viendo el oficio. La mayor de aquellas mujeres, casi una anciana, era ciega y caminaba con cierta dificultad del brazo de la más joven, precedidas por la tercera quien, al término de la homilía, se había adelantado y esperaba a las otras dos. Bordaron su papel de plañideras con rigor profesional, con la esperanza de llamar la atención de la notable allí presente; expectativa que se vio satisfecha cuando, al salir de la capilla, la dama de alta cuna, aún sabiendo de su oportunista presencia, extendió su mano para darles limosna, quizás compadecida por su situación de extrema pobreza. Aunque finalmente las beatas hicieron gesto de no ser necesario, al sentirse profundamente conmovidas por el sermón del padre Marcel e incluso solicitando posteriormente confesarse, mostrando arrepentimiento por haber querido aprovecharse del dolor ajeno
Hermeto Cornamusa se había adelantado y aguardaba fuera, bajo el cobijo de un árbol, por si se requería de su ayuda para cualquier necesidad que pudiera acontecer, mientras su fiel amigo Jacob esperaba en el cabestrante de una modesta tartana cargada de bultos, al lado de otro carruaje mucho más ostentoso, ambos muy cerca de las fosas comunes, en la entrada sur del camposanto. Vieron salir a la noble dama de la capilla, cogida del brazo de su doncella, dirigiéndose ambas al carruaje, donde su cochero aguardaba. Luego fueron Lucille y Phillipe Le Clothes Du Lacoste, quienes prefirieron marcharse del cementerio paseando en solitario y en silencio. Tardaron un poco más en salir las plañideras, pues como dijimos insistieron en confesarse ante el padre Marcel. Y la confesión de sus pecados debió ser extensa hasta el punto de que Hermeto, hombre de considerable temple, empezó a impacientarse, más al final salieron, acompañadas del padre, quien se aseguró de alejar a las tres mujeres del lugar, despidiéndose de Hermeto con una leve inclinación de cabeza.
Antes de irse, el piamontés se detuvo en la fuente de las ninfas para llenar de agua su sombrero y fue a visitar la tumba de Christian de La Croix. Andaba malamente nuestro amigo Cornamusa a causa de una marcada cojera que le forzaba a inclinarse hacia un lado y el otro como si fuera un péndulo sincopado, lo que dificultaba todavía más que el agua no se escapara de su improvisado recipiente. No obstante, Hermeto logró llegar sin derramar ni una gota y una vez allí regó copiosamente las violetas plantadas a los pies de la tumba de Christian, tomó una de las flores para prenderla en su jubón, y estuvo tocando su viola junto a la sepultura unos minutos más aún.
Caía la noche, y a esas horas en el Cementerio de los Inocentes tan solo quedaba Jacob, que le daba de comer un poco de forraje al caballo cuando se percató de la silueta de un hombre a lo lejos, recortada su figura al sol del anochecer. No se había dado cuenta de su presencia e intuyó que llevaba allí un buen rato, quizás varias horas. Entonces salió finalmente Hermeto del camposanto y Jacob, al advertir su llegada, quiso señalarle al hombre del horizonte, pero éste ya había desaparecido. «¿Imaginaciones mías?», pensó. Podría ser, pero descartó la idea de que alguien los pudiera estar vigilando y ayudó a Hermeto a subir a la tartana. Sin más, emprendieron la marcha en dirección sur, hacia los extramuros de la ciudad.
* * *
A Cole Campbell se lo llevaban los demonios en su celda de la Bastilla. Aunque confortable y de dimensiones decentes, a él se le caían las paredes encima. Después del enésimo paseo de lado a lado de la estancia, se sentó al pequeño escritorio, tomó un pliego de papel, mojó la pluma en el tintero... Y se quedó quieto.
"Ni siquiera escribir puedo", pensó frustrado. "No se me ocurre nada".
En ese momento el pliego resbaló y cayó al suelo. Con un gruñido, Cole Campbell se agachó a recogerlo... Y se quedó quieto a medio gesto. Eso que había en una rendija de la pared... ¿era un papel?
