| REAL CRÓNICA DE ABRIL DE 1646
		Sí, quiero. ECOS DE SOCIEDAD Primera semana Jean Luc Hullin andaba entre estupefacto y furioso. ¡La seguridad de la Cité era una calamidad! Los servicios de inteligencia unos inútiles, La guardia de la ciudad unos fracasados y la cabeza visible de todo esto, el gobernador, ¡un pedazo de incompetente tan grande como el titulo que ostentaba! -¡Que Dios salvaguarde a nuestro Rey, porque sus hombres le estan fallando! -iba repitiendo para sí cada diez o doce pasos. Se dirigía hacia el lugar donde había vivido su amigo CBC, al lugar del atentado... Sabía que era posible que alguien estuviera vigilando, así que tomó sus precauciones, pero no iba a quedarse de brazos cruzados esperando a que unos ineptos con títulos conseguidos a base de lamer culos solucionaran lo que ya no tenía solución. Ahora era tarde, y las consecuencias, imprevisibles. Su cólera aumentaba y tenía que hacer verdaderos esfuerzos por mantener la cordura y la frialdad precisa. Posiblemente no lo consiguió lo suficiente... Se acercó donde hacía menos de una semana una hermosa casa ocupaba lo que ahora eran ruinas y cenizas....miró alrededor y no le pareció ver a nadie sospechoso. ¡Tampoco vio un cordón de seguridad ni a nadie buscando pruebas o restos que delatasen a los culpables! -¡Todo en la línea natural de los ineptos que nos "guardan", válgame el cielo! Se decidió a entrar entre los escombros, estaba seguro, era necesario, tenía que ser así... allí habría algo, algun descuido de quienes maquinaron tan trágico final para Brass de Creville. Pero... clarísimamente, no se mantuvo suficientemente perspicaz y vigilante. A su espalda una voz le daba el alto en nombre de la Guardia de la Vieja Ciudad. Pero, ¿dónde diantres estaban todos esos hombres? ¿Cómo se habían camuflado todos ellos? Y la pregunta que más le taladraba la cabeza a Hullin: ¿Por qué andaban escondidos esos hombres en lugar de evitar que nadie entrara en la zona? ¿vigilaban para encontrar o para que los que buscaran no encontraran?... Jean Luc se giró y atendió con rectitud militar el requerimiento del sargento... una vez más debía acompañarles a la que ya empezaba a considerar su segunda vivenda, la Bastilla, ya que una vez más insistían en que debía acompañarles, pero esta vez no era en calidad de detenido... * * * 
Quien me niega lo que no merezco Segunda semana 
Hermanos, Quiero advertir que yo hablo desde la Fe, desde el Evangelio. Soy consciente de que alguno no podrá aceptar todo lo que diga. Con todo, agradezco vuestra presencia y vuestro respeto. De entrada, lo primero es condenar la violencia, condenar el asesinato. El derecho a la vida de toda persona es inviolable y es prioritario y principal. La pregunta de Dios a Caín, "¿dónde está tu hermano?", hoy la repite el Señor a cada asesino. El que mate a su hermano, tendrá que dar cuentas a Dios de su acción perversa. En segundo lugar querría hacer una constatación, y es la siguiente: hermanos, en el mundo hay pecado. Los hombres hacemos el mal; todos los aquí presentes hacemos el mal; Christian Bras de Creville también. Hagamos, pues, penitencia y soportemos las consecuencias de nuestro pecado. Todos hemos tirado nuestras piedras. Y ahora permitidme una advertencia a todos aquellos que sientan vivamente la punzada de la indignación: no os dejéis dominar por deseos de venganza. San Pablo, en su Epístola a los Efesios, nos advierte diciéndonos: "indignaos, pero no pequéis; que no se ponga el sol sobre vuestro resentimiento; no deis ocasión al diablo".[1] Ahora viene lo más difícil que quería deciros: recemos por los asesinos, igual que Jesús oró por los que le crucificaban. San Pablo nos dice que tengamos en nosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Que nuestra indignación no nos impida rezar por los asesinos, ya que Dios se apiada también de ellos. Vamos a continuar celebrando esta Eucaristía. Vamos a seguir orando, para que Dios reciba ya junto a Él a nuestro hermano Christian Bras de Creville... [1] Ef 4,26. * * * En un pequeño despacho de la Bastilla, Guillaume du Foix daba unas tranquilas chupadas a su pipa; una ligera sonrisa y los ojos entrecerrados hacían pensar que estaba repasando mentalmente algo. Por fin decidió apagar la pipa y con paso