Terminada la campaña de este verano, el otoño nos ha deparado una agradable sorpresa.
En el frente, el Tercer Fronterizo fue sorprendido por la aparición de Phillipe la Mochen al mando
de un pequeño destacamento de soldados que en paupérrimas condiciones volvían de las líneas
enemigas. Aunque en un primer momento los centinelas estuvieron a punto de dispararles,
al oírles entonar canciones de batalla francesas se contuvieron hasta enterarse de que eran
los fugados de uno de los campos de prisioneros holandeses. Y esta es la historia de su evasión
contada de la boca de uno de estos soldados: 
Estuvimos toda la noche sin dormir con nuestras esperanzas puestas en que el cocinero hubiese
creído en las excelentes virtudes culinarias de cierta hierba silvestre y la hubiese incorporado
al rancho, y confiando en los conocimientos obtenidos sobre la zona durante varias semanas de
interrogatorios disfrazados de conversación intrascendente. Al amanecer, a la hora que nos hacian
abandonar las celdas para ir al trabajo, nos percatamos de la falta de personal y de los numerosos
viajes hacia las letrinas que realizaban los pocos que quedaban, así que aprovechando la confusión
nos colamos en el polvorín de la guarnición. Algunos de nuestros camaradas fueron allí
batidos, pero la sorpresa y el malestar reinante nos permitieron apoderarnos de él. Una vez
conseguimos esto pasamos por las armas al resto de los guardias y volamos el fuerte utilizando
varios barriles de polvora del polvorín capturado. 
Después, por caminos poco frecuentados, seguimos una ruta lo más directa posible hacia nuestra
patria. Tuvimos alguna dificultad cuando estuvimos a punto de encontrarnos con una patrulla de
flamencos, pero la suerte nos acompañó y conseguimos evitarlos. Sólo al final temimos lo peor,
pues pensábamos que seríamos abatidos por nuestros propios compañeros; por suerte, la idea del
capitán la Mochen de cantar la marcha de nuestro Regimiento consiguió que nos reconocieran y
consiguiéramos volver a nuestra amada Francia. Pues esta es la historia, ahora sólo queda
por ver si este bravo capitán será recompensado por la planificación y ejecución de esta
espléndida evasión y por sembrar el desconcierto entre la filas de nuestros enemigos.
 
(Nota: Muchas gracias a Fernando Pascual por redactarme la crónica de su propia evasión.) 
 
