| REAL CRÓNICA DE OCTUBRE DE 1657(Número 377)
ECOS DE SOCIEDAD Primera semana 
El recién nombrado Chevalier d'Honneur, Gamín de la Chaussée, vistiendo sus mejores galas en esta soleada mañana de principios de octubre, radiante de energía y entusiasmo, salió de su vivienda.
 
A su vuelta de campaña y tras recibir el prestigioso nombramiento, Gamin se preguntó las agradables consecuencias que le depararía el distinguido título. Comprobó el estado de su bolsa y consideró que ingresar en el club de La Garde Montante sería el inicio de un prometedor futuro. Al pagar la cuota con resignación (¡el doble de su anterior club!), de la Chaussée aprovechó la circunstancia para preguntar sobre los servicios de la entidad, el ambiente del local... y las últimas nuevas sobre la société parisienne.
 
El jovial encargado del club se mostró muy solicito y extremadamente locuaz. Le explicó que se avecinaban grandes cambios en el ámbito teatral con el nombramiento del Barón de Castelmore y que una nueva dama estaba deslumbrando en la capital: Anne Lefèvre, una belleza de pelo castaño y gusto exquisito. Suele jugar al croquet, este nuevo deporte originario del Languedoc que se está poniendo de moda practicar en los jardines de las Tuileries. Cuando levantó la vista para explicarle los últimos chismes sobre la Corte, descubrió asombrado que de la Chaussée había desaparecido.
 
Gamin llegó acalorado a los jardines, sopesó comprar una rosa en el puesto de flores de la entrada, pero desistió de la idea. Optó por cortar una preciosa margarita que había crecido hermosa y rebelde junto a un parterre de crisantemos, y recorrió el parque en busca de renovadas experiencias, oliendo su preciosa flor.
 
Tras una larga media hora de infructuosa búsqueda, de la Chaussée empezaba a desmoralizarse... Hasta que de pronto escuchó el nítido golpear de un mazo a una bola de madera que parecía a su vez chocar contra algo metálico. El sonido le hizo adentrarse en un pequeño bosque tras el cual se revelaba una explanada de césped recién cortado que olía a hierba fresca. Y allí descubrió a un grupo de jóvenes caballeros y damas riendo despreocupados, asiendo mazos de madera y observando unas bolas de colores en el suelo. Gamin reconoció de inmediato a la señorita Lefèvre, con una preciosa melena ondulante que vibraba con la ligera brisa que recorría el llano. Estaba concentrada, con una encantadora mueca en su rostro angelical y dónde asomaba la punta de su lengua por la comisura de sus carnosos labios apretados, mientras se disponía a golpear una bola azul a través de un pequeño aro obstaculizado por otra esfera de madera amarilla.
No queriendo interrumpir la partida, De la Chaussée se colocó detrás de un parterre a cierta distancia para poder contemplar discretamente a la dama. Era incluso más bella de lo que había podido imaginar.
 
Fue toda una sorpresa ver a la señorita Lefèvre golpear con tanto ímpetu y pasión. La bola azul chocó con fuerza contra la amarilla y erró ampliamente el aro pasando por encima, describiendo un largo arco que terminó fuera de la vista de la dama.
 
-¡Vaya, parece que le habéis dado demasiado fuerte! -comentó otra dama entre risas-. Bueno, qué os parece si vamos a tomar un refrigerio y los criados se encargarán de recogerlo todo?
 
Y así, el alegre grupo abandonó la escena entre risas y bromas.
 
[...]
 
-¿Estáis bien, monsieur?
 
Gamin de la Chaussée abrió los ojos y se incorporó lentamente hasta quedar sentado. El tosco rostro que había frente a él no se parecía en nada al de la bella dama, y además tenía una expresión de suma preocupación.
 
