¿Dónde está Wally?
    Martin Handford
Orillas del Escalda
Frédéric Dupont, ya convertido en un curtido veterano, miraba las boscosas colinas frente a sus posiciones, al otro lado del río. 
  -Algo se masca; no tardarán mucho en atacarnos. 
Christian Lazure lo miró sin mucho convencimiento. 
  -¿Cómo lo sabes? -preguntó-. Llevamos un mes muertos de asco en esta posición. ¿Qué te hace pensar que
van a atacarla precisamente hoy? 
  -Todo está demasiado tranquilo. No se oye ni un pájaro, ni se ve un conejo... nada. Las colinas están
llenas de gente. Te lo digo yo. 
No bien hubo acabado de hablar cuando se desató el infierno. La artillería enemiga, protegida por el bosquecillo que
cubría la colína, había empezado a tirar en parábola sobre ellos. Los primeros disparos no fueron muy certeros, como
suele ocurrir con las parábolas, pero era cuestión de tiempo (y poco) que afinasen el tiro. 
¿Qué te había dicho? Ya está el baile montado. ¡A cubierto! 
Mientras el ataque artillero clavaba al suelo a los franceses, los pontoneros comenzaron a montar las barcas
sobre el río para hacer pasar a la infantería. Indiscutiblemente, el general enemigo era un genial estratega. 
Al poco, los Cadetes de la Gascuña habían sido diezmados. Entre las víctimas tenemos que lamentar a su Teniente
Coronel, destrozado por una granada de mortero. Pero no fueron los Cadetes los únicos en recibir: también los Dragones
del Gran Duque Maximiliano de Valois perdieron a dos de sus capitanes, uno de ellos el recién incorporado Gilles de la Sablerie. De momento
y a pesar de las bajas, la posición del Escalda sigue mantenida; veremos si resiste mucho más.
![[Cruz para la tumba]](/headstone.gif) 
                    Sus compañeros del Regimiento agradecerán
                                       UNA ORACIÓN
                                             R.I.P.
                                   Rogad a Dios por el alma de
                                      GILLES DE LA SABLERIE
                   Capitán de los Dragones del Gran Duque Maximiliano de Valois
![[Cruz para la tumba]](/headstone.gif) 
                     Sus compañeros del Regimiento agradecerán
                                       UNA ORACIÓN
Primera semana 
Mis saludos hermano, aunque no mis respetos. Disfruta de tu título y las tierras de la familia. Sepa Dios por qué motivo has nacido mayor que yo siendo un inútil como eres. 
 * * * 
  -Madame, se prepara un asalto a vuestro palacio. Aprovechando la desaparición de vuestro esposo, un grupo
de rebeldes planea hacerse con el sujeto que intentó asesinaros. Estoy aquí, en nombre de la amistad que siempre me ha unido a vuestra familia, para ofreceros protección. 
  -En vuestras manos estoy, monsieur, y en vuestra protección confío, aunque no entiendo nada de lo que está pasando. ¿Decís que el asesino está en el palacio? íOh, Dios mío! 
  -A buen recaudo, madame, a buen recaudo. Vuestro previsor esposo lo tiene encerrado en el sótano hasta que consiga sacarle la verdad del asunto. Comprendo que no os dijese nada, para evitar alteraros. Ahora, si me disculpais, voy a organizar a mis hombres para proteger vuestro hogar. 
Dicho lo cual Grichet se dirigió a las escaleras que llevaban al sótano. Subió al poco rato, a grandes zancadas, con el rostro alterado. Cuando iba a abrir la boca para hablar, uno de sus hombres llegó corriendo. 
Una sonrisa extraña cruzó el rostro de Grichet des Wardes. -Bien -dijo-. Vamos a reírnos un rato juntos. 
Salió al patio de la entrada principal y encontró allí a Armand de la Fère, Guillaume de Foix, Jean-Baptiste Le Rond, Maurice de La Fontaine y Pierre Chardin, algunos por libre y otros
comandando unidades de tropa. 
  -Vaya, vaya. Imagino, messieurs, que venís a recoger al barón de la Papillotte para llevároslo de juerga... 
  -La retención del barón en la residencia del comte d'Ille es totalmente ilegal y carente de cualquier
justificación; si no nos lo entregais de inmediato para que lo pongamos en manos de la Justicia, nos veremos obligados
a... 
  -Me temo, messieurs, que no me va a ser posible tal entrega -el tono socarrón de Grichet iba en aumento. 
  -Os hago notar, monsieur, que contamos con superioridad numérica y con una orden de traslado del Comisionado que... 
  -Podéis traer cuantas órdenes queráis, pero eso no hará aparecer al barón de la Papillotte. Podéis comprobarlo vosotros mismos: el pájaro ha volado. Solamente os pido que, por respeto a la casa y a la Comtesse, no más de tres hombres inspeccionen los sótanos; os doy mi palabra de honor de que no seréis retenidos ni atacados; y, si me hacéis la gracia de encontrar al barón, será un honor para mí discutir los términos de su entrega si realmente detentais el poder para haceros cargo de él. 