Con el mango de una cucharilla que había intentado en vano convertir en una daga (el metal resultó ser demasiado blando), el escocés extrajo cuidadosamente el papel de la rendija. Lo sopló para quitarle el polvo, lo desplegó y descubrió que no era un papel sino varios, enrollados de manera muy apretada. En una minúscula y apretada caligrafía que le obligó a acercarse a la ventana, leyó:
Retour en Arcadie
por Damien Moreau
Acto I
A medida que sus ojos iban recorriendo las páginas, su rostro sufrió una transfiguración. Lo comprendió todo. Comprendió que su destino, su misión en la vida, era continuar aquella obra que algún alma de infausto destino dejó inacabada, quizás albergando la esperanza de que alguien como él fuese designado por el devenir del Universo para completarla. Poniendo los arrugados pliegos a un lado de la mesa como referencia, retomó la pluma y comenzó a escribir febrilmente...
* * *
-Nos parece insuficiente.
le Viscomte de Castelmore hizo un gesto de contrariedad.
-Es todo lo que puedo ofrecer en este momento. Necesitaré más tiempo para mejorar la oferta.
-Bueno, no tenemos prisa. O al menos no tanta como vuestro amigo.
Y sin mediar más palabra los tres españoles se dieron media vuelta y retrocedieron por el camino por donde habían venido. Batz-Castelmore tomó buena nota, y no dejó de observarlos en el crepúsculo mientras se desviaban del sendero y bajaban campo a través hasta un pequeño embarcadero donde una pasarela los conducía a una pequeña puerta vigilada. Probablemente habían averiguado la importancia de Francesco Maria Broglia y habían subido el precio de su rescate. "Bien", pensó, "habrá que hacerlo a nuestra manera".
* * *
Tercera semana
Se oían en Dunquerque los cañonazos de otro asalto cuando la pequeña embarcación de pesca llegó a un embarcadero auxiliar. Tres pescadores salieron de ella y se dirigieron a una portezuela cercana, en la zona donde los prisioneros franceses estaban custodiados.
-¡Pescado fresco para nuestros valerosos defensores! -dijo uno de ellos a los guardias. Tras meses asediados, la idea de alimentos frescos atrajo a los soldados, sólo para encontrarse con ser apuñalados por sorpresa mientras intentaban comprarlo.
Tomando las llaves, el Teniente Coronel le Castel abrió las celdas, mientras sus camaradas mantenían guardia por si aparecían nuevos centinelas.
-Capitán Broglia, basta de hacer el vago y vuelva con sus hombres -ordenó con una sonrisa, dejando salir también a los otros presos.
-No creeríais que os dejaríamos esquivar vuestra boda, supongo... -dijo el Mayor Gade al ver salir a su amigo-. Ni que haríamos vuestro trabajo indefinidamente -bromeó el Mayor Delaveau.
Mientras empezaban la retirada hacia su barquita de pesca, el resto de prisioneros empezaron a huir con bullicio, alertando a los guardias, que empezaron a intentar recapturarlos. Los cuatro oficiales llegaron a la barquita y se hicieron a la mar. Ya se creían a salvo cuando una batería empezó a dispararles, acertando con una granada que hirió gravemente a los mayores Deleveau y Gade. Fue en ese punto donde la experiencia marinera del Capitán Broglia como ex Marine Real dio sus frutos, consiguiendo llevar la barca a tierra amiga, donde un pelotón de Guardias reales les esperaba para ponerles a salvo.
* * *
Cuarta semana
-¿Todavía sigues con esa obra de teatro?
André du Guerrier lanzó un suspiro y dejó la pluma en el portaplumas. Quien así le hablaba era Christine Daé, más que harta de que su amado no le hiciera ni caso y se pasara el tiempo enfrascado en la escritura.
-¿Y qué otra cosa quieres que haga? El médico me ha recomendado reposo. ¿Qué prefieres, que me pase el día durmiendo?
La dama puso sus brazos en jarras, cosa que a ojos de Du Guerrier la hizo parecer preciosa.
-Reposo no significa inactividad. Llevas todo el mes sin hacer otra cosa que emborronar cuartillas. Al menos podrías llevarme a cenar a algún sitio -y aquí puso cara de estar pensando en un sitio donde ir, con una pícara sonrisa-. No sé... L'Epée d'Or, por ejemplo...
