Va a ser interesante este nuevo horizonte, ja ja.
    Su Eminencia el Cardenal Du Heyn
Primera semana
  -Aquí me tenéis, Eminencia. ¿O debo decir Monsieur le Comte?
La voz de Armand de la Fère resonó con leves ecos en el amplísimo despacho del Ministro de Estado. Su Eminencia Cardenal Du Heyn levantó la
mirada de los papeles de su mesa y se levantó para saludar al Ministro de la Guerra.
  -Sed bienvenido, Excelencia. No, nada de comte por ahora: por el momento Su Majestad no ha tenido a
bien concederme tal honor, que por otra parte tampoco creo merecer. Y, aunque su magnanimidad se manifestase más adelante,
seguiría siendo un servidor del Señor antes que noble. Pero por favor, tomad asiento. ¿Se os ofrece algo de beber? ¿Una copa
de licor, tal vez? ¿O unas galletas de almendra?
  Armand de la Fère no pudo evitar una levísima sonrisa. Ya había tomado la precaución de informarse al respecto, y
sabía perfectamente que las aspiraciones del cardenal de convertirse en conde no se habían visto colmadas.
Pero no pudo resistirse a la tentación de mortificar levemente a su rival haciendo que él mismo se lo tuviese
que confirmar.
  -Os lo agradezco, Eminencia -respondió mientras se sentaba-, pero no me apetece nada en
este momento.
  -Como deseéis, Excelencia -el Ministro de Estado hizo un gesto con la mano, y el criado que
aguardaba junto a la puerta se retiró. Al mismo tiempo, Armand de la Fère se volvió en su silla como un rayo hacia la
puerta, echando la mano al puño del rapier. Se tranquilizó al ver al criado saliendo y cerrando la puerta
tras de sí.
  -Estais tenso, Excelencia. ¿Acaso alguien os persigue? No temáis, aquí estaréis seguro -comentó
el cardenal con una amabilidad no exenta de ironía.
  -Ya sabéis, Eminencia, que un soldado tiene que estar siempre alerta. Además, mi seguridad
está garantizada: aunque por supuesto no dudo de la eficacia de vuestra guardia, me he permitido traer
una pequeña escolta.
  -Sois bien libre, Excelencia. Sois bien libre. Y ahora, si os parece, pasemos a tratar los
graves asuntos que nos ocupan, críticos para el destino de Francia...
Este mes se estrenó en le Théatre Royale la primera obra de Hubert de Bethencourt. La obra está
ambientada en una prisión repleta de dementes peligrosos, cuya locura parece contagiarse incluso
a los carceleros, el propio edificio e incluso sus alrededores. Con objeto de solventar este problema,
se hace llamar a un pintor conocido por sus paisajes bucólicos, el cual ha de empezar su trabajo por
un pasillo sin ningún tipo de iluminación, y que parece concentrar todos los gritos de los reclusos.
La obra acaba contagiando al público ese ambiente sobrecogedor con bastante éxito, y el proceso de
locura y desesperación en el que poco a poco y de manera gradual va cayendo el peronaje principal acaba
por angustiar a los corazones sensibles. El desenlace final sorprende, y el público acabó
aplaudiendo una obra ominosa y deprimente, pero excelentemente realizada.
Asistió al estreno una multitud; entre las abigarradas filas de asistentes pudo verse a Dominique Sanglant que, desoyendo
los consejos del autor sobre lo poco conveniente de la obra para el corazón de las damas, llevó consigo
a Lili Montparnasse, y a fe que ésta se arrepintió de haber insistido a su galán para que la llevase al
teatro. También, aunque solos, asistieron Jean-Baptiste Le Rond, Jean Monfort, Chev. d'Honneur y Philippe Du Champagne. Más arriba, en los palcos, se vio a Armand de la Fère que
había invitado a su dama Justine de Sade y al cardenal Du Heyn, y en otro palco Jean Parrot departía con Henri Gringoire y Philippe Valmont. En resumen, un éxito de
público.
