| REAL CRÓNICA DE JULIO DE 1658(Número 387)
		Todo... ha salido... según lo previsto.Christian de la Croix
 GACETA MILITAR Dunkerque 
La toma de Dunkerque, que en principio tenía que ser un paseo militar, ha encontrado complicaciones inesperadas debido a que los españoles supieron de antemano que se iba a producir el ataque y reforzaron abundantemente la plaza. Los combates están siendo particularmente sangrientos: André du Guerrier, Alain Derrengué y Phillipe Le Clothes Du Lacoste han recibido graves heridas y han tenido que ser evacuados. Por otra parte, Francesco Maria Broglia sigue prisionero, se supone que dentro de la fortaleza. Conociéndole, estamos seguros de que ya está preparando un intento de fuga, pero no creemos que lo vaya a tener fácil.
 
Pero no todo han sido penurias y contratiempos: Charles Batz-Castelmore ha vuelto a dar prueba de su arrojo hasta el extremo de obtener por segunda vez una doble mención en la Orden, lo que vuelve a hacerle acreedor a que Su Majestad sopese la posibilidad de otorgarle un título nobiliario. Bernille Nienau ha obtenido una mención y algo de botín, mientras que Léo Hardy le Castel ha sido ascendido a Teniente Coronel y Hércule Delaveau ha sido ascendido a Mayor ocupando la plaza que ha dejado vacante el anterior.
 
En el Segundo Regimiento Penal (formado principalmente por condenados, como su nombre indica), sirve Renné Gade. Pese a su estatus, la desconfianza del Coronel evitó que mandara un Batallón (quién puede culparle, con las circunstancias en que llegó a él). La fortaleza que defienden fue objetivo de un asalto por parte de las tropas españolas que intentan levantar el asedio, y tal fue su empuje que una partida de asalto logró una brecha en las murallas, entrando en la fortaleza. El regimiento parecía condenado a rendirse cuando el mando del segundo batallón decidió jugarse el todo por el todo en una salida. Obedeciéndole, tomando una granadera y ordenando a sus hombres hacer lo mismo, el barón encabezó la salida, pillando por sorpresa a las tropas que iban a reforzar la brecha, y evitando con lanzamiento de granadas que pudieran formar para defenderse, logró batir en retirada a los refuerzos, haciendo que los asaltantes tuvieran que abandonar. Por sus actos, ha sido ascendido a Mayor en los Fronterizos.
 * * * ECOS DE SOCIEDAD Primera semana 
Élise Leclerc se encerró en su alcoba y sacó un sobre de entre los pliegues de su vestido. Se sentó y lo rasgó para extraer la carta de monsieur Nienau que contenía. Entre suspiros leyó:
 
A mi adorada Èlise:
 
Desde el campo de batalla de Dunquerque,
 
Mi bienamada Èlise,
 
Que estas letras te hallen en paz, rodeada de luz y en la gracia de Dios. Yo, tu prometido fiel, te escribo con la pluma temblorosa de emoción, no por temor, sino por el ardor que tu recuerdo enciende en mí.
 
Sigo con vida, gracias al Altísimo, y mis misiones han sido cumplidas con honor. Luchamos con bravura contra los españoles, y puedo decir con orgullo que en estos momentos nuestros objetivos han salido victoriosos, al extremo de que se me ha mencionado en la Orden. Pero la batalla continúa.
 
Los Coraceros del Delfín, esos hombres de acero y alma ardiente, han combatido como si la misma Francia cabalgase con nosotros. Jamás vi tanto valor ni tanta fidelidad en unos corazones tan firmes. Ser su Mayor me llena de orgullo.
 
Mas en medio del fragor, tu imagen siempre me acompaña. En cada aurora y en cada choque de espadas, pienso en ti. Mi alma vuela hacia París y se posa, invisible, junto a ti, aunque mi cuerpo permanezca aquí, en tierra de pólvora y gloria.
 