El Mayor Du Guerrier, de la Guardia del Cardenal, se había curtido en cientos de batallas y escaramuzas; además, su excelente habilidad militar lo ayudaba a identificar situaciones en las que la única opción era reconocer la derrota. Lanzó otro suspiro y, fingiendo entusiasmo, dijo:
-¡Qué buena idea! Haré que preparen el carruaje y pasaremos un momento por tu casa para que te arregl...
Cortó en seco la frase. Christine Daé ya estaba perfectamente arreglada y dispuesta para salir. A pesar de que en teoría venía sólo a cuidarle y siempre llevaba un modesto vestido gris perla, hoy en cambio se había puesto radiante, delatando que la salida aparentemente improvisada había sido planeada de antemano con todo detalle.
Suspiró por tercera vez y se levantó pesadamente de la silla. "No hay quien pueda con ella", pensó.
* * *
Del Teniente General de la Policía
A Su Excelencia el Ministro de Estado
MEMORANDUM
Excelencia:
En cumplimiento de las atribuciones conferidas a mi cargo por la Corona, he procedido a la instrucción preliminar del expediente relativo a los reos Thibault Cul-de-Sac y Cole Campbell, ambos militares en servicio activo, detenidos bajo sospecha de haber incurrido en actos constitutivos de alta traición contra Su Majestad.
Tras minucioso examen de los testimonios recabados, documentos militares, y declaraciones de los propios inculpados, se desprende que:
- PRIMERO: El acusado Cul-de-Sac actuó bajo órdenes directas de sus superiores jerárquicos, sin haber manifestado voluntad propia ni iniciativa en los hechos que se le imputan. Asimismo, el acusado Campbell actuó con la sola voluntad de prestar ayuda a Cul-de-Sac, errando en su análisis de la situación y creyendo que éste cumplía órdenes legítimas y en absoluto contrarias a la Corona y al orden público.
- SEGUNDO: La participación de ambos fue de carácter accesorio, sin que de ella se derive consecuencia decisiva ni imprescindible para la consumación del supuesto delito.
- TERCERO: No se ha hallado evidencia que demuestre intención dolosa, conspiración autónoma, ni vínculo alguno con potencias extranjeras o facciones subversivas.
Por tanto, y en virtud del principio de Justicia que guía nuestras instituciones, esta Tenencia General estima improcedente la formulación de cargos por alta traición contra los mencionados individuos. Se recomienda su liberación inmediata, quedando sujetos a vigilancia discreta por parte de esta Oficina, en caso de que nuevas pruebas surgieren.
Ruego a Su Excelencia tenga a bien considerar esta resolución, dictada en aras del honor, la equidad y la paz del Reino.
Con el debido respeto y fidelidad,
Gamin de la Chausée
Teniente General de la Policía
* * *
Un par de figuras caminaban a los pies del baluarte de La Bastilla al despuntar el día, cruzaron el puente, descendieron por el terraplén que baja desde la Puerta de San Antonio hasta el bulevar todavía desierto y se detuvieron allí un instante. Sus sombras se alargaban ante ellos mientras el sol del amanecer se anunciaba por detrás de las murallas de la ciudad que apenas comenzaba a despertarse. Una más ancha y prominente, la otra más larguirucha y delgada, aquellas sombras que les precedían eran las de los caballeros Cole Campbell y Thibaut Cul-de-Sac, recién salidos de prisión por orden del Gobernador Militar de París.
Cantó un gallo. El coloso escocés tomó una bocanada de aire para luego dejarla salir con un bramido mientras se desperezaba como un oso y salió a buen paso hacia el Puente Nuevo. Cul-de-Sac se había detenido a orinar junto al foso del canal y al percatarse de que el otro se iba sin esperarle, mientras Campbell se alejaba le voceó:
-¡Pendrake! ¿Correís a los brazos de vuestra amada? Yo también estoy impaciente por ver a mi querida Madeleine y darle la buena noticia.
Campbell se paró en mitad del camino, volteándose en su dirección para responderle:
-Tal vez ya esté enterada, Cul-de-Sac. Nuestras damas se las saben todas. Pero no puedo presentarme ante Marianne de esta guisa, ni soy portador de tan buenas noticias como vos, pues han confiscado todos mis bienes y ahora estoy en la ruin ruina, amigo mío.