Segunda semana
La segunda semana se celebró en Chasseurs el éxito de la obra teatral de Hubert de Béthencourt. Por deseo expreso del novel
autor, se admitió a cualquier caballero que quisiere celebrar el exitoso estreno. Concretamente acudieron
Clément de Cazotte, Dominique Sanglant, Grichet des Wardes, Ch.d'H., Henri Gringoire, Jean-Baptiste Le Rond (en la excelente compañía de Mussette d'Envion e Isabelle Girard, cosa que levantó
más de una mirada envidiosa), Jean Monfort, Chev. d'Honneur, Jean Parrot, Philippe Du Champagne y Philippe Valmont. Los asistentes se sorprendieron al entrar en un salon
decorado como los escenarios de la obra teatral, y viendo a su anfitrión vestido de pintor, con idénticos ropajes a los del protagonista.
Para evitar los problemas entre regimientos tan comunes últimamente, el anfitrión procuró evitar que
guardias del Cardenal y mosqueteros del Rey se acercasen, pero evidentemente Hubert de Béthencourt tenía que atender a
todos sus invitados, y eventualmente el incidente se produjo. Cuando Grichet des Wardes, Ch.d'H. y Dominique Sanglant se disponían a dirimir
sus diferencias, el anfitrión se interpuso y les dijo: "Lo que hoy se celebra aquí es el intento,
independientemente del éxito, de alcanzar fama y honor con la palabra más que con la espada.
Si acaso vos no sois capaz de arreglar con la palabra los problemas que las palabras causen,
hoy no seréis bien recibidos en esta celebración. Por tanto ruego que aplacéis vuestros problemas para
otro día o que abandonéis mi fiesta y no volvais al club mientras sea yo el anfitrión."
Tras una breve mirada cruzada entre ambos contendientes, Grichet des Wardes, Ch.d'H. dijo:
  -Esto no puede quedar así.
A lo que Dominique Sanglant respondió:
  -No, no puede.
A lo que el mosquetero repuso:
  -No queda sino batirse.
Y el cardenalicio respondió:
  -No, no queda.
Irritado, Grichet increpó a Dominique:
  -Cuando acabe con vos no hablaréis tanto.
Y éste, sin dejar la chanza:
  -No, no hablaréis.
Tras este diálogo, ambos salieron del club pisando fuerte. Fuera ya había oscurecido, y el duelo tuvo
lugar a la luz de las candelas que iluminaban la puerta del club. Muy igualado, el combate se prolongó
interminables minutos pero, a pesar de la superioridad esgrimística del cardenalicio, las heridas del
mes pasado le cobraron factura. Un lance en segunda, seguido de parada y contragolpe en tercera, dieron
con éste en el suelo. Sin embargo, al trastabillar y caer hacia adelante, clavó accidentalmente su daga
de mano izquierda en el torso de Grichet, quien también cayó al suelo. El mosquetero se recuperará, pero
nada se pudo hacer por el guardia del Cardenal.
                                             R.I.P.
                                 Rogad a Dios por el alma de
                                      DOMINIQUE SANGLANT
								Mayor de la Guardia del Cardenal
![[Cruz para la tumba]](/headstone.gif)
                     Sus compañeros de la Guardia del Cardenal agradecerán
                                       UNA ORACIÓN
Tercera semana
Una aburrida semana en la que la monotonía se adueñó de París. La mayoría de parisinos se quedó en casa, o se dedicó a sus obligaciones regimentales o a practicar esgrima. Sin embargo, el miércoles la monotonía invernal se vio rota por una lluvia de octavillas que sembró las calles. Para los que, al no salir de casa, no tuvieron ocasión de recoger una y leerla, copiamos a continuación su contenido:
| 
 S.A.S de l'Argilière | 
Ajeno a las omnipresentes octavillas, Jean Parrot se afanaba en acondicionar el almacén de la Cofradía de la Caridad, poniendo incluso unas placas de metal a la entrada del mismo.
Cuarta semana
El mes se cerró principalmente con actividad en los clubs: Clément de Cazotte pasó la semana en Le Crapaud et l'Apricot, donde se vio agradablemente acompañado por dos damas: Josephine Bidette y Juliette Declaude. Cazotte no salía interiormente de su asombro viendo a las dos damas desplegar sus encantos compitiendo por conquistarle. Al final, la afortunada que ganó al galán fue Juliette, que fue acompañada hasta su casa por el coronel de Cadetes, quedándose Josephine compuesta y sin novio. Afortunadamente no es costumbre en nuestra civilizada Francia que las damas se batan en duelo entre ellas, o las consecuencias de la velada hubiesen sido imprevisibles...
