Pèlerins: Ici, Dieu
vous accueille pour donner un sens à votre vie. Ici, Dieu vous attend,
pour vous offrir tout Son amour!
    Jean Parrot
Primera semana
Primer día del mes. Cézare Malenfant cruzó las puertas del sur de la Capital. Se detuvo,
respiró hondo, dio gracias a Dios por el largo viaje sin incidentes y, con andar seguro
y una sonrisa en los labios comenzó a buscar algún lugar en el que le diesen cobijo a
partir de ese día...
Una vez acomodado acudió al club Le Crapaud et L'apricot, donde le habían informado de que
Jean Parrot celebraba por todo lo alto su ingreso en la vida militar. Parrot organizó
una amena velada en Le Crapaud et l'Apricot, a la que invitó a Clément de Cazotte, Cézare Malenfant, Guillaume de Foix, Hubert de Béthencourt, Marcel du Calais, Philippe Du Champagne y Sevère de Montmorency. Cuando éstos ya se
encontraban en el salón reservado a tal efecto, hizo su entrada teatral el anfitrión, con su nuevo
uniforme de Mayor de los Cadetes y con una sonrisa de oreja a oreja. A partir de este momento, Parrot
hizo el papel del perfecto anfitrión: cortés con todos, charlando con todo el mundo, a los veteranos
militares les preguntaba con interés por sus experiencias, no permitió en ningún momento que hubiese
ninguna copa vacía, animó a los caballeros a jugar unas manos a los dados y al hombre, propuso brindis
por Francia y, como colofón, en el más puro estilo Armand de la Fère, un grupo de bailarinas turcas.
En cuanto al estado etílico resultante de tal celebración, obviaremos comentarlo y lo dejaremos como
ejercicio para el lector avispado.
Por otra parte, la obra teatral de este mes resultó entretenida y agradable, sin ser un grandioso
éxito de los que tan escasa anda la escena de hoy en día. Dominique Sanglant acudió con Lili Montparnasse, y no salieron
insatisfechos de su velada teatral.
Segunda semana
Parece ser que el curioso hábito de fumar se va extendiendo. Esta semana ha sido Guillaume de Foix quien ha sido visto
con una pipa en los labios. ¿Habrá sido Jean Parrot quien le ha imbuido tan excéntrica costumbre?
Y, hablando de monsieur Parrot, este caballero volvio a dar prueba de su inventiva para las bromas y
celebraciones. Veamos el relato que él mismo nos hizo de la despedida de soltero que organizó para
Grichet des Wardes:
No era un día cualquiera: ni el sol brillaba igual, ni la brisa
soplaba igual. Grichet des Wardes, por primera vez en mucho tiempo,
sudaba, pero no de miedo o de esfuerzo, sino de temor ante lo que se
avecinaba: se casaba.
Se casaba en una semana y algunos de sus allegados habían decidido
celebrarlo con él. Des Wardes llegó a las puertas de "Les Chasseurs"
tal como le habían avisado que hiciese.
Allí, dos enormes vigilantes uniformados franqueaban las puertas. Al
hacer el intento de abrirlas, ambos le espetaron:
  -Caballero Des Wardes, tenéis la entrada prohibida hasta nueva orden.
Incrédulo y contrariado, Grichet se enfrentó a los dos hombres:
  -¡Pero si me han citado aquí! ¿Quién se atreve a mandaros prohibirme el paso? ¿¿QUIÉN??
Antes de poder oir la respuesta, Des Wardes notó que algo o
alguien tiraba de sus ropajes. Al girarse vió a un niño harapiento, de
apenas diez años, mirándole con cara de pánico:
  -Zeñor, zeñor, vueztra dama ze encuentra en peligro, la caza de la zeñorita Daé eztá
ardiendo y el caballero Parrot me manda a buzcaroz... ¡corred! ¡¡depriza!!
Sin apenas pensar en lo que ocurría, Grichet Des Wardes
cruzó París a toda velocidad. Su amada estaba en peligro y él debía
socorrerla... Cuando llegó a puertas del palacete de su amada
Christine se sorprendió al no ver ningún fuego ni ninguna señal del
incendio. En cambio, reparó en las puertas abiertas de la verja
exterior. Furioso por lo que creía algún tipo de engaño se adentró en
la mansión de su amada.
  -¡Christine! ¡Amada! ¿Dónde estáis?
Un lejano sonido de rotura de cristal atrajo su atención desde el salón.