Las graves caras de santa dignidad dispuesta a todo dejaron paso a unas bastante más cómicas caras de asombro. 
  -Como os digo, messieurs -continuó Grichet-, preveyendo vuestro intento de arrancar al prisionero del poder del comte d'Ille aprovechando su esperemos que temporal desaparición, me adelanté con un grupo de leales y ofrecimos protección a la casa del comte y a su esposa. Precisamente subía de inspeccionar los sótanos para ver el estado del prisionero, descubriéndolos vacíos, cuando me notificaron vuestra llegada. 
  -Bueno, ¿y qué hacemos ahora? -empezaron a preguntarse unos a otros. Fue Jean Parrot, que llegaba en aquel momento con un soberano despiste, quien dio con el mejor curso de acción a tomar: 
  -¿Qué ha pasado, messieurs? ¿Qué hace tanta gente en la puerta del Comte d'Ille? ¿No estaríamos mejor en
Le Crapaud et l'Apricot? 
Al oir mencionar el club, como movidos por un resorte, algunos caballeros se pusieron en marcha en tal dirección. El resto, al ver movimiento, siguió dócilmente a los primeros.
 * * * 
  -En realidad, Eminencia, mi propósito era el contrario: ofreceros mi ayuda y experiencia que, aunque modestas, algún valor tendrán, para aclarar los turbios asuntos que se desarrollan en París. 
  -Siempre es de agradecer vuestra buena voluntad, Eminencia. Venid, hablemos de los últimos acontecimientos
mientras nos refrescamos paseando por el jardín... 
Las dos figuras púrpura, una alta y enjuta, la otra más baja y entrada en carnes sin llegar a la obesidad, se alejaron
intercambiando murmullos. Unos murmullos que, muy posiblemente, se encaminaban a cambiar los destinos de Francia. 
 * * * 
  -Como os lo cuento, monsieur. La recogió la hermana Marta, cuando habíamos ido a prestar ayuda a los heridos en el incendio. Vagaba sin rumbo entre los escombros, con la mirada vacía, y no supo darnos razón de quién era ni a quién podíamos avisar de su milagrosa salvación. La llevamos con nosotras al convento, y allí se repuso. Los primeros días dormía intranquila y con pesadillas, pero una semana más tarde empezó a recuperar el apetito y, una mañana, de repente, pronunció un nombre: el vuestro, monsieur. Era la única pista que teníamos, así que comenzamos a indagar y, gracias a la bondad del Señor, nos ha sido dado encontraros. La dama está bien de salud, pero no parece recordar nada de su vida pasada. Si os ama como parece ser, quizás el reencuentro le sane la memoria. 
  -No perdamos tiempo pues-. Philippe Valmont echó a correr hacia el convento, seguido a duras penas por la novicia, que iba gritando: "¡Esperad, monsieur, esperad, estos hábitos no fueron pensados para correr!"
Firma: Jean Monfort, Chevalier d'Honneur, Capitán de los Mosqueteros del Rey y Primer Espada de Francia.
Segunda semana
Monsieur Sanglant había llegado unas horas antes en compañía de monsieur
Cricton, en un carruaje cargado con unas cuantas botellas de vino, y
desde entonces estuvieron preparando todo lo necesario para que todo estuviera dispuesto
de la forma más correcta posible y que todas las necesidades estuvieran cubiertas. 
En un plano totalmente distinto de la realidad, el soporífero sermón que Su Eminencia Cardenal Du Heyn endilgó a los asistentes al funeral por
JTN dejó a todos los asistentes con la boca abierta... de un bostezo. Grichet des Wardes, Guillaume de Foix, Jean-Baptiste Le Rond, Jean Monfort, Chev. d'Honneur, Jean Parrot, Maurice de La Fontaine acompañado de
Francine Davelet, Pierre de Lille y Philippe Valmont rivalizaron en aguantar el tipo mientras Su Eminencia daba uno de los sermones menos
inspirados de su carrera. El único momento emotivo fue cuando Guillaume de Foix leyó los versos "Visión trágica de la vida",
escritos por el difunto JTN, que le hicieron merecedor de un premio de poesía y que tan premonitorios resultaron. Tras
la ceremonia, un grupo de los más allegados se dirigieron al cementerio para contemplar el mausoleo que un anónimo
compañero erigió para el difunto.
Como es sabido, Armand de la Fère y Dominique Sanglant tenían un asunto pendiente desde hace algunos meses; finalmente, sus respectivas agendas
les permitieron coincidir esta semana. Aunque las disculpas ya habían sido oficialmente presentadas y ninguna rivalidad
separa ya a ambos caballeros, éstos decidieron no prescindir del enfrentamiento.
Una única mesa central con dos sillas decoraba la estancia; a su lado reposaban los caldos
seleccionados para el duelo. Al otro lado, una bandeja con comida descansaba sobre otra
mesa más pequeña. A la hora prevista llegó Monsieur de La Fère. Tras un breve
saludo tomaron asiento y empezaron a beber copa tras copa. Monsieur Cricton, encargado de llevar la cuenta,
había traído una pequeña pizarra que no tardó en revelarse muy justa para el cometido.
