| REAL CRÓNICA DE OCTUBRE DE 1649GACETA MILITAR Sigue París en pie de guerra. Los períodos de calma tensa se alternan con los enfrentamientos en las calles, cuando grupos de frondistas sublevados contra la política fiscal de Mazarino se encuentran con patrullas de la Regente y su consejero. Encuentros casuales y, sobre todo, emboscadas, salpican la ciudad de escaramuzas, y en cualquier lugar puede uno encontrarse con ruido de disparos e, incluso, explosiones y nubes de humo. Algunas de estas patrullas estaban formadas por los Marines Reales. Ezequiel du Reims se empeñó en unirse a una de ellas, formada por una compañía de su batallón, que cubría un amplio sector de Les Batignolles. Avanzaban a paso tranquilo por la Rue des Dames cuando, poco antes de llegar a la esquina con la calle principal, fueron sorprendidos por disparos efectuados desde una ventana. Claramente apuntaron al uniforme del Mayor du Reims, que de inmediato cayó herido. Como el rayo, la patrulla pasó al contraataque: mientras un grupo ponía a salvo a toda prisa al Mayor, el resto echó rodilla a tierra y empezó a batir los pisos superiores, mientras un pequeño destacamento reventaba la puerta e irrumpía en el edificio. Hubo un par de rondas más de intercambio de disparos, pero estaba claro que los emboscadores eran muy inferiores en número y además tenían muy poca preparación militar. Al poco rato, el grupo fue reducido. Sin embargo, los Marines han tenido que lamentar la pérdida del Mayor Du Reims que, aunque en un primer momento estuvo participando en el combate a pesar de sangrar copiosamente, y hasta causó un par de bajas al enemigo, finalmente no pudo superar la pérdida progresiva de sangre y murió al día siguiente. Descanse en paz el valeroso servidor de Francia. * * * 
R.I.P. * * * ECOS DE SOCIEDAD Primera semana - Bien, repetídmelo de nuevo. No doy crédito a vuestras palabras. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 * * * -Hay que volver a la rutina. 
Recién llegado de la campaña militar, el  Teniente General Hullin se disponía a continuar con sus obligaciones al frente del Ministerio de Justicia.
 El ministro de justicia suspiró: -Ya empezamos -dijo para sus adentros. Sacó de su cartera el salvoconducto y se dispuso a hablar con el jefe de la patrulla de guardias. Cuando apartó la cortina de la portezuela, cambió el gesto. -Bájese de su carruaje y suba al mío Vuestra Excelencia. Varios hombres armados con mosquetes flanqueaban ambos vehículos. Los examinó con ojo experto: parecían antiguos Cazadores de Montaña, gente con la que no era conveniente bromear. El que hablaba no era otro que Le Duc de Lemaitre, que apoyado sobre su bastón le señalaba el interior de su coche. - Por si dudáis, os informaré que me vais a acompañar a la Bastilla donde, como Gobernador Militar de París, os interrogaré por vuestra implicación en el atentado hacia mi persona. Si os resistís, os mataré. Entregad vuestras armas. Hullin, visiblemente pálido, obedeció. Abrió la portezuela, tiró al suelo su rapier, bajó de su carruaje y se introdujo en el del Gobernador militar, de un siniestro color negro. Lemaitre se introdujo tras él y cerrando la portezuela, se inició una rápida marcha hacia la prisión real. Un rato más tarde, Lemaitre y su escolta condujeron a Hullin hasta una espaciosa celda. El Gobernador Militar señaló el interior con un gesto: -Estos serán vuestros aposentos, Excelencia. Si necesitáis algo solicitadlo y se os intentará satisfacer. Pronto bajarán a tomar nota de vuestras necesidades. Hullin explotó: -¡Esto no quedará asi! ¿Os creéis que podéis detenerme así como así? ¡Tengo amigos que no lo permitirán! -Si os referís al Teniente General D'Estreés, os interesará saber que fue detenido una hora antes que Vuestra Excelencia. Y ya se encuentra bajo este mismo techo. Él se resistió un poco más que vos, pero no demasiado. Tras estas palabras se volvió al sargento de guardia y dio unas breves órdenes. El soldado asintió y se puso en posición de firmes. Le Duc de Lemaitre dirigió una breve mirada al Ministro de Justicia y, apoyándose en su bastón, se encaminó, trabajosamente, hacia su antiguo despacho. * * * Segunda semana Pierre y François, dos celadores de la Bastilla, descansan en una oscura taberna, entre el olor del vino y las mesas pringosas. Acaban de finalizar su turno, y la fatiga les suelta la lengua. -Pierre, me han dicho que hoy ha sido un día entretenido en el sótano. ¿te has enterado de lo