-Qué alivio. Parece que habéis recuperado el conocimento -dijo el criado-. Al parecer, esta bola de madera os golpeó la cabeza -señaló la bola que reposaba en el suelo con aspecto inocente-. ¿Podéis levantaros?
 
Gamin se palpó instintivamente el chichón que adornaba su cabeza y emitió un quejido.
 
-Uf... Creo que sí. Me voy a casa.
 
Y así, dolorido y de un humor de perros, terminó Gamin de la Chaussée su paseo por el parque, tan accidentado como infructuoso.
 * * * 
Tessier Dusel visitó la residencia del embajador de Suecia con un entusiasmo no disimulado y un firme propósito. Pero a juzgar por el notable disgusto de su expresión al abandonar la mansión del barón Svensson, parece que se llevó un chasco.
 * * * En le Théatre Royale, Bernille Nienau estaba prestando a la obra representada una atención extrema. Tanto, que si le hubiesen preguntado el argumento al terminar, no habría sabido responder.
 
Vestuario, gestos y actitudes, tonos de voz... Cada detalle fue observado y diligentemente anotado en unas hojas de papel que llevaba con él, utilizando un trozo de plomo negro envuelto en una cuerda fina. "Será buen material para la reunión de la próxima semana", pensó.
 
Por su parte, Charles Batz-Castelmore se metió entre bastidores e interrogó con insistencia a los actores y tramoyistas que, algo incómodos por la insistencia de aquel caballero desconocido pero de aspecto importante, respondieron lo mejor que supieron a unas preguntas cuyas respuestas a veces ni conocían, ya que la profesión de actor funciona a menudo por puro instinto. Su espanto no conoció límites cuando mas tarde se enteraron por un criado de que aquel caballero era ni más ni menos que el nuevo Ministro de Humanidades.
 * * * Segunda semana 
En L'Épée d'Or se reunieron, bajo los auspicios de Charles Batz-Castelmore como Ministro de Humanidades, André du Guerrier con Christine Daé, monsieur Nienau, Cael de Rouen con Laurélie Hagopian, Francesco Maria Broglia, Hércule Delaveau con Anne Gramme, Renné Gade, Tessier Dusel y las señoritas Anne Lefèvre, Ingrid Svensson y Madeleine Dubois. Aunque el Ministro les ofreció un carruaje a las que acudiesen sin compañía masculina, Anne Lefèvre y Madeleine Dubois declinaron amablemente la oferta, ya que no vivían lejos del club y acudieron juntas.
 
Sin embargo, sabido es que no se puede reunir a enemigos regimentales sin que tarde o temprano salte la chispa, y así fue también en dicha reunión: du Guerrier y Batz-Castelmore, con la excusa de discutir si un cuello vuelto dificultaría o no la expresividad de los actores, acabaron tomando los rapiers y saliendo al patio trasero del club, del cual volvieron al cabo de un rato con el Mayor sujetándose el brazo con un pañuelo. También le comte de Dusel desafió al Guardia del Cardenal, aunque le dio un tiempo para recuperarse, y en la práctica fue al final de la reunión cuando ambos se batieron, acabando el lance también con la victoria del bando de los Mosqueteros y recibiendo André du Guerrier una segunda herida algo más seria que la primera, aunque tampoco nada que haga temer por su vida.
 