Ruega por nosotros, dulce Èlise, como yo ruego cada noche por volver a tu lado. Mi deber ahora está entre mis hombres y Dios quiera que en nuestro reencuentro podamos disfrutar de nuevo -en el palco del teatro- de nuestras interesantes conversaciones sobre estas obras literarias cuya pasión compartimos.
 
Por ti, por Francia, por el honor.
 
Tu amado
 
Bernille
 
 Fortaleza-prisión de la Bastille, puerta de Saint Antoine, a media tarde. El guardia tiene que parpadear y frotarse los ojos varias veces para dar crédito a lo que ve. Por la calle frontal, ligeramente empinada, sube una especie de silla con ruedas. Sentado en ella, un caballero que mueve unas manivelas situadas en la parte delantera. Tanto el centinela como su compañero se ponen en alerta, dispuestos a repeler cualquier amenaza, pero el extraño artefacto no tiene nada de amenazador: se detiene a unos pasos de la puerta, y el caballero, que no es otro que Hermeto Cornamusa, baja de él, toma un gran bolso de cuero del interior de la silla, y caminando con dificultad se dirige a ellos: 
-Buenas tardes. Desearía visitar a Christian De La Croix.
 
-Me temo que eso no será posible, monsieur -es la respuesta-. Por una parte, Su Excelencia el Gobernador Militar ha prohibido todo tipo de visitas a los reos, y por otra parte el propio prisionero ha expresado su deseo de no ver a nadie. Además -continúa, bajando la voz como quien revela un secreto-, su estado tampoco es el más adecuado para recibir visitas. Recibió heridas muy graves, como probablemente sabéis.
 
-Pero es que de eso se trata precisamente -responde el visitante-. Con el contenido de este maletín puedo devolverle la salud.
 
Más movido por la curiosidad que otra cosa, ya que las órdenes son estrictas y el visitante no podrá entrar, los guardias le piden la bolsa y echan un vistazo. Dentro, un juego de cánulas de extremos puntiagudos unidas a un tubo de vidrio provisto de un émbolo.
 
-...
 
-¿Ni drogas, ni pócimas, ni ungüentos? ¿Cómo queréis curar al prisionero con esto?
 
-Muy fácil: reponiendo la sangre perdida, tomando una pequeña parte de la que tienen en abundancia personas sanas. Con tres o cuatro colaboradores, incluido yo mismo, sería suficiente.
 
Los guardias no saben si reírse o hacer la señal de la Cruz. Finalmente optan por la opción más fácil: acogerse a las órdenes recibidas.
 
-Lo lamento mucho, pero tenemos órdenes muy estrictas. Su Excelencia nos ha dicho incluso que no es necesario ni que le preguntemos en caso de que haya una supuesta excepción. Además, aunque el Gobernador militar os autorizase, igualmente el reo no querría recibiros.
 
-¿Y no puedo... hablar con Su Excelencia el Gobernador Militar?
 
-No se encuentra en la Bastilla en este momento -fue la seca respuesta, dado que los guardias empezaban a cansarse del tema.
 
-Entendido -responde Hermeto Cornamusa con un suspiro de resignación-. Probaré otra vez mañana.
 
Los dos centinelas contemplan al visitante mientras éste renquea de vuelta hasta el artefacto, se sube en él, y comienza a girar las manivelas poniéndolo en movimiento y desapareciendo lentamente por donde había venido.
 * * * Del diario de Alain de la Débâcle: 
3 de julio del año del Señor de 1658
 