Como imprevisible fue también el atraco sufrido por Jean-Baptiste Le Rond quien, al salir de Chasseurs ya entrada la noche, sintió un fuerte golpe en la nuca y lo siguiente que recuerda es encontrarse tendido en su buhardilla, atendido por su criado, a quien avisaron unos caballeros que salieron algo más tarde del club y lo encontraron en un charco de sangre. Afortunadamente parece que sus heridas no son graves y el próximo mes estará totalmente recuperado.
Esta última semana fue la que escogió Su Eminencia Cardenal Du Heyn para celebrar su nombramiento como Ministro de Estado, junto con
el flamante Ministro de la Guerra Armand de la Fère. Invitaron a sus amigos más directos a L'Epée d'Or, poniendo especial cuidado en que ningún impedimento privase a
Jean Parrot de unirse a la fiesta. Hubo comida y bebida abundante, y Jean Monfort, Chev. d'Honneur insistió en pagar una ronda, cosa que
al principio Su Eminencia no permitió, aunque acabó cediendo.
Asistieron Armand de la Fère, Grichet des Wardes, Ch.d'H., Jean Monfort, Chev. d'Honneur como ya hemos dicho, Jean Parrot, y por supuesto el anfitrión Su Eminencia Cardenal Du Heyn. A destacar la
hostilidad y rechazo con que Armand de la Fère recibió a Grichet des Wardes, Ch.d'H., sin llegar sin embargo la sangre al río. Todo lo contrario
fue su actitud con Jean Parrot, a quien desafió a un concurso de bebida con el propósito de quitarle el título
de "Mejor Borracho de Francia", aunque la cosa no llegó a mayores gracias a la hábil intervención del
anfitrión ofreciéndoles la cena antes de que cayesen redondos. De todas formas, Jean Parrot aún conservó su
compostura para dirigirse a los recién nombrados ministros y entregarles unos valiosos anillos con
las siguientes palabras:
"Perdonad mi atrevimiento y aceptad, vuestras señorías, estos
humildes regalos por vuestros recientes nombramientos para que cuando
miréis los anillos, además de su delicada confección, veáis un
recordatorio para vuestra labor y deber para con el pueblo de Francia.
Mucho se espera de vuestras señorías. No nos defraudéis."
Hacia el final de la velada, un criado entró y entregó a Jean Parrot una carta. Tras leerla, el caballero
puso una expresión de contrariedad y se levantó de la mesa con un "Y ahora, si me perdonan sus
señorías, asuntos urgentes me reclaman en el cuartel. Buenas noches Su Eminencia, buenas noches
Su Excelencia". Al poco de irse Parrot, también el resto de asistentes empezó a retirarse a sus
viviendas, dando la celebración por terminada. Fuera, el criado Deuxmont esperaba a su amo Armand de la Fère por si su
estado etílico requiriese transportarlo a su casa. También sus dos "criadas", Gulnara y Medora, tuvieron
que permanecer fuera del salón en atención a Su Eminencia.
Quinta semana: La Real Calçotada de 1638, o El Extraño Caso del Domingo Sangriento
Empezó el domingo como un domingo cualquiera: sol, un cielo azul, los
pájaros cantando, las parejas paseando por las calles y jardines de la
ciudad, las patrullas de la Guardia velando por la seguridad
ciudadana...
Junto a un tenderete en la Gran Plaza, estaba Marc du Bardine, el
Secretario Real, paseando nervioso de un lado a otro, mirando el reloj
del campanario. Mientras mordisqueaba su labio se preguntaba "¿Dónde
demonios estará ese marsellés? íHabíamos quedado hace diez minutos!".
En respuesta a su pregunta, oyó la bravucona voz de Jean Parrot:
"íSecretario Bardine, aquí!". Era el marsellés que en una berlina
escarlata y acompañado de una damisela (¿quién sería?) se detenía junto
a él.