-¿Y adónde pensáis ir?
-De momento a la embajada. Intentaré que Lord Steward me reciba.
-¿Estáis seguro de que es lo más prudente? -inquirió Thibaut con tono de sorpresa.
-¿Y por qué no? No me queda nada que perder -respondió Cole alegremente-. Además necesito un buen baño y cambiarme de ropajes con urgencia, comer en condiciones... Y luego ya veremos -añadió con un encogimiento de hombros, sin perder la sonrisa-.
-Buena suerte entonces -se despidió Thibaut, e iba a decir algo más, pero se quedó mirando fijamente a un punto unos metros por delante del escocés y sólo llegó a musitar:
-¿Pero qué diablos es eso...?
-Os aconsejo que hagáis lo mismo y os adecentéis un poco si pretendéis que os permitan la entrada en casa de las hermanas Dub... -Cole Campbell no llegó a terminar la frase.
Al girarse para retomar el paso mientras estaba hablando, se encaró de frente con un carromato sin toldo ni yugo del que tirara bestia alguna, no obstante se desplazara a inusitada velocidad, que venía directo hacia ellos desde los arrabales de San Antonio. Tras el pasmo momentáneo provocado por un suceso tan inesperado, Campbell se recuperó a tiempo de reaccionar apartándose a un lado ágilmente. Viendo la ocasión la aprovechó para subirse de un brinco al parapeto del carretón despendolado, con la intención de detener su avance de algún modo. Parecía dirigirse como una flecha hacia el terraplén por el que habían bajado unos minutos antes. El escocés albergó la esperanza de que la velocidad se redujera en cuanto comenzara la pendiente, pero todo su optimismo se esfumó en menos de un segundo al divisar, desde donde se había agarrado, un barril sospechoso emboscado debajo del asiento, bien sujeto con una grapa de hierro, percibiendo claramente el inconfundible olor de la pólvora.
Thibaut Cul-de-Sac, quien todavía no había salido de su asombro, miró tras de sí al escuchar la voz de alarma en las puertas del bastión que daban orden de bajar el rastrillo y aprestaban a los tiradores para abrir fuego cuando la carreta estuviera a tiro si continuaba acercándose, cosa que hacía cada vez a mayor velocidad.
"No les va a dar tiempo" -pensó Thibaut, pero ya no quedaba tiempo para pensar, ni para nada más que intentar esquivar el traqueteante armatoste impulsado por el Diablo, porque ya lo tenía prácticamente encima.
-¡CUL_DE_SAC!! ¡¡QUITAOS DE ENMEDIOOOO!!! -vociferó el gigantón que ahora luchaba desesperadamente con el timón de la carreta, sin mucha fortuna ya que el eje de dirección parecía bloqueado. El forzudo de las Highlands tuvo que coger al toro por los cuernos y realizar toda una proeza de fuerza hercúlea, tirando del timón con tal vehemencia que todo el chasis se estremeció justo antes de que el eje se partiera en dos con un sonoro crujido, desviándose abruptamente su rumbo hacia el canal, a muy escasos metros del desnivel de tierra. La carreta pasó como una centella al lado de Thibaut, sus cuatro ruedas girando enloquecidas en el aire, precipitándose aparatosamente a las aguas del río. Pocos segundos más tarde, la explosión en el fondo del canal arrojó una columna de agua que se elevo a gran altura y cayó en tromba sobre sus cabezas.
-Pit le cluassan! -exclamó Campbell, quien había saltado a tierra sin percance, sentado en el suelo y empapado al igual que Cul-de-Sac, de pie a su lado, quien no necesitaba entender el gaélico para comprender lo que el hombre quería decir. Luego de un breve silencio, no pudo resistirse a añadir:
-¡Al menos ya nos hemos dado ese baño que tanta falta nos hacía!