El general novato 
La entrada en el generalato de le Viscomte d'Ille no ha podido ser más peculiar. Después de volver
a París a la cola de sus tropas tal y como había prometido, se personó en el Estado Mayor
dispuesto a tomar posesión de su despacho. Al percatarse de la enorme carga de trabajo
administrativo que le esperaba, puso un gesto de espanto que no pasó desapercibido a otro
Excelentísimo miembro del Estado Mayor, quien le tranquilizó: "Tranquilo, Monsieur, cuando
llegue vuestro ayudante se hará cargo de la mayor parte de todo este trabajo". A lo que
Lavoisier respondió: "Sí, claro. Tengo ganas de saber quién será. Decidme, Monsieur; en
confianza; tengo un amigo con cuya eficacia y dedicación me gustaría contar. ¡Creéis que existe
alguna posibilidad de que pueda utilizar mi influencia en su favor para que sea nombrado mi
ayudante?" A lo que éste respondió con una risotada: "íPues claro, Monsieur! ¡Queréis
decir que todavía no sabeis que vos sois el encargado de nombrar a vuestro propio ayudante? ¡Qué
otra cosa esperabais?" Ante lo cual el azorado Lavoisier musitó una excusa y se retiró
discretamente pasillo abajo mientras el viejo general sonreía para sus adentros diciendo:
"Desde luego, estos novatos..." 
Pero no acaban aquí las andanzas de nuestro flamante General. Para celebrar su nombramiento
asistió a la representación de le Théatre Royale en compañía de su esposa. Tras una satisfactoria
representación que levantó comentarios elogiosos en los palcos, los Viscomtes salían del teatro
acompañados por Jean Luc d'Armand, Chevalier d'Honneur, a cuyo palco habían sido invitados, cuando de repente una veintena de mujeres
de dudosa reputación se arrojaron sobre él entre risas y chillidos de "íLavoisier,
Lavoisier!", apartándolo de su esposa y haciéndolo caer bajo el tumulto. Tras el inicial
sobresalto, el divertido d'Armand se abstuvo de intervenir pensando que se trataba de una novatada de
sus nuevos colegas del Estado Mayor, y los denodados esfuerzos de la esposa por arrancar a su
marido de las garras de las reinas de la noche resultaron en balde. Al final, d'Armand llamó a un
carruaje y, entre él y la Viscomtesse consiguieron arrastrar al agobiado Lavoisier hasta el
interior del mismo, mientras le Viscomte sujetaba sus huidizos pantalones como buenamente podía y
gritaba débilmente: "íMi sombrero! íMi capa! íMi rapier! íSocorro! íQue me desnudan!" Al
ver que su presa había conseguido huír, las ardientes damiselas se dispersaron rápidamente
mientras, dentro del carruaje, d'Armand hacía esfuerzos sobrehumanos por aguantar la risa para no
ofender a le Viscomte, de quien excusaremos describir su miserable estado. 
Misa pro defunctis 
La segunda semana, fray Martin du Heyn celebró una solemne misa por los caídos en la pasada campaña. Asistieron a
ella además del oficiante, fray Jacques de Luc (que ayudó a misa y leyó el siempre emotivo párrafo "Yo soy la
Resurección y la Vida"), Grichet des Wardes, Pierre Merlot, Laurent de Boisier, Gaston d'Orange y Antoine de Hautemort. Ausencia destacada la de Armand Jalabert, a quien todo
el mundo esperaba ver pero que al final no apareció. Más tarde nos enteramos de que monsieur
Jalabert había estado mientras tanto bebiendo en les Tuilles Bleues, quizás porque temió no
sentirse cómodo entre tantos miembros del estamento militar, o al menos eso fue lo que le contó a
J.Luc d'Armand, Chevalier d'H., con el que coincidió en la barra principal. 
Pero no fueron estos dos caballeros los únicos que prefirieron prescindir del servicio
religioso: también Joseph de Le Bestier, a quien vimos melancólicamente apoyado en una columna del salón principal
de la Garde Montante, y los que ya empiezan a ser conocidos como Los Tres Mosqueteros: Amadis L'Amour, Jean François LaCroix y
Jean-Paul Ouedec. También Jean-Luc du Foix pasó el rato en le Cripaud et l'Apricot, pero en este caso tan melancólicamente
como Joseph de Le Bestier. 
Fiesta en casa de le Viscomte 
La tercera semana se celebró en la mansión del general Lavoisier una fiesta para celebrar su
ascenso, fiesta a la que asistieron Jean François LaCroix, Grichet des Wardes, Amadis L'Amour, J.Luc d'Armand, Chevalier d'H., Armand Jalabert, Eric du Perpignan, Chev. d'H. y Jean-Paul Le Mound, además de su flamante
ayudante Antoine de Hautemort. Al comenzar la misma, aprovechando que todavía nadie había bebido se celebró un
pequeño torneo amistoso de esgrima entre los asistentes. Le Viscomte comprobó personalmente que
todas las armas estuviesen debidamente embotadas y, de todos modos, su todavía más prudente esposa
exigió la presencia preventiva de un cirujano para actuar ante cualquier tipo de accidente. Como
