El que se mueva no sale en la foto. 
 
 
 
Primera semana 
 -Acudo a vos para ofreceros confirmaros mi total dedicación a los problemas que sacuden
Francia. Como su Majestad tiene presente, las recientes revueltas de algunos campesinos
en la provincia de L'Ille France han sido solucionadas con una mera demostración de
fuerza. Aunque los motivos que llevaron a los campesinos a rebelarse eran carentes de
sentido, el populacho se agita con facilidad y temo que de no tomar cartas en el asunto se
repita el problema. Creo que mi conocimiento de L'Ille de France, en la que se encuentra mi
condado, me da una posición aventajada para controlar la provincia y convertirla en un
ejemplo de lealtad a la Corona. Es por ello por lo que si Vuestra Majestad lo considera
apropiado sería para mi un honor Gobernar la Provincia Militar de París y L'Ille de France. 
Tras una breve reflexión, Su Majestad habla brevemente en voz baja con el Cardenal, y es éste quien da la respuesta: 
 -Está bien, conde. Me habéis convencido. Peor que De Boissier no lo vais a hacer... o al menos eso espero. Vuestro es el cargo. Su Majestad pensaba enviaros a Bretaña pero, dado que sois más experimentado que Armand de la Fère, a quien Su Majestad también ha honrado con un Gobierno Militar, seréis más útil aquí. 
Mientras le comte se ocupaba en abrirse paso en la Corte, el resto de parisinos empleaban su tiempo libre, recién vueltos del frente, en los entretenimientos más diversos. Se llevó la palma el teatro: Jean Parrot, Maurice de La Fontaine (con Francine Davelet) y Pierre du Fo asistieron a la noche del estreno, aunque hay que decir que la obra fue realmente soporífera, innecesariamente larga y con una pésima realización. 
Mejor criterio y caridad cristiana tuvo Pierre Chardin quien, cumpliendo una de las sagradas Obras de Misericordia, empleó la semana en visitar a su amigo Guillaume de Foix, que aún se encuentra delicado por las heridas recibidas el pasado mes. Ambos caballeros estuvieron departiendo sobre temas de actualidad, hasta que el herido dio muestras de fatiga y Pierre Chardin vio oportuno retirarse. 
Segunda semana 
Tercera semana 
Cuarta semana 
Toda esta diversión se la perdió Laurent Etcheverry, que fue el único asistente a Tuiles Bleues esa semana.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Solamente deciros que Enrique ha publicado el retrato del arzobispo Du Heyn en la galería artística. Aparte de
eso, nada interesante que contaros... de momento.  
El plazo para el próximo turno termina el viernes 31 de octubre de 2003, a las 23:59 como de costumbre.
 
¡Hasta pronto!
 