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EL CABALLERO DEL MES
El título de Caballero del mes corresponde a:
Tessier Dusel
Por aclamación, por todo lo que ha hecho por la partida
EL PATÁN DEL MES
El título de Patán del mes queda:
DESIERTO
Por falta de votos
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NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES
- Léo Hardy le Castel ha sido ascendido a Coronel de la Guardia Real
- André du Guerrier ha sido nombrado Chevalier d'Honneur
- Bernille Nienau ha sido nombrado Chevalier d'Honneur
- Charles Batz-Castelmore ha obtenido el título de Viscomte de Castelmore
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ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS
- Charles Batz-Castelmore anuncia que se presentará a Aide de chambre de General 1º (M14A)
- Cael de Rouen anuncia que se presentará a Gobernador Militar de París (M05)
- Francesco Maria Broglia anuncia que se presentará a Ayudante regimental de la Guardia Real (M20A)
- Hércule Delaveau anuncia que se presentará a Aide de chambre de General 2º (M14B)
- Renné Gade anuncia que se presentará a Ministro de Exteriores (C04)
- Thibaut Cul-de-sac anuncia que se presentará a Aide de chambre de General 3º (M14C)
- Thibaut Cul-de-sac anuncia que se presentará a Aide de chambre del Dauphin (M16)
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------------ Inicio de la estación de OTOÑO ------------
CARGOS PARA EL MES DE SEPTIEMBRE
Cargo | Requisitos | N.S. mínimo | Quién nombra |
Ministro de Exteriores | Brigadier o Barón | 10 | Min.Estado |
Gobernadores Militares | Tte.Gral. o superior | 8/10* | Rey |
Aide del Dauphin | Capitán | 9 | Dauphin |
Aides de los Generales | Subalt./Capt./Mayor(+) | 6 | Generales |
Ayudantes de Regimiento | Capitán | 3 | Coroneles |
Vicario General | Vicario | 12 | Arzobispo |
(*: El Gobernador Militar de París necesita nivel social 10; los demás, 8)
(+: Para Brigadieres: Subalterno. Para Ttes.Generales: Capitán. Para Generales: Mayor)
CARGOS PARA EL MES DE OCTUBRE
Cargo | Requisitos | N.S. mínimo | Quién nombra |
Capitán Escolta Real | Capitán de Guardia Real | 9 | Gobernador Militar de París |
Capitán Escolta Cardenal | Capitán Guardia Cardenal | 7 | Gobernador Militar de París |
Abanderado Escolta Real | Subalterno Guardia Real | 9 | Gobernador Militar de París |
Abanderado Escolta Cardenal | Subalterno Guardia Cardenal | 6 | Gobernador Militar de París |
Chancellor | Vicario | 11 | Arzobispo |
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AGRADECIMIENTOS
- A José, como siempre por el diario de Alain de la Debâcle.
- A Albert, por la carta de la familia Le Clothes Du Lacoste y el párrafo introductorio (que acabé fusionando con el relato de la misa fúnebre... Espero que no le importe)
- A Charli, Kike y Víctor, por la escena de la misa fúnebre escrita a tres bandas (tiene narices que uno co-escriba la crónica de su propio funeral)
- A Lluís, por el relato del rescate de Francesco Maria Broglia.
- Y a nadie más, respondiendo a una petición.
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NOTAS DE LOS REALES SECRETARIOS
Como ya sabéis todos, hace unos días falleció nuestro querido Luis d'Estrées. Para los jugadores más novatos en esto del rol habrá sido solamente un gran compañero de partida de "En Garde!", pero para los que ya llevamos muchos años en esto fue mucho más: un amigo, un guía y un ejemplo. Desde los tiempos de la lejana partida de Miguel Antón que dio origen a ésta, hace ya más de treinta años (más de cuarenta si contamos desde los orígenes de esa mítica partida, llamada "Les Liaisons Dangereuses"), Luis ha sido siempre querido por todos los que han jugado con él tanto en esa partida como en otras, algunas dirigidas por él: por su excelente trato personal, su habilidad para manejar situaciones de juego complicadas, y su permanente disposición a ayudar a quien lo necesitase. En su tienda de Sitges, "Doctor Game", quien entraba "a comprar algún regalo de Reyes para los niños" salía con el juego ideal para sus necesidades y además como jugador convencido. En fin, Luis, dondequiera que estés, te echaremos de menos. Descansa en paz.
FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO
El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 10 de octubre de 2025, a la medianoche (hora española peninsular).
¡Hasta pronto!
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