que ha pasado? Pierre mira a su alrededor, se sobresalta al recordarlo, y se sirve un vaso de ese líquido que el tabernero se atreve a mal llamar vino. -Algo he oido. Tiene algo que ver con los detenidos la semana pasada. -Hummmm, D'Estreés y Hullin ¿no? -Dice mesándose el frondoso bigote negro-. Mi propio hermano estuvo en la detención. -Los mismos que visten y calzan. Pues bien, de buena mañana llega el Gobernador Militar con dos rapiers, se sienta en la sala común, pide una jarra de vino, papel y pluma, y que le avisen cuando llegue Parrot. Y allí se ha quedado solo esperando. Al rato ha llegado Parrot con otro caballero que no conocía, los dos vestidos de negro. Cuando se han reunido los tres se han ido a ver los presos, poco más sé. Otro hombre, más alto, con el pelo más negro y largo y el sudor más maloliente que el de Pierre y François, se sienta a la mesa con un vaso vacío en la mano y se sirve vino de la jarra de los dos hombres. Éstos van a protestar, pero el recién llegado les interrumpe, haciéndose el interesante: -Yo he estado escoltando al Gobernador Militar, al Ministro de la Guerra y al Capitán de la guardia en la visita a los presos. Las palabras del recién llegado surten el efecto esperado: los amigos le sirven más vino y esperan una explicación. -Han recorrido en silencio los pasillos, hasta llegar a la celda de d'Estreés. Nunca había visto a tres Gobernadores militares en una misma sala, y para que siguiera sin verlos me hicieron vigilar en la puerta. Una exclamación de protesta surgió de las gargantas de los dos amigos. El recién llegado levantó una mano en gesto apaciguador. -Pero pude oir perfectamente lo que se dijeron -continuó. El pestilente orador sonreía al ver como sus interlocutores volvían a servirle vino y atención-. El Gobernador militar de París, Ministro del Bienestar, Chavalier d'Honneur, Conde, Duque... -SÍ, EL BARÓN DE NOISY JOSEPH LEMAITRE. ¿QUÉ DIJO? -Preguntó un cuarto hombre desde la mesa de al lado, mientras sujetaba una jarra de vino junto a otros 5 hombres y varias mujeres de dudosa (o más bien indudable) reputación que había en la taberna. Todos interesados en saber qué pasó en la celda. -Pues el Gobernador militar de París Lemaitre le gritó: "D'Estrées, vos seréis el primero en pagar por vuestros actos. ¡Tomad la espada y luchad en un duelo a muerte contra mí! Parrot será mi padrino, y no os preocupéis, os he traído uno para vos". -¿Pero por qué? ¿Algún motivo tenía? -dijeron los de la taberna, casi a coro, entre suspiros de sorpresa, apoyo e indignación. -Pero al poco el Barón Parrot me indicó que me marchara -continuó el apestoso orador-. Le pregunté qué pasaba. Y tuvo la osadía de decirme que nadie que no se lavara en un año tenía derecho a saber más de lo que sabía. -¿Pero entonces hubo duelo o no? -preguntó alguien desde el fondo de la sala. -No lo sé -confesó-. Yo me fuí mientras el Quartermaster D'Estrées le pedía explicaciones. -Y he oido que luego pretendía ir a ver a Hullin con las mismas razones- dijo alguien. El local se convirtió en una sala de discusiones llevadas por el vino. Al principio sólo había dos posturas, a favor y en contra, pero al final de la noche había más opiniones que personas en el local. Pero nadie sabe como acabó realmente lo acaecido en las celdas, ni si finalmente se produjo o no algún duelo a muerte entre las paredes de la Bastilla. * * * Tercera semana -Bueno, bueno, bueno... Cael de Rouen bajó del carruaje, pagó al cochero y miró a su alrededor. Se encontraba junto a las Tuileries, y lo que veía le gustaba. -No está mal esta ciudad, no -dijo para sí-. No parece tan animada como Rouen, pero a buen seguro que tendrá alguna forma de entretenerse. Mi primo me habló de un club llamado "Les Chasseurs" o algo así. Tendré que buscarlo. Pero antes, vamos a lo importante. Sacó de entre sus ropas un pequeño rollo de hojalata, lo abrió y sacó su contenido. Era una carta de recomendación para el coronel de los Carabineros de la Reina, firmada por su padre el Conde. La releyó brevemente y volvió a guardarla. Siguiendo las indicaciones que le había pedido al cochero, echó a andar en dirección al cuartel de los Carabineros mientras silbaba una tonada ligera. Hacía un día radiante, y eso le gustaba. "Un buen comienzo", pensó. * * * Cuarta semana -¡EH, TÚ! ¡DESPIERTA Y MUÉVETE, QUE NOS VAMOS! Julius Kern se revolvió en su camastro. Odiaba que le despertasen tan temprano y de tan malas maneras. Buscó una de