de costumbre en los eventos de este tipo que organiza, Denis Lavoisier,Viscmt. d'Ille participó en el torneo aún siendo el
anfitrión, pero con la condición expresa, impuesta por él mismo, de retirarse si llegaba a la
final, dando por tanto la victoria al que quedase en segundo lugar. Se organizaron grupos, y los
combates fueron al tercer toque. J.Luc d'Armand, Chevalier d'H., ganador del torneo, recibió una pistola bellamente adornada
(entregada en su debida cajita preciosa), arma que, según palabras del propio Lavoisier, "es
de uso impropio entre caballeros, pero muy útil en el frente". Sin embargo, no menos
apreciados fueron los regalos que llevó el propio J.Luc d'Armand, Chevalier d'H. a sus anfitriones: una espada de fino acero
toledano para le Viscomte, un precioso chal tejido en tierras flamencas para la Viscomtesse, y una
muñeca de la más fina porcelana para la pequeña hija de ambos. 
 Tras la esgrima, los participantes en el torneo tuvieron ocasión de asearse en habitaciones
destinadas a ello. La cena consistió en un buffete caliente y bebidas, mientras una orquesta
amenizaba la velada con música alegre que acabó incitando al baile a la mayoría de las parejas. Se
brindó por los títulos de Chevalier adquiridos por Eric du Perpignan, Chev. d'H. y J.Luc d'Armand, Chevalier d'H., y por el reciente generalato del
mismo Denis Lavoisier,Viscmt. d'Ille. Pero la noticia bomba de la noche la dio el propio anfitrión, al comunicar a la
concurrencia que su esposa, a la que colmó de atenciones durante toda la noche, volvía a estar en
estado de buena esperanza. Tras un brindis final en el que se brindó por que el futuro bebé fuese
varón, la fiesta continuó hasta altas horas de la madrugada. 
(Nota: Más gracias, esta vez a Jonathan, por la detallada explicación de la fiesta que, como él
mismo podrá ver, me ha sido utilísima) (-:@ 
Animación en los clubs 
La cuarta semana fue Pierre Merlot quien anfitrionó una fiesta, esta vez en su club como
corresponde a un soltero. La Garde Montante se vio literalmente invadido por Jean-Luc du Foix, J.Luc d'Armand, Chevalier d'H., Eric du Perpignan, Chev. d'H., Adrien Ducroix,
fray Martin du Heyn, fray Jacques de Luc, Joseph de Le Bestier y Antoine de Hautemort. El anfitrión regaló una botella de excelente vino a J.Luc d'Armand, Chevalier d'H. para celebrar su
título de caballero, y éste insistió en descorcharla allí mismo y compartirla con sus amigos, en
un augusto gesto de generosidad.
A continuación se brindó, a instancias del propio Merlot, por todos los
bravos hombres de Francia, por los que han recibido en el reciente combate el título de Caballero
de honor o menciones en la Orden, por los Dragones, "el honor de Francia montado a
caballo" según palabras del mismo anfitrión, y por el Coronel Le Bestier, "el mejor
superior que pueda uno imaginarse". También se tuvo un recuerdo para los caídos,
principalmente para M. de Maurice, "uno de los hombres más valerosos que ha dado
Francia", siempre citando a monsieur Merlot. Además, éste hizo donación a Martin du Heyn de
750 Coronas para su noble causa. La fiesta terminó con un improvisado coro militar organizado por
Jean-Luc du Foix. 
Mientras tanto, aunque sin tanta celebración, otra animada reunión discurría en Les Chasseurs:
Jean François LaCroix, Amadis L'Amour y Jean-Paul Ouedec coincidieron con Jacques Lebeau y Jean-Paul Le Mound, con lo que se formó una animada tertulia regada con
abundante cerveza. 
 
Una obra que agradó al público. "La Boulangère" fue una obra sin pretensiones, pero correcta y con
un planteamiento simple y eficaz que agradó y entretuvo al público. Realmente esta compañía de
jóvenes actores promete, y esperamos que monsieur le Directeur vuelva a contratarlos para el
solaz de los parisinos en un futuro próximo.
 
 
 
 
 
 
Bueeeno, a ver si con este turno y el próximo vamos recuperando la regularidad. Ya sé que nos
retrasamos siempre una o dos semanas, pero hay que buscar el momento en que los dos tengamos
disponibilidad. Cuando uno no está de viaje lo está el otro, y no siempre podemos coincidir. De
todas formas, estamos buscando una solución, de modo que tened un poco de paciencia. 
La fecha límite para la entrega del próximo turno es el VIERNES 3 DE DICIEMBRE DE 1999 a las
23:59, de modo que el sábado 4 o el domingo 5 procesaremos el turno. 
íGracias a todos!
 
Atentos saludos
del Secretariado de Su Majestad Luis XIII
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Sold.escolta Cardenal   Soldado Guardia Cardenal   8    Capitan Escolta
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