Allí fue Des Wardes con rapidez... a lo lejos, agachada y sollozando
en un rincón junto a la gran chimenea, encontró a su amada.
Acercándose a ella intentó tranquilizarla, asiéndola suavemente por
los hombros y girándola para darle un beso en la mejilla. Pero Grichet
se quedó atónito pues no abrazaba a Christine Daé sino a Guillaume de
Foix. Éste, entre socarrón y malévolo, susurró un "Grichet, yo también
os quiero mucho" y dándole un beso improvisado en la mejilla gritó "¡A
POR ÉL!". Sin poder reaccionar, Grichet fue cubierto por una gran saca
de las de llevar vituallas, fue atado y amordazado, empujado, y a gritos de
"Muerte al Guardia Real", "Grichet, traidor", "matad a la bestia",
fue arrastrado al patio trasero del palacete donde fue subido a un carruaje.
A los pocos minutos el carruaje emprendió la marcha. Pese a que lo
intentó, el guardia real no atinó a deducir hacia donde se dirigían ni
a orientarse en las rutas elegidas. Poco después, el carruaje se
detuvo. Por el olor y el ambiente, dedujo acertadamente que se
encontraba en lo más sórdido de los muelles del Sena... Alguien le
arrancó la camisa... Alguien le rasgó y sacó los pantalones... En un
momento Grichet quedó cubierto sólo por las vendas y la mordaza, y la
poca ropa interior que llevase... Pronto empezó a escuchar silbidos de
admiración, de lo que podrían ser las fulanas y mujerzuelas de las
tabernas de la zona. Por lo que oía, a cada momento parecía aumentar
el número de mujeres que le silbaban y piropeaban... Y de repente el
silencio. La voz de Parrot lo rompió:
  -Señoras, damas, no tan damas, tienen ante ustedes un 
fantástico ejemplar de varón francés. Como podrán comprobar está
en perfecto estado y no tiene tara aparente.
Dicen de él que su hombría es incuestionable y su vigor sin parangón.
Pero sólo una de ustedes podrá saborear este prohibido manjar una sola
vez... ¿Quién ofrece cinco coronas por una noche con él? Bien, ¿y diez
coronas? ¡Vamos, señoras, esto es una oportunidad única! ¡¡Una
ganga!!
Mientras Grichet se hacía cruces de conocer a alguien tan
fenicio como el marsellés, un clamor femenino se elevó en el lugar.
Las sucesivas cifras gritadas por las ávidas féminas ahogaron
cualquier pensamiento que Des Wardes pudiera albergar. Finalmente, la
puja se estancó en 69 coronas... Grichet oyó voces y cuchicheos y la
zona quedó en silencio... Hasta que le levantaron en volandas para
tenderlo en el carro. Esta vez, el viaje se detuvo en lo que parecían
calles transitadas del centro de la ciudad. Antes de ser bajado del
carro, Grichet fue vestido con unas extrañas ropas cuyas piezas
tintineaban al moverse. Fue ayudado a bajar del carro -ahora sólo iba
amordazado y maniatado- y fue conducido al interior de una vivienda.
Le sentaron en una silla frente a una mesa sin ataduras en las manos y
se hizo el silencio. Pasaron los minutos y Grichet empezó a moverse 
intranquilo. Poco a poco, temeroso de una nueva acción contra él,
empezó a quitarse las vendas que cubrían sus ojos... ...y cuando pudo
ver en qué lugar estaba, le soprendió un súbito clamor de gritos y
aplausos: "¡¡¡Felicidades, Grichet!!! Varios caballeros estaban junto
a él, sonrientes y jocosos, mientras una bella morena lo devoraba con
la vista a su lado, viéndose él mismo vestido como un saltimbanqui. A
una señal de De Foix, empezó la fiesta de la despedida del guardia
real. Cenaron, bebieron, rieron a costa de y con Des Wardes, bailaron,
jugaron... se oyeron frases como "El primer año es el más difícil, los
demás son imposibles.", "No os caséis por dinero, podéis conseguir un
préstamo más barato." , "El amor es ciego, pero el matrimonio os
devolverá la vista.", "Los solteros sabemos más acerca de las mujeres 
que los casados; si no fuese así, nosotros también lo estaríamos.",
"La mujer llora antes del matrimonio, el hombre después."... Mientras
todo esto ocurría, Guillaume de Foix y Henri Lacroix se retiraron discretamente y, al cabo del rato,
volvieron a ocupar su lugar en la mesa, éste último con un aparatoso vendaje
alrededor del hombro derecho. Al acabar la cena, todos los caballeros
acompañaron al caballero Des Wardes y a Sophie -la fulana- a una reputada
pensión parisina, pese a que Grichet ponía alguna objeción. Fueron encerrados
en una habitación mientras el
resto de caballeros esperaban fuera en el rellano. Varias horas
después, Sophie con cara de agotamiento, salía de la habitación con
una sonrisa de satisfacción. Mientras bajaba las escaleras
caracoleando comentó a la concurrencia:
  -Ese caballero está apto para
satisfacer a su esposa en todo lo que ella pueda demandar.