Regreso convaleciente a París y me encuentro la ciudad apelmazada y hecha unos zorros. Al llegar, todavía veo los destrozos que provocó la asonada de Les Casseroles du Prince de Condé. Nunca imaginé que De la Croix fuera capaz de algo así. Pese a ser enemigos regimentales, siempre tuve cierta simpatía por sus actitudes y mensajes. Sé que está malherido y preso en La Bastilla, junto con otros oficiales que estaban en la conspiración. Ahora entiendo que debe ser duro que el dueño de tu regimiento esté luchando en el bando de los españoles, pero de eso a sublevarse... Además, seguro que, al final, al Príncipe de Condé se le perdonan todos sus desmanes. Y no pasará lo mismo con De La Croix. Para aliviar el tedio de la ciudad medio desierta (todos los caballeros presos, heridos o en campaña) invito al Padre Marcel al estreno teatral del mes. También lo intento con mi amigo Cornamusa, pero anda empecinado en visitar a De La Croix en La Bastilla, para salvar su cuerpo, ya que no su alma. La obra que el pater y yo vemos es interesante y me da que pensar. Y la conversación con el sacerdote es un alivio. ¡Gracias, padre Marcel!
 * * * Segunda semana 
La segunda semana fueron los clubs los protagonistas, pero no de la manera habitual: fray Marcel du Calais pasó todo el tiempo en el salón principal de Les Chasseurs, inusualmente tranquilo debido a que prácticamente todos sus parroquianos habituales se encuentran de campaña. El sacerdote aprovechó la circunstancia para estudiar en un ambiente más cómodo y espacioso que su modesta habitación. También Alain de la Débâcle pasó la semana leyendo en un club prácticamente vacío, pero en este caso se trató de La Garde Montante.
 * * * 
En su celda de la Bastilla, Cole Campbell sigue rascando pacientemente un rincón de la pared con un trozo de metal que se ha procurado. El metal procede de una de las escudillas en que le sirven la comida, y es blando hasta la exasperación. Pero él continúa su trabajo mientras ignora la voz que resuena en su cabeza: "NADIE HA CONSEGUIDO ESCAPAR NUNCA DE LA BASTILLA". "Siempre hay una primera vez", se dice.
 
También Thibaut Cul-de-sac se encuentra prisionero en la Bastilla, en una celda no lejana de la anterior. No hace más que darle vueltas a todo en su cabeza: ¿Qué ha podido salir mal? ¿Quién ha prevenido al Gobernador Militar? ¿Lo enviarán al menos a campaña en un fronterizo?
 * * * Del diario de Alain de la Débâcle: 
10 de julio del año del Señor de 1658
 
Nada que reseñar. Me aburro. Visito mi club (desierto) y no puedo beber. Me sumerjo en la lectura de las Meditaciones del emperador Marco Aurelio. Paseando con mi libro bajo el brazo, todavía renqueante, atisbo a una bella dama que causa en mí una agradable impresión. He de averiguar más cosas sobre ella, que también hacía que su chaperone cargara con un voluminoso tomo para leer en el parque. Es lo que me pasa siempre, cuando no tengo nada que hacer voy y me enamoro.
 * * * Tercera semana Del diario de Alain de la Débâcle: 
17 de julio del año del Señor de 1658
 
Por fin me encuentro con mi querido amigo Cornamusa en La Garde Montante. Pero Hermeto llega ya bastante cargado de alcohol y no cesa de quejarse de la dureza del Ministro de Estado. Y de lamentar que, si no le dejan acudir a La Bastilla, su amigo De La Croix pasará a mejor vida. Yo intento animarle, pero la verdad es que tampoco soy un dechado de optimismo. Al final, Hermeto se marcha en busca de otros abrevaderos donde seguir ahogando sus penas y yo regreso a mi buhardilla, para dormir arropado por las 'Cartas a Luclilio' de Séneca. El estoicismo es lo que más conviene a mi estado de ánimo actual.
 * * * 
A la atención del Ministro de Estado:
 
Postrado en la celda y sintiendo la vida abandonar mi cuerpo, deseo poner en orden mis asuntos antes de rendir cuentas con Dios.
 
Asumo toda la responsabilidad como cabecilla del alzamiento militar que llevaba preparando desde antes de mi llegada a París.
 