Pero no fueron éstos los únicos esfuerzos en pro de la musa Talía: también Jean Duprey, encerrado en su casa durante dos semanas, se afana en escribir una obra teatral que supere todos los niveles de calidad que el Théatre ha visto hasta el momento. Le deseamos el mejor de los éxitos... Por el bien de las Artes.
 * * * Tercera semana 
La tercera semana, Léo Hardy le Castel demostró su poder de convocatoria llenando, literalmente, Les Chasseurs. Nienau, le Viscomte de Rouen (que llevó cuatro cajas llenas de botellas de vino de Rouen, portadas por sendos criados), Cole Campbell, Eugnace-Michel de Laderoute y Violette Fablet, el Barón de Broglia y Claire Lagaine, de la Chaussée, Hércule Delaveau con Anne Gramme, Jean-Luc Picard con Daphée Bourtagre, Marcel du Calais, Phillipe Le Clothes Du Lacoste y Thibaut Cul-de-sac, tambien escoltado por criados cargados de vino, abarrotaron el salón principal del club, poniendo a prueba la eficacia de su personal de servicio. Sin embargo y curiosamente, a pesar de la gran cantidad de asistentes, no se produjo ninguna coincidencia que llevase a un enfrentamiento regimental, por lo que la velada transcurrió plácidamente. Se bebió y se brindó hasta el amanecer, y el anfitrión obsequió a los invitados con uno de sus relatos de la vida militar:
 
«Durante la última campaña al norte, mi compañía y yo, bajo el estandarte del rey, enfrentamos una horda de soldados ingleses/españoles. En la víspera de la batalla, el viento traía el eco de tambores lejanos y rumores de una fuerza numéricamente superior. Al amanecer, el sol apenas despuntaba cuando ordené a mis hombres formar en tres columnas. Con la estrategia en mente, fingimos una retirada por el flanco izquierdo, atrayendo al enemigo hacia un estrecho barranco.
 
»Cuando la trampa se cerró, lanzamos una carga por el flanco derecho, y bajo el rugir de las espadas y los gritos de victoria, la sorpresa de nuestros adversarios se tornó en desbandada. Recuerdo aún el golpe del acero, la presión en mi pecho, y la mirada de mis camaradas cuando la bandera de Francia ondeó triunfante.
 
»Aquel día no solo defendimos la corona, sino que demostramos que el ingenio y la lealtad de los hombres valientes pueden cambiar el curso de cualquier batalla. Y hoy, con una copa en la mano, alzamos el brindis en nombre de la gloria y de los compañeros caídos, cuyo sacrificio jamás olvidaremos.»
 * * * 
En las caballerizas de la Guardia del Cardenal, como vimos el pasado mes, una figura destaca entre las otras por su porte achaparrado y mucho menos majestuoso que la de sus compañeros de cuadra. Junto a este modesto asno, conocido como Malherbe, la enjuta figura de du Guerrier sostiene una zanahoria justo al alcance del asno, de la que éste va mordisqueando. El Guardia del Cardenal habla, y el jumento va comiendo con aire ausente, como si le escuchara.
 
-¿Sabes, Malherbe? Por extraño que te parezca, ahora a veces encuentro a faltar a tu amo. Él representaba todo lo contrario a lo que yo defiendo y en lo que creo, y quizás precisamente por eso era como mi imagen reflejada en el espejo, en la que veía todo lo que es opuesto y simétrico a mí. Y ahora... La verdad es que lo echo de menos, aunque lo sigo viendo como mi enemigo. Por eso estás aquí, Malherbe: como recuerdo suyo y para ayudarme a no olvidar, como garantía de que siempre recordaré contra qué lucho y a qué valores dedico mi vida.
 
Du Guerrier recibió un rebuzno de protesta como respuesta. El Guardia miró al animal, que también se había quedado mirándole, y continuó hablando:
 
-Sí, ya sé que le echas de menos, pero no me negarás que yo tampoco te trato tan mal. Sea como sea, tendrás que conformarte con seguir aquí, al menos hasta que me mude a una mansión con una caballeriza más grande, porque ahora no cabes en casa. Pero no te preocupes: procuraré que no te falte de nada. Eso es lo que habría querido tu amo, y le debo que así sea, por lo menos como agradecimiento a su forma de abrirme los ojos ante tantas cosas.
 * * * Cuarta semana 
André Du Guerrier, extrañamente nervioso frente a la mansión Daé, abre y cierra las manos un par de veces templando el ligero temblor que engarrota sus dedos, antes de subir los escalones que le llevan a la puerta. "Llega el momento" -piensa, golpeando el pesado picaporte.
 