Al unísono los caballeros lanzaron vítores y bravos en honor a Des
Wardes. Esperaron a que Grichet saliese medio vestido y lo
acompañaron, entre palmaditas de apoyo y felicitaciones, al palacete
de su amada Christine Daé. Allí, mientras los caballeros esperaban
junto al carruaje a que Des Wardes entrara en la mansión, Grichet se
detuvo dubitativo al darse cuenta que se presentaba a su amada vestido
con harapientas ropas. Al momento, Guillaume de Foix se le acercó con
un voluminoso fardo.
  -Grichet, ¿no os preguntáis por el regalo de
bodas de vuestros amigos? Aquí lo tenéis, si queréis. Una vez
repudiásteis a los Mosqueteros del Rey por la injusticia y deshonor
que os causaron en el pasado. Una vez renunciásteis a ser uno de ellos
por asco a que os pudieran comparar con aquellos que os mancharon con
la duda y la culpa. Como decís hace tiempo que pasó, y es por ello que
vuestro regreso, increpando a los mosqueteros, me sorprendió. Pero
como todo en la vida, las situaciones cambian y prueba de ello es que
he conseguido hacerme hueco en los Mosqueteros, comandando hombres
valientes y de honor. Aunque siempre haya oscuras manos que intenten
quitarnos esto, es lo único que tenemos y por lo que debemos seguir
luchando siempre. Es la esencia del mosquetero, y por ello considero
que vos, Grichet, no habéis dejado de ser un Mosquetero aunque vistáis
los colores de la Guardia Real. Aquí tenéis un despacho del Coronel de
los Mosqueteros del Rey en el que sólo falta vuestra firma y en el que
se os asigna el cargo de Mayor y se os devuelve el honor perdido. Para
mí será un honor servir junto a vos. Espero que para vos lo sea volver
al Regimiento del que jamás debísteis salir. Aunque quizás sea tarde,
espero que no lo sea lo suficiente para rechazarlo. Si lo hacéis
podréis poner todas las excusas que queráis pero desde el corazón
querréis volver a vestirla. Vuestros actos os delatan. Id con vuestra
futura esposa y pensadlo detenidamente. Tomad, el despacho y el
uniforme ...mayor Des Wardes.
Mientras la comitiva de caballeros se alejaba, Grichet entró pensativo en su casa.
Tercera semana
De brillante cabe calificar el enlace entre Grichet des Wardes y Christine Daé. Su Eminencia el
cardenal Du Heyn ofició la ceremonia, tras la cual se ofreció una recepción en la mansión de
los recién casados. Durante el trayecto desde la iglesia, sin embargo, ocurrió un incidente: Armand de la Fère
y Philippe Du Champagne se enzarzaron en un duelo. Aunque la maestría del veterano De La Fère es muy superior, quizás
precisamente por eso se confió en exceso y Philippe Du Champagne lo sorprendió con una certera tirada a fondo que lo
dejó inconsciente. Después de encargarse de que fuese debidamente atendido, el vencedor se dirigió
a la mansión de Des Wardes para participar en la recepción.
Allí se encontraban ya todos los demás invitados: Cézare Malenfant, Guillaume de Foix, Hubert de Béthencourt con Charlotte Pézet, Henri Lacroix todavía con
el hombro vendado, lo que le excusó de batirse en duelo con ninguno de sus rivales regimentales, Jean-Baptiste Le Rond,
Jean Monfort, Chev. d'Honneur con Constance Lacroix, Jean Parrot, Su Eminencia Cardenal Du Heyn, Maurice de La Fontaine con Francine Davelet, Philippe Valmont y Sevère de Montmorency.