Soy el hijo de Maurice Cloutier, viscomte de Bourges y antiguo Coronel de los Coraceros del Príncipe de Condé, quien sirvió con lealtad al verdadero y digno Rey de Francia, su Majestad Louis II de Bourbon-Condé, Príncipe de Sangre Real. Mi padre sirvió a Condé en la campaña del Rosellón, en Flandes bajo las órdenes del Mariscal de L'Hôpital, en Rocroi, en Friburgo, en la batalla de Nördingen contra Mercy, en Lens frente al Archiduque Leopoldo Guillermo de Habsburgo y en otras muchas campañas. Murió en París el 2 de julio de 1652, durante la batalla de San Antonio y al frente de su Regimiento, dándole al Príncipe de Condé tiempo a huir tras la retirada de las tropas ante el avance de Turenne.
 
 Contaba yo con tan sólo trece años y ya entonces juré que dedicaría mi vida a honrar con honor la memoria de mi padre y ponerla al servicio de su Majestad Louis II de Bourbon-Condé. Los siguientes años fueron de entrenamiento militar hasta que decidí trasladarme a la Citè con el objetivo de hallar un plan que pudiera favorecer de alguna manera las posiciones de Condé, quien desde el año posterior a la muerte de mi padre se exilió a Flandes para continuar la guerra contra el usurpador. Por supuesto, tuve que cambiar mi apellido, pues Cloutier podría ser recordado por los más veteranos. 
Fue relativamente fácil ingresar en el antiguo regimiento de mi padre e ir ganándome el amor y la confianza de los soldados a través de la valentía en el frente de batalla, el orgullo y el recuerdo de las hazañas de antaño (por eso voluntaricé mi batallón en enero y febrero). Todo ello facilitado por la repulsa que los hombres sentían a mi predecesor, un hombre corrupto, ocioso y libertino. Mis hombres me seguirían allí ciegamente donde les condujera aunque fuera a un precipicio. Sin hacer preguntas. Por lealtad.
 
De ahí que le ruego que en su castigo no sea severo con ellos. Ellos no sabían del alcance de mi rebelión y creían que lo hacían por el bien de Francia. Lo cual, desde mi punto de vista, no deja de ser verdadero, pues sólo Condé puede reconducir a Francia a su gloria de antaño. Los planes de alzarse contra el Gobernador Militar de París, es decir, contra vuestra Excelencia, sólo los conocieron este mismo mes y por la consecuente ejecución de las mismas órdenes enviadas. Me odiarán y me condenarán por ello, así como las familias de los fallecidos, las cuales me repudiarán y escupirán al suelo cada vez que oigan mi nombre. Oiréis muchas súplicas de misericordia, que no sabían nada de mis pretensiones y cosas por el estilo. Y será cierto. Dios me perdone por los huérfanos que he dejado atrás.
 
En marzo tuve la suerte de conseguir el puesto de Ayudante del Mariscal de Francia. ¿Qué mejor manera de servir al Príncipe de Condé que espiar al mismísimo Henri de La Tour d'Auvergne, más conocido como el Mariscal Turenne, quien le había hecho retroceder en 1652? Gracias a ello tuve acceso a todos los planes de la campaña de verano. Fue ejerciendo como su ayudante como supe del ingenioso plan de asaltar Dunkerque para el mes de mayo, con adelanto a la campaña militar. El Mariscal no paraba de comentar que si bien la victoria de Rocroi había sido singular por haber acabado con la supremacía militar de los Tercios de Flandes, estratégicamente había sido una victoria pírrica. Mucho ruido y pocas nueces. Esto se manifestaría una década más tarde cuando en 1653 el ingenio militar de Condé recuperaría Rocroi para los españoles o, mejor dicho, para la Francia libre. Esta victoria ha sido tan silenciada que en muchos salones de París se siguió creyendo que la plaza seguía estando bajo la soberanía del usurpador, máxime cuando en esta interminable partida entre Turenne y Condé, el primero venció en Arras al año siguiente. La disputa entre los dos titanes continuó. Primero con la victoria española en Pavía, un año más tarde, y segundo y mucho más importante con la victoria en Valeciennes, en 1656. ¿Sabía que dicen que el mismísimo Rey de España, Felipe IV, ordenó acuñar una medalla de oro para conmemorar la victoria y se la mandó a Condé junto con un sable de caballería del mismo metal? Sinceramente, dudo que el usurpador tenga esa deferencia para con vuestra Excelencia, por muchos años de servicio que sacrifiquéis. Sea como fuere, esta derrota enojó mucho a Turenne. A pesar de que se hablaba de que el cardenal Mazarino firmaría la paz con los españoles, el usurpador no quería devolver los privilegios y propiedades que bellacamente arrebató al Gran Condé. Por lo tanto, el Mariscal tendría una nueva oportunidad. ¡Y vaya que no la desaprovechó! Reunió tropas, acordó alianzas y no quiso presentarse en Dunkerque sin disponer de la superioridad adecuada: diecisiete mil hombres más tres mil soldados de Cromwell, su escuadra inglesa y el factor sorpresa.
 