 Aunque la doncella de su amada Christine ya le ha informado que la dama se encuentra mejor, es sabedor de que la tristeza por los sucesos del juicio de septiembre aún empaña su mirada. Así pues, aprovechando un momento de tregua en el tiempo otoñal, el Guardia del Cardenal ofrece su brazo a la dama, y juntos inician el tranquilo paseo que les llevará hasta "L'Epée d'Or". 
La conversación, gris y protocolaria al inicio, va dejando paso, poco a poco, a temas mucho más interesantes, actuales y, en ocasiones, divertidos. Du Guerrier se esfuerza en hacer sonreír a su dama, y esta corresponde con su mejor sonrisa, complementada con un brillo creciente en sus ojos.
 
Al llegar, la pareja franquea la puerta del club y el personal de servicio les guía hasta uno de los reservados. Por el camino tienen ocasión de saludar a el normando, el piamontés y Renné Gade, que les invitan a unirse a ellos. Du Guerrier declina la invitación con una vaga excusa, y Gade, que intuye la verdadera razón, le guiña un ojo y le musita al oído: "Buena suerte, mon ami!". En el fondo del salón, el gascón y Charles Batz-Castelmore se levantan de golpe, pero vuelven a sentarse al ver que el Guardia del Cardenal lleva el brazo en cabestrillo. Será para otra ocasión, piensan.
 
La pareja sigue su camino hasta el reservado y, cuando la puerta de éste se abre, Christine Daé queda paralizada. En el interior del salón, un tapiz de rosas negras cubre las paredes, que reverberan en tonos de luminosidad azabache al ritmo del titilar de decenas de velas, mientras en un rincón un violín empieza a sonar. La dama mira sorprendida a Du Guerrier, y este sonríe con timidez mientras acompaña a su dama al interior.
 
Una vez sentados. Du Guerrier espera a que les sirvan la cena y, con las copas llenas del mejor vino del club, alza la suya:
 
-Christine, amada... Pronto hará cuatro años de la primera vez que os vi. Lo supe al momento: la mujer de mi vida. Y no me equivoqué, porque desde entonces mi vida ha ido ligada a vuestra sonrisa, a vuestra mirada, a vuestro amor. Y con vuestra sonrisa, con vuestra mirada y con vuestro amor me habéis atado a vos.
 
Du Guerrier hace una pausa, y observa como Christine sorbe ligeramente de su copa intentando disimular el sutil rubor que da color a su rostro. André prosigue.
 
-Cuatro años en los que he cumplido lo que se ha esperado de mí, sirviendo al Cardenal y luchando en el Frente por Francia. Cuatro años viviendo por otros, en momentos en los que no siempre os he mostrado la importancia que tenéis para mí.
 
Du Guerrier hace un gesto y el violín enmudece. Christine Daé aguanta la respiración cuando el caballero sujeta sus manos, y continúa.
 
-Tengo ambiciones, Christine, que quiero llevar a cabo. Y tendré obligaciones que deberé cumplir, y actos que me veré forzado a hacer. Pero quiero que forméis parte de ello, de mí... Que estéis conmigo. Quiero que seáis mi ancla, que seáis la persona a la que siempre vuelva cuando todo lo que nos rodea tire de mí y parezca alejarme de vos. Quiero que me mantengáis atado a la realidad y a la felicidad que siento cuando estoy con vos.
 
Christine nota el frío tacto del metal, repentino, cortando la calidez del momento, y baja la mirada a su mano. En su dedo anular, refulgiendo y destacando en la brillante oscuridad del salón, un elaborado anillo destella con un rojizo absorbente. El rubí parece latir al ritmo de su propio corazón. Levanta la mirada, sorprendida, y se dispone a decir algo, pero Du Guerrier se avanza.
 
-Christine, amada mía, ¿accedéis a convertirme en vuestro esposo?
 