firme salió hacia los pasillos. Se presentó ante la puerta del Comisionado de Seguridad Pública y llamó enérgico. En el instante que medió hasta obtener respuesta, cambió su cara: en vez de una sonrisa mostró un gesto de profunda preocupación. Cuando le dieron paso a la estancia, entró. -Jean, amigo mío. Tengo unos asuntos urgentes que tratar. Referentes a los últimos sucesos de París, y necesito vuestra ayuda. -Vos diréis - respondió un sorprendido Parrot. -Os contaré todo, pero os ruego me acompañéis a un lugar lejos de oídos y ojos indiscretos, pues no es algo que deba salir a la luz pública y cualquier precaución será poca. -Guillaume, espero que sea muy urgente. Me caso en breves y debo terminar todos los papeleos que de normal hago a lo largo del mes completo. Pero vos diréis a dónde vamos, aunque no se me ocurre lugar más seguro para hablar que éste. -Sólo serán un par de horas, Jean. Luego te dejaré de vuelta en tu despacho. Pero es necesario hablarlo ahora, pues cada minuto que pasa puede cambiar las cosas. -Me preocupáis amigo, sed rápido pues -cedió el Comisionado. Los dos caballeros emprendieron el camino en silencio, Guillaume mirando nervioso a su alrededor, Jean preguntándose el porqué del extraño comportamiento del mosquetero. El discurrir de ambos caballeros les llevó a L'Epée D'Or. Guillaume mostró la puerta y en un susurro dijo que pasara al reservado. Los dos caballeros entraron en el club, quizás más callado que de normal por el evento que se estaba produciendo en otra zona de la ciudad. Y al entrar al reservado... Una música turca conocida para ambos comenzó a sonar. Unas bailarinas, cubiertas con velos y llevando campanillas en sus manos y ropas empezaron a contonearse ante un sorprendido Parrot. -Oh la la! Desde tiempos de Armand de la Fére no veía señoritas como éstas. Creo que no habéis elegido bien el "lugar discreto", Guillaume. -De hecho amigo mío, son las mismas señoritas, mi trabajo me ha costado encontrarlas. Y ahora disfruta, Evelyne no os espera hasta dentro de un par de días para que aclaréis vuestra cabeza. -Guillaume, no dejáis de sorprenderme. -Pues no es todo... queda una larga velada por delante y muchas sorpresas. Pero no me lo debéis todo a mi... Tercera semana 
«Queridos novios, Monsieur Jean Parrot, Teniente General de la Policía de Su Majestad[2], mi muy estimada Mademoiselle Evelyne Garabedien, Mientras fray Bernard continuaba con la celebración, una figura situada en un discreto segundo término meditaba sin prestar demasiada atención, ordenando sus pensamientos y repasando los acontecimientos más recientes, que se habían sucedido a un ritmo vertiginoso los últimos días. Le sorprendió conocer que la pareja quisiera oficiar una ceremonia poco multitudinaria, casi íntima, ajena a la pomposidad de las últimas ceremonias vistas en la ciudad. Pero fue así, y ahí estaba él, por voluntad expresa del novio, de pie junto a una columna lateral de la nave principal de Nuestra Señora, ya que la condición para aceptar la invitación había sido no hacerse notar. Gaston Lerroux no podía reprimir una lágrima de emoción viendo a su señor dando el "Sí, quiero" a la única mujer capaz de controlar al excéntrico caballero. Allí, en el altar, un Parrot rejuvenecido sonreía a su inminente esposa mientras Robier, el oficiante, sermoneaba con una voz imponente, digna de respeto. Completando el trío, junto a ellos, una resplandeciente Eveline Garabedien escuchaba atentamente sin poder evitar miradas de soslayo al marsellés. Lerroux se abstrajo de las palabras del religioso al no poder evitar recordar todos los años sirviendo al marsellés, escuchando sus bravuconadas, cuidando sus heridas, aguantando su humor cambiante, replicando sus descabelladas ideas, conociendo a sus variopintos amigos... Habían sido buenos años, sin duda, siempre como mudo espectador pero siempre como algo más que un criado. Sus ensoñaciones acabaron cuando una repentina lluvia de sapos acompañó las palabras finales de Robier, cayendo sobre los recién casados y los asistentes. Curiosamente, quizás al estar ya acostumbrados a las salidas de tono del marsellés, ninguno de los asistentes pareció especialmente sorprendido por lo extravagante de la escena, aunque evidentemente más de una dama