¿Qué podía salir mal? Pues obviamente os podréis imaginar que un conveniente aviso de los planes de Turenne a Condé, ya que un servidor los conocía todos. ¿Pero cómo podía yo siquiera hacerle llegar al Príncipe el aviso, con tantas tropas de camino? La solución me la dio Alain de la Débâcle: ¿Cual es la única nación de Europa que puede participar en ambos lados de una guerra y beneficiarse de ello por partida doble? Habéis acertado. Así que tanteé al caballero Cole Campbell para conseguir un acercamiento al embajador y cual fue mi sorpresa de que los representantes del Lord Protector en París ya tenían sus propios planes en marcha. Es tan frecuente la práctica de la colusión en este pueblo, tan natural en ellos, que no puedo dejar de preguntarme cómo consiguen que los reinos continentales sigan firmando tratados. En definitiva, ellos estaban en la posición de hacerle llegar a Condé los planes del asedio. Las pruebas de lo que os digo las podréis encontrar en el despacho del Teniente General de la Policía, aunque me imagino que ya las tendréis en vuestras manos dado el resultado de mi parisino levantamiento.
 
¿Fue un plan improvisado? Más bien adelantado y precipitado por los acontecimientos. Ciertamente mis cálculos inicialmente requerían de al menos dos años de servicio para obtener el mando del regimiento por ascensos, más no podía desaprovechar la oportunidad de que todos los regimientos del Ejército se dirigieran a Dunkerque, ya secretamente abarrotada de cañones por todos lados. Tan sólo tuve que retener a mi regimiento unos días y dejar que se adelantaran los demás y así lidiar únicamente contra vuestros hombres. Os felicito por vuestra perspicacia. Sólo un hombre de vuestra astucia podría «adivinar» todo el plan: la emboscada en una de las principales avenidas de París, el intento de asesinato del Cardenal Mazarino y la rendición de la Bastilla.
 
De haber tenido éxito, la ciudad se encontraría bajo mi mando y el ilegítimo Louis-Dieudonné de Bourbon se encontraría ante el dilema de mantener las posiciones en Dunkerque o dividir el ejército para recuperar la Cité. El asedio a la capital hubiera supuesto ventaja para los ejércitos de mi querido Príncipe, quien estoy seguro que, con la ayuda de Dios, habría hecho fracasar la campaña militar de su eterno rival. Estaba dispuesto a fortificar París y dejar mi vida en ello, alargando el asedio todo lo que pudiera, con tal de que este segundo frente en el corazón de Francia le sirviera a su Majestad Louis II. Tan sólo deseo que mis últimos esfuerzos lleguen a sus oídos y recuerde el apellido de quien le sirvió fielmente con anterioridad.
 
Christian Cloutier,
 
Coronel de los Coraceros del Príncipe de Condé
 
Leal servidor del verdadero Rey Louis II de Bourbon-Condé
 
Cael de Rouen levantó la vista del papel y lanzó un hondo suspiro. Frente a él, tendido sobre la cama de la celda, el cuerpo exánime de De La Croix. A un lado, el guardián, con cara de circunstancias y rezando en su fuero interno para que no le cargaran a él (nunca mejor dicho) el muerto. Finalmente se atrevió a romper el ominoso silencio para decir:
 
-Ex-excelencia, ya nos a-avisó el médico de que se-seguramente no pasaría de esta noche.
 