Tras un par de apretones de manos y tras las presentaciones, el
Secretario Real le comentó a Parrot que otro ilustre de la ciudad les
acompañaría a visitar al Secretario Real Tirs d'Abril. Y ese ilustre
no era otro que el mismísimo Coronel de los Cadetes de la Gascuña,
Clément de Cazotte. Al poco, fiel a la puntualidad de los oficiales
de alto rango, el Coronel llegó a la Gran Plaza y saludó a su subordinado,
al Secretario, y a la dama acompañante de Parrot.
Ante las preguntas de todo el mundo, Parrot sólo contestó "No puedo
desvelaros el nombre de la dama, quizás en las próximas crónicas
sepáis quién es. De momento, el apelativo de Muntsa será suficiente".
Hechas las presentaciones y subidos todos a la berlina, se dirigieron
raudos a la finca en las afueras que tenía el Secretario Real Tirs
d'Abril. El camino fue algo tortuoso debido a las obras que por todas
partes se están llevando a cabo en las calles y avenidas de la gran
ciudad. Pero la conversación, amena y divertida, entre monsieur du
Bardine y el Coronel de Cazotte, hizo que el tiempo pasase volando.
Tras media hora de viaje llegaron a la finca del Secretario Real.
En la azotea, monsieur d'Abril sonreía por la satisfacción de ver a
sus invitados llegar con puntualidad -viniendo con el marsellés la
cosa era dudosa-, y ese momento idílico sólo se rompió cuando una voz
parecida a un graznido se sumó a la del saludo del Secretario. Era
Dominique Sanglant y su "Secretario Tirs, deberíais haberme avisado
que también venían los cobardes y traicioneros Pardetes de la
Gascuña, y me habría traído el rapier". Por suerte, al tratarse de una
celebración improvisada, distendida y en un lugar totalmente seguro,
ninguno de los caballeros iba armado, o en otro caso el Coronel
Cazotte ya estaría en disposición de desenvainar su acero.
Para romper ese momento de tensión, apareció la espléndida esposa del
Secretario Real Tirs d'Abril, Yôko-san, quién con su mera presencia acalló
las voces de disputa y devolvió el sentido común a los asistentes.
Saludando a todos los presentes, la esposa del Secretario se acercó a
la dama de Parrot y con ella estuvo hablando un buen rato.
Mientras tanto, el Secretario Tirs invitó a los caballeros a
acompañarles a un rincón de sus jardines, habilitado para el cultivo,
donde había plantado una variedad rara de manjar: calçots. Ante el
asombro de todo el mundo, el Secretario procedió a desplantar uno de
tales "calçots" y mostrarlo al respetable. Boquiabierto, el Coronel
Cazotte se sumó a la tarea ayudando al Secretario a desplantar todos
los calçots que pudo. Mientras tanto, Sanglant ironizó "Miren a los
Pardetes, removiendo la tierra cual cerditos buscando sus bellotas",
aunque pronto se sumó al grupo de trabajo encendiendo y avivando una
gran hoguera en la que preparar los calçots.
Dejando encaminada la faena, los dos Secretarios Reales se excusaron y
entraron en su despacho para tratar las noticias de la ciudad para el
mes de febrero. Ya habían recibido la mayoría de informes relacionados
con la vida social de la ciudad, y se ponían manos a la obra para
obtener los anhelados Turnos.
Yôko-san y la misteriosa Muntsa, muy bien compenetradas, preparaban
las mesas donde los invitados probarían los deliciosos manjares preparados
para tal efecto. Bebida, unos entrantes ligeros, delicias traídas desde el
país del Crisantemo... todo preparado para el disfrute de los comensales.
Frente a la hoguera y sin el concurso mediador de los Secretarios,
Sanglant acometía con ironías a los dos Cadetes. El Coronel Cazotte,
veterano en estos temas, callaba y dejaba a Sanglant sólo con su
verborrea ridícula, aunque el Mayor Parrot, pecando de pardillo,
entraba a trapo en todas las provocaciones del Guardia del Cardenal.
De repente, se oyó un alarido surgido del despacho de los Secretarios,
un violento cruzar de aceros, unos dados rodando, y un "Oh, Dios mío".
Acto seguido, frente a la hoguera, Dominique Sanglant desencajó su
cara a media chanza, y llevándose las manos al pecho empezó a boquear
trabajosamente. Ante el estupor de los Cadetes, quienes se miraban
unos a otros, perplejos, Sanglant cayó al suelo muerto. Sin heridas,
sin ataques, sin golpes, sin envenenamientos... pero muerto.