sus botas para arrojársela al importuno, pero un culatazo le hizo desistir del intento. Entre gruñidos, se sentó, se calzó como pudo (aún llevaba las manos atadas) y se incorporó. Llevaba tres meses prisionero. Bien o mal, esto tenía que terminar pronto. Sin pronunciar palabra, se colocó en medio de sus dos escoltas y echó a andar al mismo paso que ellos. Después de unas horas de viaje en un carretón, le hicieron bajar. Reconoció el paisaje. Se encontraban en Pommeuse, un minúsculo pueblo a moderada distancia de París. Recordaba haber pasado por allí en sus visitas a su Alsacia natal. "No sé para qué me habrán traído hasta aquí", pensó. "Supongo que si se han tomado la molestia, no será para matarme sin más". Lo hicieron andar hasta un pequeño puente que cruzaba el Grand Morin. "Esto huele a intercambio", pensó. Y, efectivamente, un culatazo en la espalda, bastante más leve de lo habitual, le hizo ponerse en marcha. Cruzó lentamente el puente, con paso vacilante. Esperaba encontrarse de frente a otro prisionero como parte del intercambio, pero no fue así. Llegó al otro lado del puente sin cruzarse con nadie. "Qué raro", pensó. Fue recibido por dos hombres. Uno era su fiel criado, y el otro un desconocido. Por el porte de sus ropas, que se adivinaban lujosas bajo una amplia capa de viaje, y su actitud, parecía persona de autoridad. Fue el dicharachero criado quien rompió el silencio: -Me alegra veros de una pieza, señor. Permitid que os desate... Mientras Kern tendía las manos a su criado, interrogó con la mirada al acompañante. Éste entendió la muda pregunta y explicó: -A vuestras órdenes, monsieur Kern. No os revelaré mi nombre, pero sí que he sido encargado de gestionar vuestro rescate. Hay una persona de gran importancia que os tiene en mucho aprecio, y desde el primer momento se preocupó por vuestra liberación. Sin embargo, la situación en París es muy turbulenta y dada su elevadísima posición necesita mantenerse en la sombra y le ha sido imposible acudir a saludaros personalmente, aunque me ha ordenado que os manifieste que tal habría sido su deseo de haberlo permitido las circunstancias. -Hum... una persona de gran importancia...-murmuró Kern-. Sólo se me ocurre una, aunque modestamente dudo que yo haya hecho nada digno de... -Aunque no puedo revelaros su identidad, monsieur Kern, debo deciros que mi, ejem, superior os está muy agradecido por vuestros servicios y vuestra compañía durante un largo período de tiempo. Sois persona avispada y no dudo que adivinaréis su identidad, pero os ruego la mantengáis secreta. Por lo pronto, me ha encargado también que os haga entrega de estas coronas -aquí le alargó una bolsa de cuero que daba una agradable sensación de peso- y que os sugiera que abandonéis París hasta que las aguas se calmen. -Hum... Es cierto que las cosas no andan muy tranquilas por la capital. Creo que seguiré el consejo de vuestro, ejem, superior. Transmitidle por favor mi eterno agradecimiento, y decidle que será bienvenido en Alsacia en cualquier momento en que decida venir. Voy a visitar a mi familia y mis tierras; creo que un poco de reposo me hará bien después de las penurias del cautiverio. Kern vio que su criado traía dos caballos por las riendas: -Vaya, has pensado en todo -le dijo. Se acercó a los caballos y palmeó a uno de ellos en el flanco. Eran buenos. Muy buenos. -En realidad señor, también ha sido cosa de este misterioso caballero. El "misterioso caballero" no pudo reprimir una leve sonrisa. Montó en su propio caballo y, con un gesto de saludo, giró grupa y salió en dirección a París. Kern se lo quedó mirando hasta que se perdió de vista, y luego se giró hacia su criado, que esperaba con las riendas en la mano. -Bueno, Pierrot, ¿nos vamos? -Cuando digáis, señor. ¡Rumbo a Alsacia! * * * 
 ------------ Inicio de la estacion de INVIERNO ------------ 
 * * * AGRADECIMIENTOS 
 NOTAS DE LOS ÁRBITROS Bueno, la verdad es que no hemos empezado con muy buen pie. El mes pasado no hubo crónica porque la cosa ya fue frenética entre mi gripe, el movimiento de Joan desde Bilbao a Barcelona (que es más que una mudanza, creedme) y un turno bastante irregular (como los últimos que estamos teniendo, supongo que por culpa de la Fronda). A ver si este mes recuperamos. FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 16 de diciembre de 2016, a la medianoche (hora española peninsular). ¡Hasta pronto! ®"En Garde!" es una marca registrada de Margam Evans Limited |