-En cierto modo -repuso el Ministro de Estado y Gobernador Militar-, se nos ha escapado de entre los dedos. Pero supongo que era inevitable. Todo este asunto, sumado a las interferencias de Mazarino llamándome continuamente a consultas en ausencia de Su Majestad, y a que el reo no estaba en un estado en que pudiera interrogarle debidamente, al final nos ha dejado con un palmo de narices. Pero bueno, al menos ha tenido la dignidad y decencia de dictar una confesión, y dado que ahora tanto le daba ya todo, puedo asumir que es veraz aunque por supuesto haré algunas comprobaciones.
 
El soldado recuperó la calma, aliviado. En ese momento llegó un segundo guardia:
 
-Disculpad, Excelencia. Está otra vez en la puerta ese joven caballero sentado en su silla embrujada. ¿Lo echamos como siempre, o le decimos que...? -y señaló al difunto con un gesto de la barbilla.
 
le comte de Rouen hizo un gesto de fastidio.
 
-Qué cansino -suspiró-. Bajaré yo mismo a decírselo, a ver si así nos lo quitamos de encima.
 * * * Cuarta semana Del diario de Alain de la Débâcle: 
24 de julio del año del Señor de 1658
 
Los médicos del ejército estiman que puedo regresar con mi regimiento, pese a no estar totalmente recuperado. Me entero entonces de que el buen Philippe Le Clothes du Lacoste también ha sido herido en Dunquerque y que acaba de llegar a París. Lástima que no tengo tiempo para visitarle brevemente. Mi criado Jean Luc Pottard hace mi equipaje con la eficacia suya tan característica (pero esta vez me llevo más libros y menos Calvados) y emprendemos la marcha. Si encuentro de nuevo al gigante arcabucero español, le voy a enseñar lo que vale un De la Débâcle.
 * * * 
El sol caía a plomo sobre el cementerio, haciendo brillar la piedra caliente de las lápidas. Las cigarras cantaban con insistencia entre los cipreses inmóviles, ajenas al paso de la carroza que, pasado el mediodía, se detuvo junto a la verja de hierro forjado. De ella descendió una dama vestida con un ligero brocado color ébano, su silueta protegida por una sombrilla que proyectaba delicadas sombras sobre su rostro, oculto tras un oscuro voile de deuil. A su lado, la doncella caminaba un paso atrás, abanicándose con torpeza mientras sostenía una caja de madera pulida contra el pecho.
 
El aire olía a tierra seca y flores marchitas. Avanzaron en silencio por los estrechos senderos de grava, sorteando los ángeles de piedra y las cruces desgastadas, hasta detenerse frente a una tumba en el rincón más alejado del cementerio, oculto por la vergüenza que ocasionaba su mera existencia. Una tumba sencilla y una lápida modesta era lo máximo que se había atrevido a decidir. El resto del dinero se había empleado en conseguir el cuerpo y dos discretos enterradores que le dieran sepultura. Un sacerdote de confianza se había encargado del escueto sepelio oficiado anteayer. La dama se detuvo bajo el resguardo de su sombrilla, y por un instante, todo el calor del día pareció disolverse en el recuerdo de días felices, jóvenes e inocentes.
 
-Mi señora, hace demasiado sol -apremió la doncella-. Todo París se cobija a la sombra.
 
-Por eso hemos venido a esta hora, lejos de miradas curiosas -respondió con paciencia a la simpleza de su criada, a la vez que le hizo un gesto con la mano.
 
La doncella abrió la caja de madera, descubriendo un pequeño ramo de violetas y una paleta de mano que recogió su señora con delicadeza. A pesar de la sofocante temperatura, dejó en el suelo la sombrilla y dedicó el tiempo necesario para cavar un pequeño hoyo y plantar las violetas al lado de la tumba.
 