Como es de ley en este tipo de reuniones sociales, el galanteo estuvo a la orden del día. Sin ir más
lejos, los propios recién casados presentaron a Charlotte Pézet a Henri Lacroix, quien además recibió miradas
tiernas de Giovanna Pascalli. Jean Monfort, Chev. d'Honneur, Primer Espada de Francia, también acaparó la atención femenina gracias
a la espada que portaba al cinto, la misma que le había regalado personalmente Su Majestad "y que sólo uso
en ocasiones importantes", según él mismo dijo.
En cuanto a los pocos parisinos que no asistieron a la boda, Clément de Cazotte tuvo prácticamente todo el Théatre Royale
para él solo, y Pierre Chardin se dedicó a dar largos paseos por el parque y cerca del Sena, al menos en los puntos
donde se puede soportar el olor.
Cuarta semana
La última semana del mes tuvo lugar la reunión en homenaje a le comte d'Ille y a le baron de la Papillotte; aunque algunos esperaban una ceremonia de tipo religioso, la gravedad y solemnidad con que se desarrolló el acontecimiento no desmereció para nada la memoria de los dos nobles. Acudieron Cézare Malenfant, Hubert de Béthencourt, quien llevó a Charlotte Pézet (que se sintió un poco desplazada al ser la única dama), Henri Lacroix (que sigue sin poder batirse a causa de su hombro herido), Jean-Baptiste Le Rond, Jean Parrot, Marcel du Calais, Maurice de La Fontaine, Philippe Valmont y Sevère de Montmorency. Se excusó Armand de la Fère, quien aún no podía salir de casa debido a la herida recibida de Philippe Du Champagne.
Epílogo
Al alba del séptimo día una figura avanza lenta y pesadamente por la
ladera hacia la cima de Montmartre. Embutida en negro y enjuta por el
frío matinal, la figura se detiene junto al muro de la iglesia de San
Pedro. Allí, mientras sus dedos enguantados juguetean con una
inscripción en la pared de piedra, sus ojos se posan en los primeros 
rayos solares del amanecer que iluminan la ya remitente oscuridad
que cubre París. Luz después de la Oscuridad. Los primeros
movimientos se perciben en las desiertas calles de la Ciudad de la
Luz. Vida después de la Muerte.
"Denis, amigo mío" -susurra- "ojalá tu muerte sirva para dar sentido
común a los hombres con responsabilidades. Ojalá tu muerte sea el
aviso y la recompensa a los que continuarán tu obra y seguirán tus
pasos. Ojalá tu muerte brinde un nuevo Destino al pueblo esclavo de
Francia... ojalá, la tuya, sea la última sangre vertida por la
libertad de Francia. Adiós Denis, Comte d'Ille, volveremos a
encontrarnos en la Eternidad. Aúlla hasta entonces." Santiguándose, la
figura se da la vuelta e inicia el descenso a la ciudad dormida.
Tras él, en la pared, permanece la inscripción:
Peregrinos:
Aquí, Dios os acoge para dar un sentido a vuestra vida. Aquí, Dios os
espera para ofrecer todo Su amor!
Armand de la Fère ha sido nombrado Gobernador Militar de París.
Grichet des Wardes ha sido nombrado Aide de chambre del Dauphin.
Henri Lacroix ha sido nombrado Ayudante regimental de la Guardia del Cardenal.
Jean-Baptiste Le Rond ha sido nombrado Ayudante regimental de los Mosqueteros del Rey.
                                                  N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos             minimo    nombra
----------------------- ----------------------   ------  -------------
Capitan Escolta Real    Capitan de Guardia Real     9    Gob.Mil.Paris
Capitan Escolta Carden. Capitan Guardia Cardenal    7    Gob.Mil.Paris
Abanderado Escolta Real Subalterno Guardia Real     9    Gob.Mil.Paris
Abander.Escolta Carden. Subalt.Guardia Cardenal     6    Gob.Mil.Paris
                                                  N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos            minimo    nombra
----------------------- ----------------------  ------  ------------
Soldados escolta Real   Soldado Guardia Real       8    Capitan Escolta
Sold.escolta Cardenal   Soldado Guardia Cardenal   5    Capitan Escolta
Ante todo, agradecer a Enric la ayuda con la crónica de este mes, y desear a Marc mucha suerte
en su nuevo hogar. Pensaba escribir un capítulo de la crónica titulado "La mudanza del Real
Secretario", ya que fue muy divertido y hasta hubo destrozo de mobiliario a lo gamberro, pero la
verdad es que me da pereza y bastante retraso llevamos ya con la crónica como para perdernos en
disgresiones.
El plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes 29 de
octubre de 2004, a la medianoche (hora española
peninsular).
¡Hasta pronto!
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