Aquí los ojos de la bella se iluminan. Incapaz de hablar, sólo puede hacer un gesto de asentimiento con la cabeza, pero eso es todo lo que Du Guerrier necesita. 
 * * * 
Y no podemos concluir esta crónica sin relatar el duelo que tanta polvareda ha levantado este mes: el de monsieur Laderoute contra Thibaut Cul-de-sac. Al amanecer del miércoles, en el bosque de Vincennes, se encontraron los dos duelistas, acompañados de sus respectivos padrinos Gade y Léo Hardy le Castel. También unos minutos más tarde hizo su aparición Marcel du Calais que intentó, hablándoles por separado primero y de manera simultánea después, convencerles sin éxito de que desistieran del duelo.
 
Siguiendo las indicaciones de los padrinos, ambos oponentes se colocaron en posición uno junto al otro y, a una señal, el duelo comenzó. 
 
Fue breve: en pocos instantes, un repentino tajo de Cul-de-sac pilló a el de Saint-Aubin-en-Bray desprevenido y le provocó una herida que le impidió continuar. Concedió éste el duelo, y Thibaut Cul-de-sac se dio por satisfecho, ante lo cual le Castel les propuso:
 
-Messieurs, zanjadas las diferencias, propongo que remojemos la reconciliación con un buen vino que he tenido la previsión de traer. ¿Qué les parece?
 
A lo que Renné Gade respondió:
 
-Había llegado a mis oídos que traeríais vino y, no queriendo competir, he traído unos quesos que le harán buena compañía a vuestro vino. ¡Almorcemos pues! Y avisad a fray Marcel que ya puede dejar de rezar y unirse a nosotros.
 * * * EL CABALLERO DEL MES El título de Caballero del mes corresponde a:Renné Gade
Por su elegancia y eficacia en manejar la situación que se produjo en su mansión, y que desembocó posteriormente en un duelo en el que medió como padrino.
 
 EL PATÁN DEL MES El título de Patán del mes corresponde a:Thibaut Cul-de-sac
Por desencadenar una situación tan incómoda en la mansión de Renné Gade.
 
 * * * NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES 
Hércule Delaveau ha sido nombrado Capitán de la escolta real (M17)Thibaut Cul-de-sac ha sido aceptado como Mayor en los Coraceros del Príncipe de Condé
 
 * * * ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS 
Este mes no ha habido anuncios.
 
 * * * 
 CARGOS PARA EL MES DE NOVIEMBRE
| Cargo | Requisitos | N.S. mínimo | Quién nombra | 
|---|
 | Soldados escolta Real | Soldado Guardia Real | 8 | Capitán Escolta |  | Soldados escolta Cardenal | Soldado Guardia Cardenal | 5 | Capitán Escolta |  | Oficial diocesano | Vicario | 10 | Arzobispo |    ------------ Inicio de la estacion de INVIERNO ------------ 
 CARGOS PARA EL MES DE DICIEMBRE
| Cargo | Requisitos | N.S. mínimo | Quién nombra | 
|---|
 | Ministro de Humanidades | Brigadier o Barón | 10 | Min.Estado |  | Ayudante del Obispo | Abad | 8 | Obispo |  
 * * * AGRADECIMIENTOS 
A Marc, por el fragmento del criquet, y a Enric, por el de la petición de mano.
 NOTAS DE LOS REALES SECRETARIOS 
Bueno... Ya os conté la triste noticia en la lista de correo. Alex, (Alexandre de l'Oie), gran persona y gran jugador, falleció repentinamente hace unos días. Qué más puedo deciros... Como dijo Lluís (Renné Gade), seguro que ya está haciéndose un nuevo personaje para volver a este mundo.
 
Que la tierra te sea leve, compañero. Hasta siempre.
 FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 29 de noviembre de 2024, a la medianoche (hora española peninsular). ¡Hasta pronto! 
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