 
(Alfonso Guerra)
GACETA MILITAR
Ha finalizado la campaña de verano y, como de costumbre, los campos de batalla se han embarrado con la estación lluviosa. Dominique Sanglant, que ha preferido quedarse como agregado en un Regimiento Fronterizo, se aburre soberanamente. La vida de campamento, sosa y pasada por agua, se le hace interminable. "Si al menos hubiese un poco de acción", piensa...
ECOS DE SOCIEDAD
De nuevo, como meses atrás, el carruaje con las armas del Comte d'Ille se detiene en una de las entradas del Palais Royale. Desciende de él le Comte, que se dirige sin titubear al salón de audiencias, donde Su Majestad Luis XIII de Francia despacha las peticiones de sus súbditos. De pie tras él, a un lado, la mano izquierda apoyada sobre el respaldo del sillón-trono, el Cardenal-Duc de Richelieu guarda silencio. Tras la requerida reverencia, le Comte d'Ille se dirige a Su Majestad:
Sin dar muestras de haber acusado recibo de la ironía, le Comte d'Ille repite la profunda reverencia y, sin levantarse y todavía caracoleando el sombrero, abandona el salón.
Otro que se dedicó a la caridad fue Armand de Noisel, que estuvo trabajando para poner al día los asuntos de la Cofradía durante toda la semana.
Hubo esta semana bastante ambiente en París, aunque muy disperso: Pierre Chardin y Villiers Daugé de Chevreuse coincidieron casualmente en Philippe le Rouge y se dedicaron a la bebida y al crapuleo. Mientras tanto, Armand de Noisel vaciaba las barricas de vino de le Crapaud et l'Apricot, Jean Cricton hacía lo propio en les Tuiles Bleues, y Armand de la Fère hacía lo mismo en Chasseurs, para consolarse del seguimiento frustrado de una dama cuyo nombre no nos ha sido dado a conocer. La variación la introdujo le Baron de la Papillotte, que se dedicó a pasear por el parque con su familia aunque, dado el estado del tiempo esta semana, la mayor parte del paseo se realizó en carruaje.
Las lluvias arreciaron durante la tercera semana de septiembre, y por lo tanto aún se ha podido ver menos actividad en las calles de París. Jean Cricton no descuidó sus obligaciones religiosas y asistió a misa. Jean Parrot se dedicó a organizar la fiesta de la cuarta semana, y allí coincidió un instante con Maurice de La Fontaine, que se emborrachaba nostálgicamente en un rincón. Pierre du Fo, por su parte, también trasegó grandes cantidades de alcohol, aunque en este caso fue en les Tuiles Bleues y no en le Crapaud et l'Apricot.
 -Sois muy amable al acompañarme a la fiesta de monsieur Parrot, amigo Pierre.
 -¡Bah! -Pierre Chardin hizo un ademán, quitando importancia al hecho-. Vos habríais hecho lo mismo por mí, Guillaume. El hecho de que
tengais que cuidar vuestras heridas no significa que no podais divertiros. Eso sí, con prudencia -aquí Pierre Chardin sonrió-, lo que significa que me
encargaré personalmente de que no bebais demasiado.
En aquel momento, el carruaje en que ambos viajaban se detuvo frente a las puertas de Le Crapaud et l'Apricot. Descendieron ambos, Guillaume de Foix ayudándose con un bastón, y entraron en el salon que el portero les indicó. Allí se encontraban ya Armand de la Fère, Gerard Ampourdan, Hubert de Béthencourt  y Villiers Daugé de Chevreuse, amén del propio Jean Parrot, organizador del evento.
Poco más tarde, todas las miradas se volvieron hacia la puerta, donde una figura embozada hizo acto de presencia.
 -No es necesario que oculteis el rostro, monsieur du Fo: estamos entre amigos -Parrot lo reconoció enseguida-.
El aludido, tras un breve recorrido visual por los presentes, apartó su capa y se relajó. -Estupendo -dijo-. Perdonad, pero en el París de hoy en día nunca se sabe.
La fiesta transcurrió sin demasiadas novedades dignas de mención: se bebió, se jugó, y monsieur Parrot intentó organizar, sin mucho éxito, un coro de canciones populares de su tierra, tales como "La marsellesa" o "Une jeune fillette". Mientras, en uno de los reservados contiguos, Maurice de La Fontaine disfrutaba de una cena romántica con Francine Davelet. Sin embargo, el ruido que llegaba a través de la pared hizo que ambos decidiesen pedir que les cambiasen de lugar; en el proceso, la curiosidad pudo con Maurice de La Fontaine y éste se escapó un momento para asomarse a la puerta. Lo que vio no le desagradó:
 -Realmente, monsieur Parrot no ha escatimado gastos -comentó Maurice de La Fontaine-. Bailarinas, orquesta, comida y vino abundantes...
Tras saludar brevemente a todos los presentes y tomar una copa de cortesía a instancias del anfitrión, Maurice de La Fontaine regresó al lado de su dama para dispensarle las atenciones debidas y la fiesta continuó. En ella, Villiers Daugé de Chevreuse ponía verde, del Papa para abajo, a toda la Santa Iglesia Romana... y monseñor Du Heyn se llevó la palma. Los subterfugios del Comisionado fueron tema fascinante de conversación, dando lugar a toda suerte de teorías, tanto más descabelladas a medida que se incrementaba la embriaguez de los presentes. Cuando Villiers se encontraba en mitad de una larga disertación sobre la hipótesis de un modelo matemático que estructura cualquier sociedad autoritaria al tiempo que esgrimía su bastón contra un monstruo imaginario, Armand de la Fère le alcanzó una copa. Villiers, cojeando debido a sus recientes heridas, se llegó hasta la mesa, tomó otras dos copas, e hizo un numerillo de trilero con ellas: "Nada por allí, caballeros... nada por allá. He aquí a lo que se reducen los logros de nuestro querido Comisionado. Husmea, revuelve, se enreda, pero los casos que ha resuelto hasta ahora pueden contarse con los dedos de la mano... de un leproso." Tras lo cual engulló el contenido de una de las copas y cayó redondo al suelo. Armand, entre risas, se lo llevó al caserón semivacío que el excéntrico personaje mantiene cerca de la Place des Vosges. Allí, envió recado a sus dos criadas para que se reuniesen con ellos y les dio órdenes de hacerle compañía durante la noche y alegrarle el despertar.
Mientras esto ocurría, una fastidiada Francine Davelet supervisaba el traslado de Maurice de La Fontaine: el caballero, dormido como un tronco, fue llevado a rastras por los criados del club y subido a un coche de postas, donde la pobre Francine se decía a sí misma: "No lo entiendo, si solamente nos hemos bebido una botella de vino entre los dos..."
                                                  N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos             minimo    nombra
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Capitan Escolta Real    Capitan de Guardia Real     9    Gob.Mil.Paris
Capitan Escolta Carden. Capitan Guardia Cardenal    7    Gob.Mil.Paris
Abanderado Escolta Real Subalterno Guardia Real     9    Gob.Mil.Paris
Abander.Escolta Carden. Subalt.Guardia Cardenal     6    Gob.Mil.Paris
                                                 N.S.     Quien
         Cargo            Requisitos            minimo    nombra
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Soldados escolta Real   Soldado Guardia Real       8    Capitan Escolta
Sold.escolta Cardenal   Soldado Guardia Cardenal   5    Capitan Escolta
NOTAS DE LOS ÁRBITROS

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