Una vez terminada la labor, se dirigió a una pequeña fuente y recogió con un cántaro allí dejado un poco de agua para regarlas. Luego se lavó las manos y agarró de nuevo la sombrilla. La doncella se mostró inquieta en todo momento, temerosa de que le diera un golpe de calor y se desmayara allí mismo, mas la entereza de la dama no flaqueó en ningún momento. Rezó un padrenuestro y unas pequeñas lágrimas se deslizaron bajo su rostro.
 
-Ojalá hubiéramos elegido un padre distinto para ti. Todo esto no habría pasado y te habría visto crecer hasta formar tu propia familia -suspiró.
 
-Viscomtesse, ya llevamos mucho tiempo aquí. Por favor, es peligroso -rogó su criada, sin saber si se refería al calor o a prolongar demasiado su presencia en el cementerio.
 
La dama finalmente siguió su consejo, no sin antes lanzar un tierno beso al aire, enfrente de la lápida donde sólo se podía leer un nombre propio, sin apellido.
 
Ambas se alejaron de vuelta al carruaje.
 
 * * * EL CABALLERO DEL MES El título de Caballero del mes corresponde a:Cael de Rouen
Por su hábil aplastamiento de la rebelión militar en París
 EL PATÁN DEL MES El título de Patán del mes corresponde a:Christian De La Croix
Por su fallido intento de rebelión militar, que ha acabado pagando con la vida
 * * * NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES 
Léo Hardy le Castel ha sido nombrado Teniente Coronel de la Guardia Real.
Hércule Delaveau ha sido nombrado Mayor de la Guardia Real.
Renné Gade ha sido nombrado Mayor del Quinto Regimiento Fronterizo.
 * * * ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS 
Este mes no ha habido anuncios.
 * * * CARGOS PARA EL MES DE AGOSTO
| Durante este mes no se renuevan cargos. |    ------------ Inicio de la estación de OTOÑO ------------ 
 CARGOS PARA EL MES DE SEPTIEMBRE
| Cargo | Requisitos | N.S. mínimo | Quién nombra | 
|---|
 | Ministro de Exteriores | Brigadier o Barón | 10 | Min.Estado |  | Gobernadores Militares | Tte.Gral. o superior | 8/10* | Rey |  | Aide del Dauphin | Capitán | 9 | Dauphin |  | Aides de los Generales | Subalt./Capt./Mayor(+) | 6 | Generales |  | Ayudantes de Regimiento | Capitán | 3 | Coroneles |  | Vicario General | Vicario | 12 | Arzobispo |  
(*: El Gobernador Militar de París necesita nivel social 10; los demás, 8)(+: Para Brigadieres: Subalterno. Para Ttes.Generales: Capitán. Para Generales: Mayor)
 * * * AGRADECIMIENTOS 
A Víctor, por su confesión y por el fragmento final donde una misteriosa dama visita la tumba de Christian de la Croix.A Kike, por su visita a la Bastilla.A Xavi, por su carta a Élise.A Lluís, por la acción militar de Renné, pero sobre todo por su amable oferta de escribir él la crónica partiendo de mis notas minimalistas si mi mano no mejoraba a tiempo. Finalmente no ha sido necesario, pero le agradezco mucho la intención.A José, por el diario de Alain de la Débâcle. NOTAS DE LOS REALES SECRETARIOS 
Bueno... Este turno ha sido accidentado. Entre lo de mi mano, las vacaciones de Joan, y mis propias vacaciones que organicé en febrero y luego me olvidé totalmente de ellas hasta ahora (sí, yo soy así), al final la tenemos de milagro. Muchas gracias a todos por la paciencia y la ayuda. Suerte que es verano y en teoría los turnos son más tranquilos... ¡si nadie se encarga de complicarlos!
 FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 5 de septiembre de 2025, a la medianoche (hora española peninsular). ¡Hasta pronto! 
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