Iban a brindar los Cadetes por tan sentida pérdida, cuando el cuerpo
del cardenalista empezó a moverse. Asustados, el Coronel Cazzote
esgrimió un cuchillo de untar pan y se situó junto a Parrot que hacía
lo propio con un palillo olivero, y ambos se enfrentaron al terrible
ser que se levantaba trabajosamente.
El Coronel fue el primero en hablar: "Dominique, ¿estáis bien?" Pero el
ser, ya incorporado, no le prestaba atención. De pie ante los dos
Cadetes, con sus ojos vacíos de expresión, miraba con interés sus
propios miembros, sus manos, el lugar en el que estaba... y con la 
voz chirriante de siempre empezó a hablar.
-¿SANGLANT? YA NO. NO SÉ QUIÉN SOY. DOMINIQUE SANGLANT HA MUERTO.
AHORA, YO SOY...
Y cuando el secreto más secreto del Universo iba a desvelarse, un
perro alsaciano ladró y aparecieron los secretarios reales con las dos
damas, y teniendo hechos los calçots empezó una de las mayores
comilonas jamás vista por esos lares. Comida, bebida, charla... los
tres ingredientes para una buena comida pre-primaveral.
Entre los platos, a destacar el cuerpo principal de la comilona: los
calçots que, para los que no lo sepan, son una variedad de cebolla tierna
que se asa sobre fuego vivo de sarmientos, se sirve sobre una teja y se come
mojada en una salsa hecha de almendras, aceite y tomate. Pero antes de ello,
la esposa del Secretario Tirs les agasajó con una relación de entrantes gustosos
y suculentos. El propio Secretario les ofreció una conserva de queso, hecha por
él mismo, sazonada con una mezcla secreta de hierbas que él mismo cultiva en su
jardín. Y para finalizar, con una amplia sonrisa de satisfacción, el Coronel
Cazotte desmintió los comentarios del difunto Du Fo sobre la pésima calidad
de la cocina de los Cadetes, haciendo degustar un delicioso, suave y turgente
pastel de manzana elaborado por él mismo.
Tras la comida, y aún con el espectro de Sanglant revoloteando por la
finca, Secretarios, Caballeros y Damas entraron en el Gran Salón, y se
inició una salvaje y despiadada sesión de juegos de cartas ("Lunch
money" y "Munchkin"). Por suerte, no queda constancia gráfica de
las sesiones de juego, o de las acciones que allí se sucedieron,
aunque aún resuenan en los oídos de los presentes unas palabras
proferidas por la etérea voz de una dama: "íMÁTALE! íARRÁNCALE LA CABEZA!
íACABA CON ÉSE! íA POR ÉL!".
|  |  | 
| Los calçots recién cosechados. | El asado de los calçots. Como no había sarmientos a mano, se utilizaron ramas de pino y una silla. | 
                                                 N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos            minimo    nombra
----------------------  ----------------------  ------  ----------
Ministro del Bienestar  Brgder. o Baron           10    Min.Estado
Ayudante General        General o superior         8    Marechal F.
Jefes de Ejercito       General o superior        10    Marechal F.
Aide camara Marechal    Teniente Coronel           6    Marechal F.
Jefes de Brigada        Brigadier General          6    Insp.Grles.
                                                 N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos            minimo    nombra
----------------------- ----------------------  ------  ----------
Jefes de Division       Tte.General o superior     8    Aide General
Aides de Ejercito       Coronel                    5    Jefes Ejercs.
Mayores de Brigada      Mayor                      3    Jefes Bgdas.
Quartermasters          Brigadier General          6    Jefes Ejercs.
Gracias a Enric por la crónica de la quinta semana. La cosa fue MUY improvisada; de hecho se organizó todo el día anterior (sábado), y vino quien pudo. Es posible que volvamos a organizar algo de cara al verano, ya con más tiempo, para que la gente de fuera de Barcelona pueda reservarse un fin de semana y venir si quiere. Obviamente no serán calçots, porque la temporada está terminando, pero supongo que tampoco le haréis ascos a una buena "Pierna de cordero a la Sanglant", je je...
El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes 1 de abril de 2005, a la medianoche (hora española peninsular).
¡Hasta pronto!
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