Los dos adversarios empezaron a beber por igual: cada uno vaciaba su copa y la dejaba sobre la mesa.
Con el paso del tiempo (y de las copas), los golpes sobre la mesa eran cada vez más fuertes,
así como los gritos...
Mientras tanto M. Cricton degustaba vino de una barrica cercana que se había
reservado para él. En un momento dado, los contendientes se enzarzaron en una discusión sobre si el
título de "mejor bebedor de Francia" sería suficiente para ellos. Acordando que no era así, encargaron al
cocinero dos piernas de cordero asadas y, cuando éstas llegaron, tomó una cada uno y, blandiéndolas a modo de espada,
se enfrentaron ambos ante la atónita y divertida mirada de Cricton. La estocada definitiva la dio Dominique Sanglant a su rival,
atribuyéndose de este modo el oficioso título de "mejor Pierna de Cordero de Francia". No pudo, sin embargo, celebrar
mucho su victoria, porque cayó dormido sobre la mesa casi de inmediato. De la Fère, con la mirada turbia, consiguió
sentarse a la mesa y beber cuatro copas más antes de caer al lado de Sanglant, diciéndole a Cricton: "apuntadlo ahí,
monsssieur, sssoy el megor bebedor de Franc..."
Tercera semana
Y es que el verdadero ambiente estuvo esta semana en Le Crapaud et l'Apricot: Parrot se había dirigido a dicho club sabiendo que una
animada fiesta se preparaba; allí estaban ya Grichet des Wardes, Maurice de La Fontaine con su Francine, Philippe Valmont y Pierre de Lille. Este último insistía en que
no quería beber porque el próximo mes recibía las órdenes sacerdotales, pero el astuto Parrot sacó una botella de
moscatel extra-dulce y llenó un vaso para el seminarista mientras le decía: "pero bien tendréis que acostumbraros
al vino de misa, monsieur. ¿Qué sería de las misas sin el vino?" Con este argumento y, todo hay que decirlo, mucha
paciencia, consiguió que Pierre de Lille quedase sentado en un rincón, abrazado a la botella de moscatel vacía y manifestando
tener visiones beatíficas. 
Mientras, en otro rincón del club, la tensión subía al encontrarse Henri Lacroix y Maurice de La Fontaine, enemigos regimentales. A instancias
de Parrot, acordaron batirse al final de la fiesta, de modo que tácitamente acordaron ignorarse el uno al otro hasta
que llegase el momento de cruzar los aceros. Pero la astucia de Parrot no conoce límites: ayudado por Valmont,
mezclándoles vinos y llenándoles las copas de manera continua, consiguió emborrachar sibilinamente a ambos enemigos
de tal manera que Lacroix se dirigió a La Fontaine y le dijo: "¡Mirrraaad cómo os iggnoro, La Fontaine *-hips-* Ni
siquiera os veoooo!" a lo que el aludido respondió: "¿Quién me habla? ¡No oigo naaaadaaa!" Cuando llegó el
momento de batirse, los dos estaban tan borrachos y tan metidos en su obsesión de ignorar al otro que, de tanto
ignorarse, ni siquiera eran capaces de mirar en la dirección en que se encontraba su oponente, de modo que se tuvo que
dar el duelo por cancelado.
Esta semana la pasó Armand de la Fère esperando en vano a Jean Parrot en L'Epée D'Or; al final, hastiado de esperar, ordenó a las bailarinas
exóticas que contrata habitualmente para estas ocasiones que se pusiesen en marcha, y tuvo que disfrutar él solo
de la sesión de danza privada.
Cuarta semana
Exceptuando casos aislados como Dominique Sanglant y Jean Cricton que se encontraron en Les Chasseurs, llevando el primero a su dama Lili Montparnasse
y ésta a una amiga suya, Mussette d'Envion, asegurándoel que Cricton era muy buen partido.p>
En otro orden de cosas, a destacar que Philippe Valmont ha ingresado como subalterno en la Guardia Real.
Armand de la Fère ha visto su cargo de Ministro de Ciencias renovado por un año.
Durante este mes se renuevan los cargos religiosos (consultar reglas).
Durante este mes no se renuevan cargos.
El turno pasado fue posiblemente el más complicado de la historia de la partida, pero éste, paradójicamente, me ha costado mucho más de procesar: me ha pillado en pleno viaje de vuelta a casa, y con una serie de circunstancias añadidas que no me han dejado tiempo para organizar el proceso. Este mes que viene pinta igual, por lo que he preferido retrasar la fecha límite una semanita y, en lugar de procesar el turno el fin de semana del 30, seguramente lo haremos el día 7, de modo que el plazo de entrega del próximo turno finaliza el viernes 6 de agosto de 2004, a la medianoche (hora española peninsular).
¡Hasta pronto!
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