emitió chillidos de terror... [2] Históricamente, éste era el verdadero nombre de lo que en la partida llamamos "Comisionado de Seguridad Pública". No lo hemos cambiado en todos estos años por pura inercia. * * * Nada habia salido como esperaban... y esta vez ya no tenía solución ni arreglo... Hullin fue en busca de la tumba de su amigo. Llevaba una sencilla corona en la que rezaban dos palabras: HONOR, JUSTICIA. no le dio tiempo a preparar nada más. La puso a los pies de la tumba, sacó su arma regimental y saludó. Después mantuvo un doloroso silencio. Asomaron lágrimas en sus ojos, lágrimas que nadie podría percibir, lágrimas de fustración que fueron tornándose en lágrimas de ira y de venganza... y al cabo de unos minutos, mientras enfundaba su arma y embrazaba un crespón negro en su brazo, dijo en voz alta: -¡Juro ante Dios que vengaré vuestro asesinato, aunque la orden de mataros viniera del propio Rey! Caerán las manos ejecutoras y las mentes directoras. Viviré solo para conseguir daros la venganza que os mereceis, o moriré en el intento. Cuarta semana A pesar de lo avanzado de la hora y habiendo marchado ya los invitados a la recepción, Eveline Garabedien, señora de Parrot, iba y venía por el salón de la mansión, aún bellísima, aún más esplendorosa que al empezar la fiesta, también rejuvenecida como su esposo. Iba y venía, decimos, indicando al servicio que recogiera diligentemente todo el despliegue organizado para agasajar a los comensales, recomponiendo poco a poco esa gran sala de fiestas en lo que sería el salón de su cálido hogar. Hogar, pensó. La orquesta hacía poco que había marchado, pero en su corazón aún latían los acordes de las dulces y alegres canciones que no habían parado de sonar durante toda la velada. Hogar, suspiró. Sostenía una elaborada copa de vino medio vacía, la cuál se había elevado incontables veces con los brindis que los invitados, deseándole a ella y a su esposo la felicidad eterna. Hogar, olió. Sostenía entre sus dedos ramos de flores que alegraron la noche, que dieron color y aroma a una velada perfecta... Eveline Garabedien, alegre, se encaramó en los primeros peldaños de la sinuosa escalera, volviéndose hacia el salón. Entre todo el movimiento y ajetreo, contrastaban dos figuras pétreas. En un rincón, siempre atento y siempre dispuesto, el fiel criado de su marido. Y sentado en una butaca, en la parte central, acariciando ensimismado el pomo de su rapier, él, su marido. A pesar de los años, a pesar de todas las historias vividas, Eveline aún no podía explicarse por qué su pecho se aceleraba cuando miraba al marsellés. Le amaba, le deseaba, le quería... sabía que tenía oscuros que acentuaban sus claros... ¿pero qué mujer no querría a un hombre como aquel? Sus ojos se encontraron. Siempre acababan encontrándose. Ella le miró y se sonrojó, y él devolvió risueño la mirada, con un leve saludo. Evelyne ascendió con dignidad las escaleras, rumbo a su dormitorio. Quizás no fuera el mejor caballero, quizás no fuera el más apuesto... pero era todo suyo, era fiel y leal, y sabía que pronto seguiría sus pasos para ser el único caballero capaz de conquistar enteramente su corazón y dar su vida por ella. Quinta semana El cielo del viernes no hacia presagiar nada bueno para el sábado. Pero al despuntar el día este nos sorprendió a todos con un despejado sol que decidió unirse también a la celebración del aniversario 21 de la partida de Engarde "Preux et audacieux". El Secretario se encontraba sumido en dar las ultimas ordenes a los criados para tener el jardín listo. Su esposa estaba comprobando la calidad de la comida que se pensaba servir, siempre tan preocupada en que todo salga como es debido. Cuando llegaron los primeros invitados a la villa del Real Secretario, que fueron Jean-Luc Hullin, siempre con una sonrisa y un sinfín de historias listas para cautivar a la audiencia, y una curiosa pareja formada por Christian Brass de Creville, que presentaba un aspecto un tanto desmejorado, y Julis Kern, quien no salia de su asombro tras enterarse de las ultimas noticias de París. Mayor y agradable sorpresa se llevó cuando vio a la esposa del Real Secretario, pues tenia entendido que estaba visitando a sus padres y pensaba que no podría asistir a la fiesta. 
 Dado lo bueno del tiempo, todos se quedaron en el jardín y estuvieron hablando sobre diversos temas hasta que el Secretario avisó de que tendría que ir a recoger a la parada de postas al Segundo Secretario, que durante tantos años ha ayudado a la edición de "Preux et Audacieux". 
 Las charlas se reanudaron en diferentes partes de los jardines y la mansión, mientras la comida se terminaba de preparar. A destacar que Olivier d'Arzac trajo a su cocinero personal, que tiene una manera de preparar las patatas que algunos califican de mágica. Al terminar un abundante ágape, los 11 asistentes alzaron una copa y brindaron por tener otros 21 años más de partida. Como siempre, los cálculos del Secretario en cuanto a las provisiones para el evento fueron excesivas, y sobró comida en abundancia. La tarde transcurrió en medio de charlas y juegos preparados por los asistentes hasta que el viento se levantó con fuerza y se decidió entrar al salón de juegos de la mansión, donde continuaron unas agradables partidas de cartas. Finalizadas éstas, llegó el momento de la marcha de Parrot, quien tuvo que abandonar temprano la reunión debido a unos asuntos pendientes. Creville aprovechó la ocasión para irse con ellos, ya que tenía también obligaciones descuidadas momentáneamente. El Secretario Real aprovechó el momento y preparó uno de esos juegos traídos de lejanas tiendas que tanto le gustan. El juego resulta curioso, pero no termina de dejar una sensación agradable ver cómo no es posible completar la misión encomendada a los jugadores en común. La idea de enfrentarse a esa especie de seres no muertos traídos del más profundo de los infiernos (que curiosamente tenían cierto parecido con Cristian Brass...) mientras se recorren las casillas de un tablero no deja de ser un tanto original. 
 Dado que ya estaba oscureciendo, Hullin, el Segundo Secretario y Kern decidieron partir de regreso a París. Por otro lado Du Calamar, d'Arzac y Valmont también aprovecharon la invitación del Secretario de acercarles hasta la parada de postas, para encontrar que tomar con dirección a la ciudad. EL CABALLERO DEL MES El título de Caballero del mes corresponde a: 
 EL PATÁN DEL MES El título de Patán del mes corresponde a: 
 NOMBRAMIENTOS HABIDOS ESTE MES 
 ANUNCIOS DE PRESENTACIONES A CARGOS 
 
 
 AGRADECIMIENTOS ¡Muchos esta vez! He tenido unas semanas complicadas, y me habéis ayudado de maravilla. ¡Gracias! 
 NOTAS DE LOS ÁRBITROS Crónica realizada prácticamente en su totalidad por vosotros. Por una parte me siento culpable, porque os hago trabajar más de lo debido, pero por otra me encanta leer cosas no escritas por mí, y creo que así tiene más variedad de estilo y es más amena, además de permitir el lucimiento de los que escriben (dejando aparte que yo no habría tenido tiempo de escribir ni la mitad de lo que habéis leído). ¡Un aplauso a los autores! FECHA LÍMITE PARA EL PRÓXIMO TURNO El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes, 10 de mayo de 2013, a la medianoche (hora española peninsular).
 ¡Hasta pronto! ®"En Garde!" es una marca registrada de Margam Evans Limited |